Antonio Machado. Yo voy soñando caminos

 

Presentamos tres textos claves del célebre poeta español.

 

 

 

Antonio Machado

 

 

 

He andado muchos caminos…

 

He andado muchos caminos

he abierto muchas veredas;

he navegado en cien mares

y atracado en cien riberas.

 

En todas partes he visto

caravanas de tristeza,

soberbios y melancólicos

borrachos de sombra negra.

 

Y pedantones al paño

que miran, callan y piensan

que saben, porque no beben

el vino de las tabernas.

 

Mala gente que camina

y va apestando la tierra…

 

Y en todas partes he visto

gentes que danzan o juegan,

cuando pueden, y laboran

sus cuatro palmos de tierra.

 

Nunca, si llegan a un sitio

preguntan a donde llegan.

Cuando caminan, cabalgan

a lomos de mula vieja.

 

Y no conocen la prisa

ni aún en los días de fiesta.

Donde hay vino, beben vino,

donde no hay vino, agua fresca.

 

Son buenas gentes que viven,

laboran, pasan y sueñan,

y un día como tantos,

descansan bajo la tierra.

 

 

 

 

Yo voy soñando caminos…

 

Yo voy soñando caminos

de la tarde. ¡Las colinas

doradas, los verdes pinos,

las polvorientas encinas!…

 

¿Adónde el camino irá?

Yo voy cantando, viajero,

a lo largo del sendero…

-La tarde cayendo está-.

 

En el corazón tenía

la espina de una pasión;

logré arrancármela un día;

ya no siento el corazón.

 

Y todo el campo un momento

se queda, mudo y sombrío,

meditando. Suena el viento

en los álamos del río.

 

La tarde más se oscurece;

y el camino se serpea

y débilmente blanquea,

se enturbia y desaparece.

 

Mi cantar vuelve a plañir:

Aguda espina dorada,

quién te volviera a sentir

en el corazón clavada.

 

 

 

 

El crimen fue en Granada

 A Federico García Lorca

 

1. El crimen

 

Se le vio, caminando entre fusiles,

por una calle larga,

salir al campo frío,

aún con estrellas de la madrugada.

Mataron a Federico

cuando la luz asomaba.

El pelotón de verdugos

no osó mirarle la cara.

Todos cerraron los ojos;

rezaron: ¡ni Dios te salva!

Muerto cayó Federico

—sangre en la frente y plomo en las entrañas—

… Que fue en Granada el crimen

sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.

 

 

2. El poeta y la muerte

 

Se le vio caminar solo con Ella,

sin miedo a su guadaña.

—Ya el sol en torre y torre, los martillos

en yunque— yunque y yunque de las fraguas.

Hablaba Federico,

requebrando a la muerte. Ella escuchaba.

«Porque ayer en mi verso, compañera,

sonaba el golpe de tus secas palmas,

y diste el hielo a mi cantar, y el filo

a mi tragedia de tu hoz de plata,

te cantaré la carne que no tienes,

los ojos que te faltan,

tus cabellos que el viento sacudía,

los rojos labios donde te besaban…

Hoy como ayer, gitana, muerte mía,

qué bien contigo a solas,

por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»

 

 

3.

 

Se le vio caminar…

Labrad, amigos,

de piedra y sueño en el Alhambra,

un túmulo al poeta,

sobre una fuente donde llore el agua,

y eternamente diga:

el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!