Alfredo Zitarrosa. Dile a la vida

 

Presentamos algunos textos del gran cantautor uruguayo.

 

 

 

Alfredo Zitarrosa

 

 

DOÑA SOLEDAD

Mire doña Soledad,
póngase un poco a pensar,
doña Soledad,
cuántas personas habrá,
que la conozcan de verdad.
Yo la vi en el almacén
peleando por un vintén,
doña Soledad.
Y otros dicen haga el bien,
hágalo sin mirar a quién.
Cuántos vintenes tendrá
sin la generosidad,
doña Soledad,
con los que pueda comprar
el pan y el vino nada más.
La carne y la sangre son
de propiedad del patrón,
doña Soledad.
Cuando Cristo dijo no,
usted sabe bien lo que pasó.
Mire doña Soledad,
yo le converso de más,
doña Soledad,
y usted para conversar
hubiera querido estudiar.
Cierto que quiso querer,
pero no pudo poder,
doña Soledad,
porque antes de ser mujer
ya tuvo que ir a trabajar.
Mire doña Soledad,
póngase un poco a pensar,
doña Soledad,
qué es lo que quieren decir
con eso de la libertad.
Usted se puede morir,
eso es cuestión de salud,
pero no quiera saber
lo que le cuesta un ataúd.
Doña Soledad,
hay que trabajar…
pero hay que pensar…
no se vaya a morir…
la van a enterrar…
Doña Soledad…

 

 

CANTO DE NADIE

Milonga, estabas temblando
en mi corazón;
acurrucadita como un niño
acostumbrado al dolor

Carne de otras milongas, vos sos,
canto de nadie
y en el mismo aire
te crecen dos alas de consolación.
Llena de hondos silencios
memoria cruel del amor,
sos mi flor de cartón,
rosa entregada con cada canción.
Milonga, aquí en la guitarra,
estrujándola,
hay una mano blanca
que viola y arranca tu rosa y se va.

Fue tan fácil robarte esa flor
que ni la mira;
la huele y la tira,
sus ansias suspiran por otra mejor.
Muñequita de alambre,
tu emocionada canción
no es más que una ilusión,
sangre sin hambre, dolor sin dolor.
Gajito de enredadera,
milonga fiel,
ya no hay quien te quiera,
no es de primavera tu flor de papel.

 

 

DILE A LA VIDA

Para tanta soledad me sobra el tiempo;
dile a la vida que viva;
tu recuerdo no se muere ni yo siento
más que penas conocidas.
Para tanta soledad me sobra el tiempo;
dile a la vida que viva.
En mi alma muchas veces un momento
se abre una puerta dormida,
yo no sé si sacudida por el viento;
sé que se cierra enseguida,
y en la celda donde vivo
siempre encuentro tus flores desvanecidas.

Cuando volvamos a vernos
no sangrarán tus heridas;
yo he pagado tu dolor con el infierno,
tu amor con toda mi vida.
Para tanta soledad me sobra el tiempo;
dile a la vida que viva.
No me traigas esas flores ni preguntes
si te arranqué de mi vida,
en la negra oscuridad donde te hundes
mi corazón te vigila.
No me traigas esas flores ni preguntes
si te arranqué de mí vida.
Tus amores, nuestro amor y el
pensamiento,
son canciones enemigas;
yo sé bien cuáles son mis
sentimientos,
no quiero más despedidas.
Para tanta soledad me sobra el tiempo
y el tiempo sí que te olvida.
Cuando volvamos a vernos, etc.,
dile a la vida que viva.