Alfredo Trejos

Ni el polvo

 

 

 

-Poemas del libro “Los nombres propios” (Editorial Costa Rica, 2024)

 

 

 

 

TODO CAE

 

Un trozo de papel,

un poco de pan,

una gota de agua: todo

cae de la mesa —y parece que cae porque sí,

porque ya era hora.

 

Nada ni nadie los ha llevado

visiblemente al borde,

hacia el vacío. Todo está derecho y nivelado.

 

Pero las cosas caen: el papel,

el pan, el agua, se mueven

hacia el abismo. Rehúsan

la superficie limpia de la mesa

y caen, como instigados

por una sombra o un fantasma.

 

Todo cae.

 

No solo el papel,

el pan

y el agua. No solo

la plenitud y la loza.

 

Todo se mueve

como si soplara el viento

desde una herida.

 

 

 

 

NO TENDRÉ HIJOS

 

No es un gran problema

ni algo que contenga

una gran tristeza —pero cuando

una verdad aúlla así,

sin excesos, sin desesperación,

solo para desacomodar

la noche, se podría pensar

que el dolor oculta parte

de su forma. Casi todo

su rostro bajo un abrigo,

bajo una manta. Quizás sea

 

la razón por la cual

no tener hijos y enfermar

y desvanecerse

recuerde una gran cosecha

de hielo —vagón tras vagón

de frío embarcado hacia

hospitales y cementerios.

 

Podría decirse

que semejante fortuna congelada,

a esta hora, me ha vuelto

un hombre más a merced

de lo que jamás hará.

 

 

 

 

EL PERRO

 

El perro muerto

durante la construcción

del puente, del viaducto,

—por atropello, por hambre,

por olvido—

ha de ser levantado

por un capataz

y un par de trabajadores del acero

y depositado en las bases,

bajo el asfalto.

 

Será el perro

anónimo de la arena

y el adobe. Todos lo visitarán

(ignorando que lo hacen)

al ir a sus trabajos, a sus citas,

con una ofrenda de premura.

 

No sabrán que

son los ojos muertos

de este perro

los que mantienen en su lugar

 

a la autopista.

 

 

 

 

EL VACÍO

 

Saco los últimos

comestibles del refrigerador:

una cebolla,

un plato con sobras

y una pieza de jamón

que más bien parece

una vieja fotografía

en la que vos

y yo estamos juntos.

 

No queda mucho más.

 

El refrigerador

no es una cosa

en la que uno pone

cualquier cosa. Es

como el corazón:

una vez que se queda

sin nada, pues se queda

sin nada. Los últimos

 

víveres, pues son

los últimos. Pero quizás

guardar ahí, después de todo,

una foto de nosotros sea una justa

ceremonia. Un ritual

 

a los temporales alimentos.

 

Dejaré conectado

el refrigerador

para que conserve

la frescura del vacío.

 

 

 

 

NI EL POLVO

 

Pedime

cualquier cosa

y te diré que no.

 

Para vos,

ni el polvo. Tengo poco

y no te pertenece:

 

ante tu boca o tus dedos

cada cosa que tengo

ha de irse a los armarios

 

—cada cosa que tengo

es un cachorro asustado

que corre si te escucha

 

porque yo lo digo. Y digo no.

¿Necesitás una aspirina? No.

¿Querés sopa, café, palabras? No.

 

Nos fallamos. Te fallé.

Y en el futuro

mi atención estará en fallarte

 

todavía más.

 

Alfredo Trejos Nació en San José, Costa Rica, en 1977. Ha publicado los poemarios Carta sin cuerpo (2001), Arrullo para la noche tóxica LEER MÁS DEL AUTOR