Alí Calderón

Apuntamientos sobre El Sinventura Juan de Yuste

 

 

El nuevo libro del reconocido poeta mexicano

 

 

 por Álvaro Solís

 

Una multitud de voces, un entramado al margen, un yo que se afirma en un sí tan fantasmal como alegórico, un yo dinámico que construye su eje en Juan de Yuste porque fue él quien se negó al olvido o porque en sus manos el carbón logró fijarlo en los años del futuro, en la densa blancura de una de las paredes de su celda: “Aquí estuvo preso el sin ventura de Juan Yuste con otros muchos que traía en mi compañía”, leyó Gonzalo Sandoval junto a otros hombres. Allí estuvo preso el sin ventura que tuvo que alejarse de sí para poder deletrear su infierno, los otros muchos, cientos, compartieron su agonía, su estar sin prisa en la línea, en la espera de la muerte, su andar fatídico hacia lo desconocido, su temor naciente ante el cuero de los enormes tambores, los sonidos que el viento arrancaba a ciertas ramas en esa planicie de cielos frondosos de azul que recordaban la patria, en esos gritos a media noche cuando el frío dilataba las paredes del corazón.

Sandoval miró las negras letras sobre el fondo blanco, miró también la sangre en las paredes, recordó quizá la pestilencia de otros altares allá en Cempoala o en Tenochtitlan, miró las disecadas barbas en la piel curtida y delgada de un amigo, reconoció ese rostro también blanco, tan blanco como las paredes de esa ciudad en la que otros hombres por fin lograron devorar a Dios. Sandoval y sus hombres miró el vacío en donde debían estar los ojos, las pieles colgadas de caballos que también reconoció, sabía sus nombres, miró las pieles de gatos, de perros, de cerdos, pieles de niños disecadas, de mujeres, de esclavos, miró el hedor de aquellas carnes, su agria podredumbre, su tacto en ruinas.

La tropa en plenitud silabea en estas páginas, aprendiendo a hablar nos dan memoria y casi todos rehúyen a la escritura, con atención se escucha el murmullo, el aliento al oído produce espanto porque hay otras voces adentro del aire tibio que pretende de nuevo la vida, la memoria. Entre murmullos como en Rulfo los fantasmas encarnan en un pasado de crónica, rehúyen al presente anémicos de tiempo, su voz es urdimbre, casi secreto al oído de quien vive aún entre las sombras. Sólo dos voces, la de Narváez, la de Botello, lanzaron su anzuelo hacia el mañana, el primero se equivoca, no mira lo tuerto del futuro, no mira las olas que provocan el naufragio en la Florida, no mira la sed entre las flechas, la desnudez del hambre que lleva hasta la tumba, la tumba de sal y de furia en lo profundo del mar donde las olas dibujan siluetas de animales desconocidos. La otra voz acierta en todo, mira la huida, los saltos de garrocha, en sueños el acero de la espada no encuentra consuelo ni en la luna, en sueños los ángeles y demonios por igual escupen el pasado y el futuro, pobre Botello, sus barbas rojas llenan de stop las hojas de su cuaderno, no más, regresen, mañana moriremos todos. Botello advierte, la tropa escucha entre la risa y el llanto porque ya no hay salida al terror de morir lejos de casa, al lento caer del oro entre las aguas donde hasta los peces han decidido emprender la huida.

Las voces en el libro se afirman entre la historia y el espacio cóncavo de lo aparente, la imagen de la derrota es filo sobre la herida, nombres ya casi sin fuerza se niegan al hundimiento en el vacío, estiran sus brazos que ya no tienen carne, se arrancan la tierra que adentro de su pecho germinó gusano, mosca de lo pútrido, en fila: Diego Velásquez, Pánfilo el de la Corona de Castilla, Arguello, Almodovar, el Rey Fernando, Francisco Martín que mea la palabra sagrada, Beatriz Bermúdez “la Bermuda”, Francisco de Serrantes, Ayllón, Antón García, Juan de Bono, Cortés y Olí, Alonso Bejarano, Moctezuma, Blas Botello, Cacamatzin, Bernal Díaz del Castillo, Farfán, Alonso de Parada, Cristóbal de Morante, Diego de Ordaz, Moctecuhzoma, Calderón; fantasmas todos, enhebren el vocablo, nadie aquí tiene ventura, que sople el tiempo entre estas ramas, entre este hilos de calor que poco a poco…nos consumen.

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portada juan de yuste

Alí Calderón (Ciudad de México, 1982). Es poeta y crítico literario. Doctor en Letras Mexicanas por la UNAM. En 2007 recibió el Premio Latinoamericano ... LEER MÁS DEL AUTOR