Ana Arzoumanian

Debajo de la piedra y otros textos

 

 

DEBAJO DE LA PIEDRA

La maldita desgarradura,
el abandono de la voz.
El mismo zumbido
de mezquitas viejas.
Y otra vez el vacío
como reguero de cables
en la torsión del cuello.
Sentada debajo de la mesa, espero.
Cuando tu lengua
amasa besos en otra boca
todo el cuerpo que se agacha, duele.

 

 

EL  AHOGADERO

No es calladita la muerte,
hace ruido el pulsador,
ruido la placa.
Le hace ruidos la muerte
como un estropajo que frota
su rígida aspereza.
Entonces ella canta,
canta para no escuchar;
no le cuesta nada
pasearse con la orquesta,
con todo el griterío atirantado.
Pero luego se levanta, se arma,
mete ruido, cruje el vocerío,
y ella canta para no escuchar
el aliento desinhibido, el rugido
de madres plañideras,
la acumulación bulliciosa del acero.
Ella canta la tonada el tarareo
del impacto en la nuca las sienes.
Si la obligan, no le cuesta nada
no escuchar la pedrada,
por eso ella canta y canta
bajo la marea comprimida de su voz,
para ahogar en bóvedas
a la muerte.

 

 

LA JESENSKÁ

Cuando me encuentre de nuevo en libertad,
escribiré un libro
que lleve por título:
“Campo de concentración de Ravensbrück”.
Un libro óseo, prueba viva
de tu vida muerta.
Un libro que leerán
los que escuchen.
Porque estamos sordas aquí,
aunque escuchamos.
No escuchamos las palabras,
pero escuchamos los sonidos.
Distinguimos las voces familiares
pero no entendemos lo que dicen
porque son sólo bullicio.
O podemos repetir
palabras escritas que leemos,
pero no podemos repetir
palabras oídas.
No distinguimos palabras,
de las no palabras.
¿Que es Ravensbrück o Karagandá?
Podemos escuchar palabras cantadas,
pero no habladas.Por eso yo canto y canto
In einem Bächlein helle,
Da schoß in froher Eil
Die launische Forelle
Vorüber wie ein Pfeil.
Ich stand an dem Gestade
Und sah in süßer Ruh
Des muntern Fischleins Bade
Im klaren Bächlein zu. (1)

 

 

KÁUKASOS

La pregunta
en una Nueva York sin jazmines
vuelve
como leña al fuego,
como agua al mar
del mar
que no se llena,
como linchamiento
de encapuchados.
I’m Turkish, ¿and you?
Y yo:
negra negra negra.
Pushkin era negro,
eso dice Marina.
En el Nieuw Haarlem
donde antes
solo había indios;
negros.
Yo una negra que está
aquí
ahora,
porque no estuve
en Anatolia
en ese momento.
Aquí como un barco
que te busca en la orilla
de los puertos
del mar
que no se llena,
para que me veas
mientras me hundo.
La soga
con la que se ahorcaron
las niñas
en las plantaciones.
Yo, una negra
consumida
a latigazos.
Todas las mañanas
del mundo
yo
un pueblo vencido
asisto
al nacimiento
de una nación.
Deformaciones.
Yo estoy aquí
porque no estuve
allí
en ese momento.
Una negra
que no duerme nunca
toda entera.
Escalones de vidrio laminado,
madera bávara
y mármol rosa,
ventanas triangulares
dispuestas como escamas
y la negra
a la deriva
en un extravío
que la derrumba.
La negra ve a Joseph Brodsky
en el Russian Samovar
tomando vodka casero.
Ve
el movimiento de lo que no vive.
En el extremo del decorado
alguien pide mero
con corteza de pistacho y anís.
Las imágenes tiemblan
como los negros tiemblan,
no saben cómo
salir de la película.
Paso toda la noche
mirando siluetas,
los perfiles de las negras,
una anónima aventura africana,
la flagelación
de la revuelta negra en Surinam.
Y aprieto,
porque las negras saben
cómo aprieta
el mar.
Y aprieto
como recogiendo aceitunas
llevando las piernas alrededor del ramo,
deslizándolo
lo hago correr a lo largo
para que se suelten.
Un aceite,
un círculo.
En la pelvis
hay dedos,
tiro
y te deslizo
hasta la punta.
Sólo sobre los sentados
actúa la guerra,
anestesia el efecto
de ciertos sonidos,
ciertas imágenes.
Me muevo vigilante
de tu boca a tus piernas,
te doy mis nalgas,
y otra vez
te busco con la boca
sin intermitencias
sintiendo tu olor a frutos del bosque,
a una semilla
de un algodón que crece.
¿Quién humilla a quién?

 

(1) En un claro arroyuelo, / Se precipita alegremente / La trucha juguetona, / Que pasa como una flecha. / Yo estaba en la orilla / Y en un dulce sosiego / Vi el baño del alegre pececito / En el claro arroyuelo.

Ana Arzoumanian Nació en Buenos Aires, Argentina. De formación, abogada, es poeta, ensayista y traductora. Publicó los libros de poesía: Labios LEER MÁS DEL AUTOR