Ana Merino

El quinto cielo

 

 

 

 

 

El quinto cielo

Para Martín López- Vega

Seremos niños

cuando la muerte roce el quinto cielo.

Querremos abrazarnos

a la risa que deja la inocencia

en los tejados.

 

Maullidos de gato

que planean

tomar el territorio de las sombras.

Y nosotros debatiéndonos

entre un intento por volar

y un anhelo enfermizo

por querer escapar

de nuestro propio cuerpo.

 

Seremos niños

olvidando el olor que dejan los adultos,

el rastro de sus miedos

atado a las desgracias de las vidas ajenas.

 

La vejez será el eco

de los acantilados,

murmullo de cisternas

bebiéndose el silencio de la noche.

 

Seremos niños buenos

en ataúdes blancos

y trenzaremos sueños

humedeciendo el mimbre

en las aguas termales

de los cuentos de hadas.

 

 

 

 

Madurará tu obra

 

Caerás con tus pisadas.

Madurará tu obra

con ese nuevo gesto

de un paso equivocado

y el rostro por el suelo.

 

A veces los tropiezos

esconden otro rumbo

en donde los errores

no saben a fracaso.

 

A veces, aunque duela,

tenemos que caernos

y, desde lo más hondo,

tocar el infinito

en la lombriz sin ojos

que viene a saludarnos.

 

 

 

 

Nagasaki en cada aniversario

 

I

Abandonas tu sombra en el camino

y te empuja la niebla a regar el otoño

con lluvia de cenizas.

 

Quizá te reconozca la añoranza de otros

que esperan que tus pasos delaten y murmuren

el nombre de la nube

que arrancó los cimientos de tu casa.

 

No sabrás si tus hijos

te llamaron a gritos con la boca quemada.

 

Si quedaron pupitres

con niños olvidados

o la tierra abrazó todas las almas.

 

II

 

EL último secreto que guarda la memoria

me ha dejado muda.

 

En esta tormenta que huele a pasado

se parten las ramas de todos los árboles

y un largo paseo me invita a ser alguien

que no reconozco.

 

Le han traído al tiempo la voz de otro idioma

y lleva las uñas pintadas de negro

como los fantasmas que no se acostumbran

a ser epitafio.

 

No quiero oír mañana que mi vida

espera un destino detrás de los sueños,

que no puedo ahogarme en este presente

que nubla la tarde

y entierra en su lienzo

a todas las sombras.

 

 

 

 

Pequeña confesión

 

¿Si yo soy tu sueño

por qué me siento sola

cuando me sueñas?

 

Llego arrastrándome

a tu boca cuando duermes

y no sé cómo empezar

a contarte una historia

que se parezca a ti

para que nunca sepas

que yo vivo contigo.

 

Los sueños somos

como las sombras,

pertenecemos a un solo cuerpo

pero queremos ser

otra persona.

 

 

 

 

Piedra, papel, tijera

 

Piedra

fría,

rincón silencioso

junto al regazo de los muertos.

 

Papel

para escribir

unas breves líneas,

la despedida apresurada

del viajero.

 

Tijera

para cortarle la lengua al mar

cuando suspira.

 

Tijera

para cortar los sueños

de los ahogados.

 

Papel

para escribir sus nombres.

 

Estrecho de piedra,

barquito de papel

arrecifes de tijera.

 

Un poema triste

para los que se quedaron sin aire

en las orillas.

 

Lágrimas de piedra

pateras de papel

y la boca del mar

con dientes de tijera.

 

 

 

 

Quedarme en casa…

 

Quedarme en casa,

sumergida en los pliegues de las horas,

y no esperar a nadie.

 

Que los ojos escuchen

y se olviden del mundo.

 

Que me arrope el silencio

y respire en mi nuca

su suave indiferencia.

 

Que vivir sea esto,

sin palabras de aguja

ni rodillas de llanto,

con el tiempo desnudo al borde de la cama

y mi boca dormida en su tímido beso.

 

Ana Merino (Madrid, 1971).  Es catedrática en la Universidad de Iowa donde fundó el MFA de escritura creativa en español. Ha sido galardonada con l ... LEER MÁS DEL AUTOR