Andrea Ocampo

Última línea

 

 

 

 

Álbum

 

El alma de tanto retrato inesperado

es la última ilusión

de un tiempo reversible.

Si fuera cierta la idea loca del regreso

y quedarse un poco

concentrando la fuga estancada

en el detalle que se descubre después

de hojear el álbum

diez mil veces

paso el dedo por mi álbum

de almas perdidas

después de una foto sin avisar

paso el  dedo y se van muriendo

como el reseco souvenir

de un mágico momento entonces y ahora

se ha olvida uno de para qué lo guardó.

Repetidos y sin orden, galpón kiosco

bazar subiendo y bajando

paquete caja cinta para embalar

civilizadamente dejar que se lo lleven todo.

Lo contrario es resistir el absurdo

como si el tiempo se plegara

un tiempo de hojaldre

amasado hasta lo invisible en miradas

superpuestas, condensadas,

abiertas en cientos de hojas.

Mi madre dice que entre las cosas heredadas

de mi abuela había un vestido sin estrenar.

 

 

 

 

Pared

 

Una pared de material no de madera o chapa

una pared real y verdadera pintada de celeste

claro verde agua rosa

desleído en blanco a la cal lechosa

efímera pared de pensión de casa ajena

alquilada pared que sospecha de tus actos

y alberga grillos siniestros sonadores

rencorosos ahí clavada la foto con una chinche.

Una foto de propaganda de Benetton con una nena

sucia con el pelo pegoteado enrulado

sosteniendo no abrazando la muñeca

con pierna de menos sin ojitos

reconocible muñeca en contraste nena

con mirada derechita a la cámara

los ojos oscuros que ningún flash pudiera

la clavaste en la pared sujeta bien firme

dijiste sos vos y nunca pude dejar de ser esa

 

 

 

 

Fuentes

 

Seguro no toda agua

es de beber. Esa sí

porque se volcaba en la nuca

y en el desliz por la cara llegaba

a la boca sola y libre. Era mágica,

nos dijeron. Quien la bebiera

volvería. Como tantas

ceremonias amparadas

en la repetición

sacrificamos la vez sin conservar

el momento. Alcanzó

para revivir el alma

cada día muchos años,

cuando el verano soltaba

sus hormigas en nosotros:

manteles extendidos en el suelo.

 

 

 

 

Breve

 

Lo bueno

breve constante sonámbula

del corazón del mundo.

Latido esencial

que no perece ni siquiera

duerme.

Acosada por ladridos

en tu costado izquierdo,

en tu sombra ausente,

en tu palabra vacilante.

Como una nota de violín

o como la llama

de una vela

que en la habitación

desierta, espanta

a todos los fantasmas.

Lo bueno nunca

dura lo bastante

para ser del todo bueno.

 

 

 

 

Playa

 

Dancing, copetín y después…

el bagallo de luxe

ajamonado exhibe

su sexo adiposo,

la suma

candorosa de su carne.

Ante agitadas branquias,

la playa es una sábana

dorada, inabarcable.

Los pies en la arena

cifran los rastros

del futuro

-solo sucede el instante-

y el mar viene a lamer

migas de amor

de nuestras manos.

 

De este lado del mundo

solo se ven amaneceres.

 

 

 

 

Duda

 

el chico vip

se moja la cara

en mi cocina,

todavía no sabe

que acabó el camino,

no habrá más besos

ni cerveza gratis,

se pregunta

que al fin y al cabo

queríamos lo mismo:

un lugar con sol

sacudir el mantel en la ventana

 

 

 

 

Mujer adulta

 

si al menos

estos años hubieran merecido

la paciencia o

la esperanza y no calcular cuántas

horas de insomnio van

del sarcasmo a la depresión

y entender que cuando

la vida pierde

todo sentido, aún quedan

los electrodomésticos.

 

 

 

 

Última línea

 

Siempre una última línea

de batalla, un resto

que no acepta sentencias

y discute.

El orden del universo

responde con monosílabos

los largos argumentos.

Una que no escucha

las campanas. Una que va a odiarte

por los mismos detalles

que ahora la deslumbran.

Una al acecho

se agazapa. Una extiende

su patria más lejos

que tus brazos. Una sin viaje

de regreso a lugar seguro.

Todas mis otras te aman.

 

 

 

 

Casitas de cartas

 

Casitas de cartas

no castillos mucho menos carpas

equilibrio dudoso

amparo una noche o dos.

Sólido refugio endeble

lo que aguante.

Deuda de casita

falta la pared o falta la ventana,

tanto trabajo

para hacer la puerta

y lo necesario

era el hueco, el vano

pasaje mágico hacia adentro

de puro pensado, cierto.

El techo se vuela al decir

tormenta y chau casita intemperie

del alma ya sabemos

cómo es sabemos cómo es

ese miedo ese otro

silencio de azúcar duro

punto caramelo sobre

el fuego la paciencia es

el fuego del metal y los cristales.

Una caja de huesos

para armar, por fin, la casa.

 

 

 

 

Esperar (inédito)

 

Mucho cielo sin nubes

y acá abajo se impone la promesa

de un futuro sin árboles.

Una ansiedad de rejas y cemento

por momentos se vuelve escalera

por momentos se hace sótano.

No se ve la cara de nadie.

En las filas de esperar

vemos las espaldas, las calvas, los rulos.

Siempre hay algo desordenado

o deslucido en la nuca de la gente,

su lado B, y eso es un descuido

para los que vienen detrás.

Del otro lado disfrutan de las bocas,

los cuellos y los escotes.

Aquello que los cuerpos ceden

en pos de lo que vendrá y no llega.

Quisiera caminar hasta el río

jugar un rato a cualquier cosa

reírme y gritar con los brazos abiertos.

Imposible, achico los ojos,

algo me dice que el futuro

viene sin nubes y sin árboles.

Andrea Ocampo (1968, Bs. As.). Vive en Rosario desde 1972. Profesora en Letras (Universidad Nacional de Rosario). Coordinadora de talleres de escritura cr ... LEER MÁS DEL AUTOR