A 11 años de su desaparición, compartimos algunos textos claves del enorme poeta peruano pertenecientes a su recordado libro Canto ceremonial contra un oso hormiguero, Premio Casa de las Américas, Cuba, 1968.
Antonio Cisneros
KARL MARX DIED 1883 AGED 65
Todavía estoy a tiempo de recordar la casa de mi tía
abuela y ese par de grabados:
Un caballero en la casa del sastre. Gran desfile militar
en Viena,1902.
Días en que ya nada malo podía ocurrir. Todos
llevaban su pata de conejo atada a la cintura.
También mi tía abuela –veinte años y el sombrero de
paja bajo el sol, preocupándose apenas
por mantener la boca, las piernas bien cerradas–.
Eran los hombres de buena voluntad y las orejas
limpias.
Sólo en el music–hall los anarquistas, locos barbados y
envueltos en bufandas.
Qué otoños, qué veranos.
Eiffel hizo una torre que decía “hasta aquí llegó el
hombre”. Otro grabado:
Virtud y amor y celo protegiendo a las buenas familias.
Y eso que el viejo Marx aún no cumplía los veinte
años de edad bajo esta yerba
–gorda y erizada, conveniente a los campos de golf–.
Las coronas de flores y el cajón tuvieron tres descansos
al pie de la colina
y después fue enterrado
junto a la tumba de Molly Redgrove “bombardeada
por el enemigo en 1940 y vuelta a construir”.
Ah el viejo Karl moliendo y derritiendo en la marmita
los diversos metales
mientras sus hijos saltaban de las torres de Spiegel a
las islas de Times
y su mujer hervía las cebollas y la cosa no iba y
después sí y entonces
vino lo de Plaza Vendôme y eso de Lenin y el montón
de revueltas y entonces
las damas temieron algo más que una mano en las
nalgas y los caballeros pudieron sospechar
que la locomotora a vapor ya no era más el rostro de
la felicidad universal.
“Así fue, y estoy en deuda contigo, viejo aguafiestas.”
APÉNDICE DEL POEMA SOBRE JONÁS
Y LOS DESALIENADOS
Para Ricardo Luna
Y hallándome en días tan difíciles decidí alimentar
a la ballena que entonces me albergaba:
tuve jornadas que excedían en mucho a las doce horas
y mis sueños fueron oficios rigurosos, mi fatiga
engordaba como el vientre de la ballena:
qué trabajo dar caza a los animales más robustos,
desplumarlos de todas sus escamas y una vez abiertos
arrancarles la piel y el espinazo,
y mi casa engordaba.
(Fue la última vez que estuve duro: insulté a la ballena,
recogí mis escasas pertenencias para buscar
alguna habitación en otras aguas, y ya me aprestaba
a construir un periscopio
cuando en el techo vi hincharse como dos soles sus
pulmones
–iguales a los nuestros
pero estirados sobre el horizonte–, sus omóplatos
remaban contra todos los vientos,
y yo solo,
con mi camisa azul marino en una gran pradera
donde podían apalearme desde cualquier ventana:
yo el conejo,
y los perros veloces atrás, y ningún agujero.)
Y hallándome en días tan difíciles
me acomodé entre las zonas más blandas y apestosas
de la ballena.
SOY EL FAVORITO DE MIS CUATRO ABUELOS
Si estiro mi metro ochentaitantos en algún hormiguero
y dejo que los animalitos construyan una ciudad sobre
mi barriga
puedo permanecer varias horas en ese estado y
corretear
por el centro de los túneles y ser un buen animalito,
lo mismo ocurre si me entierro en la pepa de algún
melocotón
habitado por rápidas lombrices. Pero he de sentarme
a la mesa
y comer cuando el sol esté encima de todo: hablarán
conmigo
mis cuatro abuelos y sus cuarenta y cinco
descendientes y mi mujer, y yo debo
olvidar que soy un buen animalito antes y después de
las comidas
y siempre.
LA ARAÑA CUELGA DEMASIADO
LEJOS DE LA TIERRA
La araña cuelga demasiado lejos de la tierra,
tiene ocho patas peludas y rápidas como las mías
y tiene mal humor y puede ser grosera como yo
y tiene un sexo y una hembra –o macho, es difícil
saberlo en las arañas– y dos o tres amigos,
desde hace algunos años
almuerza todo lo que se enreda en su tela
y su apetito es casi como el mío, aunque yo pelo
los animales antes de morderlos y soy desordenado,
la araña cuelga demasiado lejos de la tierra
y ha de morir en su redonda casa de saliva
y yo cuelgo demasiado lejos de la tierra
pero eso me preocupa: quisiera caminar alegremente
unos cuantos kilómetros sobre los gordos pastos
antes de que me entierren,
y ésa será mi habilidad.