Poema para el muro de una cárcel
TAL COMO EL AGUA
Parto de que me bebo este poema,
de que yo siempre sueño cataratas,
de que no en vano se me va la lengua
si, aunque se atoren las palabras secas,
cuando empujo mi sed,
empieza el agua.
Empieza el agua buena de los niños
el agua niña del alegre charco,
el agua de los lunes,
los domingos,
el agua primordial de todo el año;
el agua audaz que se decide a ola,
el agua firme que horadó la roca,
el agua torrencial que me ha mojado;
el agua lavandera de la casa,
el agua pobre que jamás descansa,
el agua que anda a pie por los sembrados;
el agua perspicaz que al coco trepa,
el agua que pensó con la cabeza,
el agua sabia que colmó el milagro;
no el agua tonta que confió en la arena,
no el agua boba que se dio a la pena,
no el agua insulsa que se ha vuelto santa,
no el agua que se enjuaga los pecados,
no el agua dolorida de la lágrima,
no el agua boquiabierta de la gárgara,
no la gota voraz como un océano,
no el agua mansa resignada a poco,
no el agua muerta de los ahogados
ni el aguasangre de mi pueblo roto
ANDAN
Los muertos andan
calculando alaridos para el viento.
Cuando cerráis los ojos,
sabedlo de una vez,
los muertos se alzan
y caminan secretamente vivos,
sin pisadas,
acomodando signos en el aire,
liberando palomas enterradas,
erigiendo colores escondidos
en la asomada cal de los fantasmas.
ÁNIMA PRIMERA
Todas las noches salgo
a hablar con los fantasmas.
Todos llegan a tiempo con el viento
agitando sus nombres
en una multitud desesperada.
¡Ah!
Juana la lavandera
solo anda en noches claras.
Siempre me llega en lunas,
lunas,
lunas,
chapoteando el agua.
Ved que me lavan los ojos,
que me enjuagan la palabra
veintiún manos azucenas,
con agua de nueve charcas.
Ángel, ¿quién enjabonó
trece veces tus dos alas?
¿Entiendes, Dios, la blancura
de tu espléndida garnacha?
¡Guardián del noveno cielo,
llueve una lluvia de nácar,
porque Juana ensangrentó
una punta de su sábana!
SU VOZ
A ver, yo soy Manuel,
morí dormido
con un viejo dolor en la mirada.
Tú viniste a mi entierro
—¿lo recuerdas?¬—
con un ramo de dardos bajo el alma.
Hoy dejo aquí a tu puerta
una viva raíz recién sembrada,
yo llegaré a regarla cada día
con la gota de rocío más temprana.
ALGO ASÍ COMO HUMANO
Cuando le hicieron sitio,
ya fue tarde,
porque le había crecido otro cabello
y tenía en la lengua otra palabra.
También le habían crecido las uñas
y los dientes,
y, como es hombre,
le había salido punta en la esperanza.
Desde entonces se vive solitario,
se entretiene tejiendo
un látigo terrible con su barba,
cantando ese murmullo indescifrable,
mascando roca,
vigilando el alba
o atrapando luciérnagas
para hacerse un farol como la luna
y un faro para hormigas extraviadas,
cortando escamas de hojas,
para peces,
o parchando el tonel para sus lágrimas.
Cuando le hicieron sitio,
ya fue tarde.
Dicen que por las noches
se desata la piel
y que la cuelga
de la caña de azúcar de la entrada;
bebe un poco de hiel de sus panales
y se acuesta en el aire
con su viejo brasero como almohada,
que duerme a ojos abiertos
y que sueña,
qué sueñan los que sueñan,
y de mañana,
al minuto del sol,
cierra los ojos,
empieza su canción
y se levanta.
MATÁBARA DEL HOMBRE MALO
Siete cielos sobre el cielo,
cielo negro,
noche mala,
y nueve profundos cuervos
sobre la nube más alta.
Cátala catún balé,
catún balé caté cátala.
Tengo una hoguera que sube,
son siete lenguas de llama,
malabón caramba aché,
cien ojos de gente mala,
un vaso de sangre azul,
veinte lenguas putrefactas,
un corazón,
lodo y pus
de las más bajas entrañas.
Nueve alfileres de hueso,
veneno de tres arañas,
y ahora sí que ya te mueres,
fantasma de la oscurana.
¡Cátala catún balé,
catún balé caté cátala!
POEMA PARA EL MURO DE UNA CÁRCEL
Digo falda insumisa,
dignidad de una espina,
luna nueva;
pero digo también que todavía
tienen a flor de piel la trampa puesta
para algotra sandalia perseguida;
yo digo que, en el fondo de la herida,
aún sigue Ángela Davis prisionera,
Ángela y los demás,
la muchedumbre
que, así como quien dice el mar de cerca,
aquí conmigo se agiganta,
ruge,
agita enardecida este poema,
vuelca la copa
y el veneno huye
y se bebe a sí mismo
y se envenena;
pisa en la vida
y el cadalso se hunde
en tanto que el verdugo desespera
porque tras otras fábulas descubre
que se le están virando las sentencias,
y se dice otro adiós mientras escurre
el lazo de la horca
entre sus propias piernas.