Si hay algo de ti que me sigue faltando
(Versiones al español de Stefano Strazzabosco)
Un año antes de la Grande Guerra
Un año antes de la Grande Guerra
ya eres la gerente del burdel
entre rue de Babylone y rue de Vaneau
Y está contigo tu hija, la más guapa
entre las putas de la Casa – muchos
le homenajean collares y rosas
En la sala de espera están juntas
las personas influyentes, los especuladores
Frente al portón, abajo, en largas filas
payasos, exiliados, bandidos, locos, artistas
*
Otra vez y siempre tu país ahora
rompe las hostilidades con las gentes miserandas
borrando su alma y vida
para que nazca, en otra tierra, un El Dorado
No allá, donde no puede ninguna
puta guapa disgregar su mecanismo
Primer recuerdo: el claro azul del cielo
Primer recuerdo: el claro azul del cielo.
Después muchos rostros de mirada amistosa,
rostros negros por el sol, le sonríen al niño.
Infancia y juventud, eterno tiempo
de mi tierra antigua y de un verano
enorme a esa edad, sin límites.
En el naranjal las relucientes hojas
verdes apenas yo rozaba con mis dedos.
Guardo en mí ese verano
encerrado en mi vida.
Otros veranos, otros lugares, y las batallas
para conocerme a mi mismo en medio de otros.
Pero en ese eterno verano
se funda mi estar en el mundo.
En los colores del mar, hondo abismo que engulle
como un ogro famélico los cuerpos de quien huye,
en los colores del cielo está ese verano
eterno como sólo la paz
para el alma de los que mueren por agua.
En la luz que enceguece
la pupila a los vivos.
Si hay algo de ti que me sigue faltando
Si hay algo de ti que me sigue faltando
es tu koala de peluche sobre al corazón
Si yo no soy tu sherpa, entonces ve
sin mí a buscarme en los nevados
Si no me sientes cerca de ti mañana,
deja que se deshoje el crisantemo
Si gente sin rostro va desfilando,
tú no sigas sus huellas y locuras
Por los delgados terraplenes de los canales
Por los delgados terraplenes de los canales
corre la cinta de asfalto de la carretera
desde allí se llega hasta la plaza grande
en el centro de la plaza presidiada
están los economistas multitud ciega
apática con los suicidios las desesperaciones
en amplísimo círculo militar
formados
listos para todo evento extremo.
*
Corazón del campo verde.
Un viejo lee Krisis
de Hesse. Tiene mi cara.
Tú, distraída por el viento,
no te das cuenta, vas.
Contraste de los recorridos.
Carretera desconocida.
En un vaivén de muchedumbre atareada
te hundes hasta perderte.
Mañana
dirás que un gran crecer
nadie puede ignorarlo.
*
Como un dolor indemne a la morfina
se hace enorme el espacio,
el vacío entre nosotros dos,
mientras que lejos, en el sur,
el ojo del sol
mira bajar al halcón sobre su presa.
La sal en la abierta
La sal en la abierta
herida como el fuego
de la pasión quema.
Ríos de mis veranos
y guirnaldas de flores
blancas sobre las aguas.
En los botes
jóvenes esposos y ruidosas voces.
Volteo la espalda a todo esto.
¿Dónde
te buscaré?
Tras las altas montañas
nevadas que ya crucé un tiempo
contigo, otra gente espera,
hermanos el uno para el otro, en la frente
los besaré como futuros hijos.
Luego tomaremos el té hablando largamente.
Planearemos juntos otro viaje.
El último para mí, yo creo.
Iré otra vez,
seguro que mis razones
de vida y libertad viven en ellos.
Conmigo te llevo amor como antaño
Conmigo te llevo amor como antaño
cuando en el caos de enormes
ríos de gente eternamente huyendo
te escondía de las indiscretas miradas
de los delatores con mi abrigo.
*
Besé la tierra donde juntos
desembarcamos amor como todos
los que se escapan de la muerte
como quien sabe por cierto que el naufragio
cambia la poca vida que nos queda.
*
Arderá en algún corazón
más allá de nosotros siempre nuevo el fuego
y tú vivirás amor en todos aquellos
que sin tener patria ni bandera
a los demonios de la nada les dicen: ¡Ustedes no existen!
Baku. El artista de la Ciudad Vieja
Sentado en tu banquito, echas sobre la tela
con cuidado tus colores, y guardas en una taza
el pobre tributo de los que pasan.
Azerbaiyanos, turcos, armenios,
georgianos honestos, delincuentes uzbecos
he tenido aquí cerca, donde he vivido.
He soñado con partir y nunca lo he hecho,
pero varias generaciones se han ido
y esta plaza ha sido mi casa.
He acompañado a nuevos caudillos
y a turistas aburridos por callejones sin salida
y a psicólogos flojos por lugares inmundos,
pero a los pobres he visto, a los apestados,
arrastrándose a la merced de asesinos.
De alguna oscura, misteriosa manera
de todos estos efímeros hermanos
cada uno siempre ha sido y es yo mismo.
En este sueño, el último antes del adiós,
todos ellos, sí, todos, son yo.
Levántate, hijo, amanece
Levántate, hijo, amanece
¿Ves? el porvenir está justo aquí y ahora
Tú estás vivo estás libre
y morirás como dice el poeta
de vida no de tiempo
ponte entonces zapatos que aguanten
acoge en tu morral
lo poco que necesitas
es tiempo de partir
Vamos, vamos, hijo