Desplegada en el aire
Dormido el cuerpo
con la boca fría
me entrego a un deambular
de paso y paso
ritmo de mi sentir
quedo y quebrado
salta por montes de la carne mía
es un ciervo alto
desangrado y graso
con la vena blanca
y el sudor cansado
que atraviesa caminos sin sentido
Me acecha el ave
rígida y despierta
las alas tenebrosas desplegadas
ciervo, garra y ave
el cuerpo está herido
el alma triunfante
con la garra abierta
graznando sobre fibras estancadas
Si pudieras nacer de mis dos senos
Si pudieras nacer de mis dos senos
en vez de dormitar en quieto vientre,
yo iría llevando, amado, entre
dos montes de salud y lumbre llenos.
Te encontrarías en vírgenes montañas,
donde sombras en luces se confunden
y saltan turbulentas y se hunden
en la sima veloz de mis entrañas.
Tú estarías, alma y cuerpo muy serenos,
reposando sobre híbridas alfombras
-pura esencia de luces y de sombras-
contemplando el misterio de mis senos,
que, halcones de la luz, defenderían
con el fuego inconsciente de sus poros
el fruto de sus selvas tan extrañas;
y al nacer, dulcemente se abrirían
gimiendo, silenciosos en sus lloros,
como aves que perdieran sus entrañas.
Oscilaba eternidad al vaho compacto
Oscilaba eternidad al vaho compacto.
Vibración luminosa en aires huellas,
palpa la oscuridad por lo cercado.
Constante turbia; esconden, al frío tacto,
infiltración moliente las estrellas.
En gravedad redonda de embotado
cerco, lava al vacío corrosivos
lechos; el jadear efervescente
pulula solidez llagante, vibra.
Fortaleciendo carne en los activos
fondos, soledad a la corriente,
roe entrañas y amarra con la fibra.
Revienta con las luces de los rastros,
desliza al espesor moviendo bocas.
La descarnaste estanque, descompuesta,
midiendo la lamida hondura de astros,
escarpa adormecer; las ebrias rocas,
gravitan removiendo suave cresta.
Turbia en la marcha, el sueño la distancia
Turbia en la marcha, el sueño, la distancia
que balancea la sien entre dos aires;
turbia en la longitud del aire negro
que se vacía en el viento con estruendo.
La imagen agotada que se esfuerza
por estar quieta, viva y descubierta,
pierde la consistencia, al soplo vago
se arrastra a las esquinas y se pega.
La colección variada, sucia y vieja
de imágenes que aplastan las paredes,
mira la redondez de informes vueltas;
los ojos que se vidrian ven el polvo,
las hendiduras yertas que revuelan;
y sigue la hediondez de humores negros
que se vuelven con aire tibio, vómitos.
Hurga descongestión el organismo
velado por las fibras que se cruzan
y enturbian la visión de los embriagues;
silba la escalofriante rueda inerte
que aplana por los aires ciegos ruidos.
Y queda mi soledad sin habla y sorda,
murmurando en la enfermedad de horas
que mudan mi destino lentamente.
Desplegada en el aire
Desplegada en el aire,
colgando de un hilillo
que se alarga y se angosta
mientras escupo o chupo,
yo, araña en las tinieblas
con las patas redondas
de gastar paredes,
con el vientre escaldado
de manejar insectos;
me subo hacia los techos
y me hieren huevillos,
me bajo a los rincones
y me penetro de agua;
vuelvo hacia el aire fresco
y me quedo colgando,
los ojos encogidos
de soledad y viento,
las patas destrozadas
de agitarlas con fuerza.
Rompiendo en la cabeza,
fluyendo en las entrañas,
la baba se me escapa,
me destroza los miembros.
Languidezco vacía
con la cáscara suave
arrugada y desnuda,
colgando aún del aire.
Mi cuerpo niño de animal enfermo
Mi cuerpo niño de animal enfermo
se asoma, flor de muerte, hacia la tierra.
Las fauces sin canción lo atraen al sueño.
Cabezas erizadas por el yermo
se arrastran contra el pozo que las cierra,
la órbita vacía estirado el ceño;
mi cuerpo triste aún de carne nueva,
se retuerce y se espanta ante su nada.
Se arrastran los demás, muerte dormida.
Es tentáculo oscuro que lo lleva
y es una piedra enorme, muy helada,
que se encuentran, tardando mi caída.
Lame mi cuerpo líquida corriente
Lame mi cuerpo líquida corriente
erizada y sombría. Silenciosa
me he sumergido en la oquedad del agua
dejándome arrastrar dormidamente.
El fondo verde en la humedad reposa;
a través de las capas ardua fragua
levanta chispas negras: el oleaje
envuelve, abrasa los viajeros leves
que deslizan sus formas en mi hueco.
Oigo flotar en torno a mí el ramaje
de brasilla empapada, ardiendo breve.
La ceniza se cierne: aliento seco
que va enjutando el cuerpo remojado.
Por ampollas abiertas brotan soles:
chispecillas de luz en campos míos,
que ha sacado de carnes tibio arado.
A la rastra de negros girasoles
levanta el agua cascarones fríos.