Antonino Caponnetto

Si hay algo de ti que me sigue faltando

 

 

(Versiones al español de Stefano Strazzabosco)

 

 

 

Un año antes de la Grande Guerra

 

Un año antes de la Grande Guerra

ya eres la gerente del burdel

entre rue de Babylone y rue de Vaneau

 

Y está contigo tu hija, la más guapa

entre las putas de la Casa – muchos

le homenajean collares y rosas

 

En la sala de espera están juntas

las personas influyentes, los especuladores

Frente al portón, abajo, en largas filas

payasos, exiliados, bandidos, locos, artistas

 

*

Otra vez y siempre tu país ahora

rompe las hostilidades con las gentes miserandas

borrando su alma y vida

para que nazca, en otra tierra, un El Dorado

 

No allá, donde no puede ninguna

puta guapa disgregar su mecanismo

 

 

 

 

Primer recuerdo: el claro azul del cielo

 

Primer recuerdo: el claro azul del cielo.

Después muchos rostros de mirada amistosa,

rostros negros por el sol, le sonríen al niño.

 

Infancia y juventud, eterno tiempo

de mi tierra antigua y de un verano

enorme a esa edad, sin límites.

 

En el naranjal las relucientes hojas

verdes apenas yo rozaba con mis dedos.

Guardo en mí ese verano

encerrado en mi vida.

 

Otros veranos, otros lugares, y las batallas

para conocerme a mi mismo en medio de otros.

Pero en ese eterno verano

se funda mi estar en el mundo.

 

En los colores del mar, hondo abismo que engulle

como un ogro famélico los cuerpos de quien huye,

en los colores del cielo está ese verano

 

eterno como sólo la paz

para el alma de los que mueren por agua.

En la luz que enceguece

la pupila a los vivos.

 

 

 

 

Si hay algo de ti que me sigue faltando

 

Si hay algo de ti que me sigue faltando

es tu koala de peluche sobre al corazón

 

Si yo no soy tu sherpa, entonces ve

sin mí a buscarme en los nevados

 

Si no me sientes cerca de ti mañana,

deja que se deshoje el crisantemo

 

Si gente sin rostro va desfilando,

tú no sigas sus huellas y locuras

 

 

 

 

Por los delgados terraplenes de los canales

 

Por los delgados terraplenes de los canales

corre la cinta de asfalto de la carretera

desde allí se llega hasta la plaza grande

 

en el centro de la plaza presidiada

están los economistas multitud ciega

apática con los suicidios las desesperaciones

 

en amplísimo círculo militar

formados

listos para todo evento extremo.

 

*

Corazón del campo verde.

Un viejo lee Krisis

de Hesse. Tiene mi cara.

 

Tú, distraída por el viento,

no te das cuenta, vas.

 

Contraste de los recorridos.

Carretera desconocida.

 

En un vaivén de muchedumbre atareada

te hundes hasta perderte.

 

Mañana

dirás que un gran crecer

nadie puede ignorarlo.

 

*

Como un dolor indemne a la morfina

se hace enorme el espacio,

el vacío entre nosotros dos,

 

mientras que lejos, en el sur,

el ojo del sol

mira bajar al halcón sobre su presa.

 

 

 

 

La sal en la abierta

 

La sal en la abierta

herida como el fuego

de la pasión quema.

 

Ríos de mis veranos

y guirnaldas de flores

blancas sobre las aguas.

En los botes

jóvenes esposos y ruidosas voces.

 

Volteo la espalda a todo esto.

¿Dónde

te buscaré?

Tras las altas montañas

nevadas que ya crucé un tiempo

contigo, otra gente espera,

 

hermanos el uno para el otro, en la frente

los besaré como futuros hijos.

Luego tomaremos el té hablando largamente.

 

Planearemos juntos otro viaje.

El último para mí, yo creo.

Iré otra vez,

seguro que mis razones

de vida y libertad viven en ellos.

 

 

 

 

Conmigo te llevo amor como antaño

 

Conmigo te llevo amor como antaño

cuando en el caos de enormes

ríos de gente eternamente huyendo

te escondía de las indiscretas miradas

de los delatores con mi abrigo.

 

*

Besé la tierra donde juntos

desembarcamos amor como todos

los que se escapan de la muerte

como quien sabe por cierto que el naufragio

cambia la poca vida que nos queda.

 

*

Arderá en algún corazón

más allá de nosotros siempre nuevo el fuego

y tú vivirás amor en todos aquellos

que sin tener patria ni bandera

a los demonios de la nada les dicen: ¡Ustedes no existen!

 

 

 

  

Baku. El artista de la Ciudad Vieja

Sentado en tu banquito, echas sobre la tela
con cuidado tus colores, y guardas en una taza
el pobre tributo de los que pasan.

Azerbaiyanos, turcos, armenios,

georgianos honestos, delincuentes uzbecos

he tenido aquí cerca, donde he vivido.

 

He soñado con partir y nunca lo he hecho,

pero varias generaciones se han ido

y esta plaza ha sido mi casa.

 

He acompañado a nuevos caudillos

y a turistas aburridos por callejones sin salida

y a psicólogos flojos por lugares inmundos,

 

pero a los pobres he visto, a los apestados,

arrastrándose a la merced de asesinos.

 

De alguna oscura, misteriosa manera

de todos estos efímeros hermanos

cada uno siempre ha sido y es yo mismo.

 

En este sueño, el último antes del adiós,

todos ellos, sí, todos, son yo.

 

 

 

 

Levántate, hijo, amanece

 

Levántate, hijo, amanece

 

¿Ves? el porvenir está justo aquí y ahora

Tú estás vivo estás libre

y morirás como dice el poeta

de vida no de tiempo

 

ponte entonces zapatos que aguanten

acoge en tu morral

lo poco que necesitas

es tiempo de partir

 

Vamos, vamos, hijo

Antonino Caponnetto Nació en 1950 en Catania, donde vivió, salvo una breve pausa en Roma, hasta 1980. Vive en Mantua desde 1981. Para la Editorial Campanotto ... LEER MÁS DEL AUTOR