Que el tiempo nos ampare
El día que te quiera
Préstame un poco de barro tuyo
a ver si puedo hacerme un corazón que lata.
El otro, el viejo,
de tanto sol, tanta intemperie,
se deshizo.
Polvo de aquel traigo en las manos que me pides.
Solo voy a ensuciarte de tristezas.
No me quieras tener mientras me escapo de mí mismo.
No me quiero dar a medias.
El día que te quiera no será porque pongas
tu beso en mis heridas.
Será para poner en tus labios un beso
que nadie reconozca.
Un beso nuevo, tuyo y mío,
distinto a aquellos colgados del vacío.
El día que te quiera no seré parecido
a lo que amas de mí mientras olvido.
No cerraré los ojos para esconder nostalgias.
Los abriré como nunca para verte desnuda y desarmada
si me llego a rendir entre tus piernas.
Mientras tanto
No me pidas nada.
No fabrico historias de finales felices.
No soy de los que fingen, calculan, planifican.
No comercio el gemido de mi orgasmo.
No me vendo ni me presto ni me alquilo
por un poco de paz.
Soy de los que mueren en primera línea de combate.
Y resucitan.
Tampoco pido que me esperes.
No sé qué vida reste a este dolor de hielo.
Es como un hijo enfermo al que acuno en los brazos.
Me soy fiel a mí mismo y este dolor es mío.
No lo quieras matar a contratiempo.
Déjalo ser para que con él se mueran mis abismos;
mi torpe, irreverente, obstinada inocencia.
Déjame crecer en él para arrasar con todo
lo inútil, lo inservible, lo sucio, lo vivido.
Y si cuando vuelva del viaje del olvido
aún estás tú rondando…
es posible, es probable, que me escape contigo
el día que te quiera.
Déjalo ser para que con él se mueran mis abismos;
mi torpe, irreverente, obstinada inocencia.
Déjame crecer en él para arrasar con todo
lo inútil, lo inservible, lo sucio, lo vivido.
Y si cuando vuelva del viaje del olvido
aún estás tú rondando…
es posible, es probable, que me escape contigo
el día que te quiera.
Amores de una sola noche
Los amores de una sola noche
también merecen ser escritos.
Son un chispazo efímero.
Dos segundos de luz.
Caricias chiquititas
que no encuentran jamás el derrotero tierno,
pero desajustan brújulas,
paran
el corazón en seco.
Son como milagros concedidos a la piel obstinada,
presa de la memoria.
Electroshocks benditos.
Algo muere después, inevitablemente.
Te quedas por un rato suspendido
en el orgasmo nuevo,
en la mujer sin ropa que te pintó en la pupila
otro paisaje.
Sin daños ni perjuicios al corazón deshecho.
Los amores de una sola noche nunca mienten.
No hay nada que atar. No hay estrategias.
Se visten de “mi amor” para entrar
a la fiesta de disfraces. Pero todo está claro.
Sabemos que los dos llevamos máscaras.
Los amores de una sola noche, diminutos,
se pegan al deseo y curan como un antiviral.
Se toman con alcohol o los inhalas.
O te los fumas hasta calcinar inútiles resacas.
Por eso a veces los prefiere el alma.
Los prefieren los huesos roídos por la espera
y la desesperanza.
Sirven para matar recuerdos.
Sirven a los fugitivos de los domingos lentos,
a los sinceros derrotados de estos tiempos
donde el amor parece un holograma.
Paseas el muro largo de los lamentos,
el Caribe te pone en pie de guerra.
Tomas uno, lo llevas,
lo cometes como a una figura delictiva,
y después lo entierras en el taxi de vuelta.
No quieres saber la dirección.
No te interesa. Nunca volverás sobre esos pasos.
Ha sido un éxodo,
una escapada de ti mismo.
Los amores de una sola noche tienen eso.
Son eternos mientras la noche dura.
Te enseñan a ser solo, a estar solo,
a sentirte solo sin morir en el intento.
Por eso merecen una oda agradecida.
Una ovación soberbia.
Como la aspirina o el caldo de pollo,
o el agua con azúcar.
Son esas cosas simples que te salvan.
Son dádivas de Dios que pasan sin notarse.
Por eso les escribo.
No cabe más olvido en mi cabeza.
Los adioses
El adiós camina lento.
Arrastra ecos,
futuros truncos,
miedos frondosos.
El adiós es navaja que rasura
impiadosa.
Todo adiós supone una renuncia.
Una coraza.
Una gota salada.
Todo adiós está tentado a desdecirse.
Pero todo adiós es también un salvavidas.
Un acto de supervivencia.
Uno nunca se va si tiene el corazón a salvo.
Nunca, de donde tiene la certeza.
Uno se va de las ausencias, de las estrecheces.
De donde es prescindible, uno escapa.
Así son los adioses.
!Qué isla soy!
¡Qué tan poco me conoce nadie!
Ni por tu mente pasan estos grises que lo tiñen todo.
Esta desesperanza cruda, en carne viva.
Esta soledad recia de hombre
que duele como bala en el pulmón.
¡Qué isla soy!
¡Qué mares me distancian
de los cuatro puntos cardinales!
¡Qué vientos me zozobran!
No poderme partir como un buque en naufragio
es lo más duro de ahogarse.
¡Sobrevivir puede ser tan ordinario!
Quién sabe de las horas sin ojos, de esta falta de aire.
¡Qué tan poco!
¡Qué tan poco me conoce nadie!
¡Y cómo arde!
Desdibújame
No respetes tanto mis contornos,
los límites de mí.
No me dejes tan solo y tan a cargo
de esto que soy, creciendo todavía.
Toma la goma de borrar y desdibújame.
Cuídame como si fuera tuyo.
No quiero que tomes de mí solo quien soy,
sino quien puedo ser contigo.
Créceme en ti, desde ti, como si fuera un brazo,
una pierna, otro corazón latiéndote en el pecho.
Doma esta mala costumbre
de asomarme al amor.
Haz que tu amor se asome y me recoja,
me abduzca,
me detenga.
Porque no quiero ser más quien pasa y besa.
Quiero ser quien besa y permanece.
Sin opciones.
Paz
Paz a ultranza.
A toda costa.
A ojos cerrados.
Para que se escuchen las palabras de los mudos,
que los sordos
puedan percibir el eco de tanto corazón que late.
Paz para la vida.
Paz sin argumentos que la soslayen,
sin razones que justifiquen antítesis,
sin historias mediáticas
ni razones históricas que sustenten su derrota.
Paz como algo natural,
como cauce de todo, como lluvia que sana.
Paz como antivirus del odio.
Paz como vacuna.
como cuna y semilla que germine y desate.
Paz, amor mío, entre tú y yo.
Entre lo irreconciliable.
Paz en las fronteras trazadas por los hombres.
Paz entre los credos que distancian,
los incrédulos que ya no creen en nada
y los inocentes
que todo se lo creen.
Paz, a toda costa.
A ojos cerrados.
A ultranza.
Que el tiempo nos ampare
Me condena la religión de tu nostalgia.
Mi puesto en tu almanaque.
Te lo perdono, porque el amor perdona.
La intermitencia, la incertidumbre de tus alas.
Yo te perdono la falta de paciencia.
Las palabras que nunca comprendiste.
Perdono tus verdades deshonestas,
el mundo donde falto, tal vez para tu suerte.
Perdóname estas ganas de tenerte y perderme,
de perderme y dejarte,
de dejarte y traerte.
Perdóname esta carta donde abdico,
pido perdón, perdono y me repliego.
Yo te perdono las sentencias a cadena perpetua.
Irte, sin irte entera.
Yo te exculpo de ser mi fantasma favorito.
Esa costumbre de estar en todas partes.
Mis desvelos.
Te regreso el rojo de tus manos,
los muchos cigarros donde te fumaste mi boca.
Mándame la impertinencia, el contrabando
con la mordaza puesta.
Tal vez en otra vida, tal vez en otro cuento,
sea posible juntarnos como si nada,
como si siempre,
como si todo.
Y mientras tanto,
que el tiempo nos ampare.