

Presentamos tres textos claves del reconocido poeta argentino.
Arturo Carrera
OTRA MONEDA
Y el dialecto de ellos, moneda de la infancia,
aunque la infancia fuera nuestra sombra
que pesa sobre la levedad de otro paladar ínfimo
—el diapasón,
diapasón para todos,
de la primera moneda —aguda en cada orden.
Entre la orfandad y el colmo de las madres,
las tías y las primas y las abuelas,
y abuelos padres,
tíos y primos últimos,
granizo de verano sobre cada imagen;
vago error en cada compás del caos.
Debiste de ir al fondo,
contar cada detalle, cada pelito, y
cómo se hacía el dinero en el metal,
cómo se dibujaba su poderosa métrica
infantil cuando al comienzo
ellas también tenían
bellezas del balbuceo: tin-tin-eo.
Pero no tienen estilo,
y aunque tengan repeticiones, sílabas,
se llaman monedas;
susurros parecidos, altos agudos pistilos
como en las flores;
no tendrán el asidero de tus sueños,
ni tu verdad, ni tu sigilo de la forma
en esa trama en zig-zag parecida al toma y daca.
¿Quién puso de relieve la regularidad oculta
de ciertos afectos tan vivos
que parecían desordenados?
TÍO MARIANO
Si se trata de enaltecer figuras,
pudo ser Lucio Piccolo, lavándose la cara
en su casa de Sicilia.
(Mientras se lavaba enérgicamente
oyó un tintineo).
…pero ahora está riéndose con papá y mamá
en la cocina de Pringles. Está volando
como un niño hacia ellos y a ellos se pega y despega.
Ahora cruza el puente de sombra y
la tercera arada en la sombra y la luz
no tarda.
Ahora junta ciruelas con ellos. Y papá
le alcanza una cesta pequeña, de mimbre,
con los bordes teñidos de púrpura agridulce.
Él entra en el follaje
y adentro del árbol único se oyen todavía
las risas.
Ahora parece atravesar con su pecho
las rejas de la puerta de hierro verde claro.
Parece cantar: “amo y no amo.
Los niños me desconocen
pero no los desconozco…”
Ahora los amigos muertos parecen
querellar de continuo.
Entran con ganas en la querella infinita.
En la batalla que con razones cambia el destino
pero con ilusiones e imágenes mentirosas
lo esculpe.
La carta decía:
“Allí donde Platón la dejó,
la retomó Estratón de Sardes en
la Musa de los Efebos …”
Y donde la dejó Estratón,
la retoma Catulo
en diez cadenas… Florencia acuña
florines (tu médico se apellida
Florín). Venecia acuña el cequí.
La palabra dólar no viene de dolor sino
de tálero, thaler, que se pronuncia
“dólar”.
Y así… la noche querulante
parece extenderse
hasta la diáfana querella de las ranas.
Y así…
VISIBLE, INVISIBLE
Que este brío dure,
que los pájaros imiten
el grito de los terneros
al anochecer. La gata agazapada
bajo el vaho de las buenasnoches.
Y mezclas, matices,
pero como se mezclan dos nubes
y como entra en el incienso el hipo del incienso
haciéndonos sentir su barrido,
su despejo de falsas sensaciones.
Y como entra la noche en el atardecer
bajo la soledad sonora de los grillos
—la música callada de las luciérnagas mezquinas.
y que se unan otra vez esas rachas de sonido
a la única voz en que juntos vacilamos.
Sonidos que ignoraban ser iguales,
apenas iguales: secretos ejercicios de alegría
visible como el espiado,
como un habla de visible en lo invisible,
la laguna.
II
La calandria que vimos con Mauricio
canta aún en el bullicio de los patos.
La vemos y la pensamos soñada,
cara de otras monedas:
primero en la casa,
(invisible como fue,
visible como es ahora.)
Después entre la gente,
impalpable como parece,
—ruido— ahora
en el televisor.
pero visibles e invisibles “Mundos”
si la poesía los rozara,
“naturalezas” si con su palabrerío ignorara
la potencia implacable de otro estilo.
“Relámpago”
anunciaría.
“Trueno” si la música sostuviera en su rumor
la atonalidad expectante.
Pero no somos la casa, ni el hogar,
ni el árbol, ni el camino.
Sólo sus dibujos o maquetas matizadas
en una esferilla donde nieva y hay ritornelos
de caja de música
envueltos en nuestro balbuceo salado.
¿Cuántas veces necesitamos que nos digan
que la belleza es la arena movediza
de la certidumbre?