Anabel Torres

Las bocas del amor

 

 

 

 

TEMIENDO LEER

 

Son tiempos distintos.

Penélope, ajada y con gafas oscuras

para que no la reconozcan

los chulos

de los diarios vespertinos,

 

revisa cada tarde los listados

aparecidos

en los muros de la Alcaldía

 

Temiendo leer

el nombre de Ulises

entre los caídos.

 

 

 

 

CASI POESÍA 1975

(Primer Premio Concurso Nacional de Poesía 70 Años Universidad de Nariño)

 

Amo lo que es verdad

detesto los que catan

el vino sin probar más que agua insulsa

 

detesto sus colores claroscuros

sus conciencias maltrechas

formadas a la lumbre

de la oscura vejez de aquella abuela virgen

aquella abuela triste

pintada con rosarios y con muertos

amuleto su pan  agujas ágiles

y rigidez de amor que no gozó

 

yo no quiero ser parte

de esta concupiscencia de virtudes

 

desaprueben de mí

si quieren odien

todo lo que yo soy más lo que tengo

pero lo que yo quiero

lo quiero

no me unto

de sus definiciones de virtuosos

de sus cejas alzadas y sus bocas cerradas de merluza

 

el amor cruza impávido mi cielo

ustedes no conocen sino nubes

 

 

 

 

LA MUJER DEL ESQUIMAL 1981

(Segundo Premio Concurso Nacional de Poesía 1980 Universidad de Antioquia)

 

Ella,

la mujer del esquimal,

os dejó este legado:

 

nieves

baldías

 

y este pocito hirviente

de lágrimas

a 30 metros de profundidad.

 

 

 

 

LAS BOCAS DEL AMOR  1982

 

Llego al cuarto de hotel. Lanzo la llave,

el bolso, los periódicos

sobre la cama. Deshago la otra.

 

Hace calor. El sol chorrea por la ventana.

Estoy desnuda.

 

Cuando estoy sola como ahora

La piel adquiere

un tono amarillento,

como de libro sin usar:

 

calostro

derramado.

 

He visto mujeres y hombres

colgando de ganchos

en las blancas paredes de refrigeradores

metálicos, listos para la autopsia.

 

No he podido olvidar

el tinte amarillo naranja de sus pieles.

 

Jamás

por mi propia mano

me colgará el corazón de una percha.

 

Prefiero que éste vuele

y si no vuela,

que se arrastre.

 

La cama cruje

en el cuarto de enseguida.

 

Este libro que escribo

es un fraude:

estoy callada

y espero.

Espero callada,

vida,

quiero tu lengua en mi boca.

 

Quiero

las bocas del amor,

 

No quiero este cielo frío.

 

 

 

 

MEDIAS NONAS  1992

 

Este título no ha tenido mucha acogida.

Después de un sondeo de opinión

he constatado que lo entienden con más facilidad

las mujeres

siempre y cuando no sean demasiado ricas o demasiado modernas.

 

Los calcetines impares se guardan desde tiempo atrás

en distintos recipientes:

bolsas de basura, maletines con el cierre dañado, canastos.

A menudo se amarran con la media más larga de todas alrededor,

que por lo general, por estar estirada,

es de las que los zapatos se tragan.

Se ha comprobado que los medias tragadas

son las que más fácilmente se convierten en nonas,

sobre todo entre los niños.

 

Existe la esperanza en el fondo de cada mujer

de que a una media nona

le puede aparecer en cualquier momento la compañera,

pero la vida también nos ha demostrado

que ello es poco probable. Es decir, las medias nonas

más que todo se guardan impulsadas por el mismo impulso:

no desperdiciar.

 

Las medias nonas han sido fuente de incontables discusiones

en muchos hogares tradicionales.

Ellas parecen ser una prueba palpable de nuestro descuido,

aunque algunos amos de casa, más optimistas,

dicen ver en ellas los designios de la providencia,

los insondables misterios que agregan encanto a la cotidianidad.

 

En los casos más excitantes, las medias nonas dan lugar

a disquisiciones filosóficas del orden de:

¿A dónde irán a parar las medias nonas?

¿Tendrán un cielo de algodón?

 

Las medias nonas gozan de gran popularidad entre las mujeres

– aunque no lo confesemos abiertamente –

sobre todo para las cosas que hacemos

sin los hombres,

cuando ellos se van a estudiar o a la oficina.

 

Pueden tener muchísimos usos:

sirven para introducir la mano y sacudir el polvo,

esparcir cera, brillar muebles,

guardar sueños, hacer traperos.

 

Sirven para rellenar o forrar muñecas,

lustrar zapatos, limpiar barbillas de bebé

(úsense las más claras),

ocultar joyas o cartas de amor.

 

Sirven para recoger y donar a las monjas

que hacían y todavía puede que hagan

preciosidades con ellas.

También para llevar cubiertos a un paseo de olla

o huevos duros.

 

Las medias nonas se han guardado con celo y recato

en casi todas las familias.

Antes, nadie se hubiera atrevido

a calzar dos medias nonas.

En nuestra época este tabú ha sido superado,

en parte porque la carestía de la canasta familiar

puede obligarnos a rebuscar en el cesto de los calcetines impares,

y en parte porque hay menos amas de casa

dispuestas a sortearlos.

 

Los únicos dos usos públicos que se conocen

de las medias sueltas

han sido registrados en su mayoría por hombres.

Más espectaculares,

están documentados en cine, en videos y en la televisión:

 

llenas de arena o piedrecillas

son una cachiporra mortífera.

De nailon, sirven para atracar bancos y no ser reconocido.

 

Las medias nonas son misteriosas, útiles, versátiles,

de colores vistosos o suaves,

casi siempre son las más nuevas, las más bonitas,

las más finas, las más abrigadas,

las traídas de Escocia o Noruega, las irremplazables.

 

Le dedico, pues, este libro

a mis amigas mujeres,

muchas de las cuales – yo incluida –

cada vez más tenemos menos miedo

de quedarnos sin pareja

 

con la confianza de que mis amigos hombres

se harán, con el correr del tiempo,

tan aficionados a las medias nonas como nosotras.

 

 

 

 

POEMAS DE LA GUERRA  2000

 

Vengo de mi país

la guerra

 

rota

de su costado

 

y sigo

untada

de su sangre.

 

 

 

 

EN UN ABRIR Y CERRAR DE HOJAS 2001

 

Es la vida:

 

en un abrir

y cerrar de hojas

 

está contigo.

 

 

 

 

AGUA HERIDA 2004

 

Días de lluvia,

ríos vadeados

a los que no volví.

Charcos en los que presa

quedó la vida

un día

y no pude escapar de aquel lugar –

 

y mares

que separan,

aguas claras y ciénagas oscuras,

el mar del cielo con sus arreboles –

 

y lagos

donde el fluir de amores

surge y sumerge, surge y se sumerge –

 

arroyos

donde se  hunden y ascienden los recuerdos

y las pasiones de futuro

fluyen al descubierto –

 

Es la vida en sus todos,

ojos de agua, pozos,

represas, chorros, fuentes, los líquidos del cuerpo,

gotas, océanos y placentas.

 

Nosotras y nosotros, al nacer

el 80%  de agua amada,

agua herida.

 

 

 

 

HUMAN WRONGS  2009

(Primer Premio Rei en Jaume de Poesía en Inglés, Calviá Mallorca)

 

Escala en Madrid (primer poema, versión castellana de la autora)

 

Acurrucada en el suelo del autobús

que nos conduce a la Terminal Tres

una niña muy pequeña

se aferra a las rodillas de su madre.

 

Su mamá está de pie, mirando por el cristal

de cara a la puerta,

 

a punto de comenzar

este lío sin terminar

de convertirse en extranjera.

 

 

 

 

¿Y LA ALEGRÍA?  ANTOLOGÍA 2018

 

Los peores momentos una siempre logra,

con honda finura

o aunque sea a los trancazos

superarlos…

 

¿pero y el cuerpo, presto?

¿Y la materia gris,

que se ha dorado?

 

¿Y el pecho

y su capacidad para ternura?

¿Y la piel y su goce?

¿Y la alegría?

¿Con quién comparte una

su cuello tibio y su alegría?

 

Sobrellevar tristeza, transformarla,

volverla

estrella de la muerte – noche la más acérrima –

 

paladear la tristeza,

usarla como un prisma

(a través suyo son más intensos los colores),

hacer que se disuelva entre la boca…

 

yo lo he logrado virtualmente todo.

 

¿Pero y la risa?

¿Y el cuerpo?

¿Y este poder pensar?

 

¿Y la alegría?

 

Anabel Torres Es una poeta colombiana, traductora, nacida en Bogotá en 1948. Es licenciada en lenguas modernas de la Universidad de Antioquia en Medell ... LEER MÁS DEL AUTOR