El cielo feroz de estos días
Mi llanto
no estremece tu olvido.
El espacio
entre mi llanto y tu olvido
no cabe en estos versos.
***
II
Emma recorre
la textura del antebrazo de Rodolfo.
Sus dedos finos y blancos
palpan/ huelen /rozan/acarician
poesía
donde no la hay.
***
Marcel
I
Las voces que ve
—cuando por fin se duerme—
no lo acarician.
Lo estremecen.
Ruidos duros (lentos).
Combate desigual:
él es uno solo.
Ellas rebotan una y otra vez
contra las paredes del sueño.
Duplicación (desdoblamiento)
sin pausa.
Quién sabe
pueda empujar esas paredes
trascenderlas.
Mirar una voz
—sólo una—,
esa.
Y sentirse acariciado.
II
El cielo feroz de estos días
se descuelga interminablemente.
No habrá vida después de mañana
cuando todas las músicas
por fin hagan silencio.
Marcel transcurre
en el tiempo del arte.
No hay cielo feroz ni presencia mezquina.
La frase de la sonata de Vinteuil
y las marinas confusas de Elstir
lo atrapan.
***
La madre de Marguerite
no escribe,
no come,
traga el aire a borbotones.
Sólo toca el piano y acuna a sus hijos dentro de su caja. En silencio pide un abrazo.
Moneda por moneda como caricia envilecida.
Cuando por fin le sea dado ese terreno fangoso
en el que,
ni siquiera,
podrá plantar su corazón,
estará aún más sola.
***
Marguerite
quería una madre
que tuviera predilección por las carameleras.
Podía describirla con todo detalle: redonda
cristal azul tallado —tres patas— como de felino,
tapa transparente,
también
tallada.
¿Sabía zurcir su madre?
¿Tenía costurero
(articulado en varios pisos
con bisagras de bronce
finas y largas)?
¿Ordenaba los carreteles de hilo
por colores
en degradé?
Marguerite quería una madre
anémona.
***
Tu conciencia salva la mía, Zénon.
Y el barro no ensucia tu sensibilidad.
Borraste a tu padre del recuerdo
y el espanto de la carne
chamuscada
se mojó en llanto de impotencia.
¿Qué palabras inventaste?
¿Qué sílabas alteraste?
El tiempo divino golpeó y golpeó la piedra
y no fue por alquimia
que la arena fina
se escurrió entre tus dedos.
El mar era inmutable
—no como tu fe—
¿Creías en el alma?
¿Qué buscabas?
¿Qué pájaro sostenía tu mirada?
En la mitad de la noche
aúllan
recuerdos oscuros.
No hay luciérnagas
ni caricias
ni un solo sabor de la infancia.
La tristeza de Hilzonda ¿quedó atrás?
¿O fue el motor de tu eco y de tu sombra?
Brujas Turquía Argel Paris Innsbruck Alemania:
casi no hubo primavera en tu costado
sólo dunas blancas
nieve de acero
mar eterno.
(Y yo desde mi insomnio
cómoda entre cuatro paredes
me atrevo a escribirte).
No te juzgo, Zenón:
tu potencia
tu lucidez
tu estirpe
vinieron a aclarar mi mundo.
Todo es más vivo ahora,
y una escalera colgante
quizás
me acerque
a los Jardines de Babilonia.
-De Suite Francesa 1857-1968 (Barnacle, 2024)