Letra viva
LETRA VIVA
Así es. Recién ahora te contesto, dices
que soy difícil, que hablo poco. Es cierto. Siempre
he sido difícil: la verdad me gusta abierta, como una res al aire,
tú lo sabes.
No estoy para sonrisas,
para nadie.
El Perú va conmigo, sangra
largo tiempo oprimido.
Qué cosa horrible y dolorosa es
respirar por la herida, no saber en dónde echar el agua de los ojos,
sacarse el alma exactamente aquí.
Siempre he sido cerrado, y ahora aún más ásperamente, viendo
la sangre derramada por el suelo, la lechada
de cal sobre el obrero destrozado.
Saco
la cara. Como siempre. Y si no te parezco muy peruano
soy más peruano que la marinera. Toma
y dale lo que quieras de mi parte al mendigo.
Me abro. Definitivamente me tiendo
como una red al aire, a ver si pasa por mi cuerpo tu alma. Oh,
cómo quisiera estar al lado tuyo, revolcarme
en tu rostro, como un niño, tirarte
de los labios, respirarte y llenarme la boca con tu nombre.
Sigo mal de los ojos, sin embargo
veo muy bien l que hago, lo que hacen
conmigo esas palabras que hablan por la espalda.
Nado en plata. (Abre las cortinas y verás
lo que es la luna sobre el mar…) Y dicen que poseo
hembras brahamanas, que me afeito tarde, que soy
muy poco amable con las ratas. ¡Hijos de puntos suspensivos…!
Se acabaron las lágrimas. Necesitamos agua, mucha
Agua, y sin llorar miseria,
sin pedir nada a nadie, abriremos de un tajo la verdad.
Esa verdad
que debe orear abierta, como una red
o una res al aire,
y aunque sangre o amargue como el mar que me cerca,
tú lo sabes.
SIN PALABRAS
El amor es una palabra
y otra palabra
que no dicen nada
de lo que dicen las palabras
de amor
cuando estoy a tu lado
EL CUERPO QUE TÚ ILUMINAS
Porque eres como el sol de los ciegos, Poesía,
profunda y terrible luz que adoro diariamente.
Mis ojos se queman como los ojos de las estatuas
mi corazón padece como un vaso de vino un armario.
Tú eres un puente de agonía, un mar animado
de agua viva y palpitante. Tú te alzas y brillas:
yo giro alrededor de ti; alta y pura te miro
como los perros a la luna, como un semáforo para morir.
¡Oh Poesía incesante, mi buitre cotidiano,
me tocó servirte en el reparto de sufrimientos:
como un niño exploraba las tierras pálidas del sol.
¡Oh Poderosa! Yo soy para ti uno de los miembros
de esta numerosa familia sideral
compuesta de padres e hijos milenarios.
Yo soy para ti la noche: Tú me enciendes,
ardo en el vientre universal,
rabio con las olas y las nubes,
escribo al girasol que me ama diariamente deslumbrado.
Yo te devuelvo, amor mío, como un espejo desierto
en cuyas entrañas están las cenizas de donde Tú renaces.
Yo te devuelvo amor, mi vientre se renueva sin cesar.
Tú te ocultas y muerdes, entonces, como una ola gloriosa, llena de dulzura y vigor.
¡Oh Poesía, mi rayo divino y cruel, clava tu pico,
devora el fuego que me abate, apaga esta zarza inmortal!
He aquí mi cuerpo, roído por las estrellas,
pálido y silencioso como un dios que ha cesado
y que Tú arrastras, borrándolo, como el mar o la muerte.
SOBRE LA INFANCIA
La infancia nos llena la cabeza de luciérnagas
de polvo las rodillas y los ojos nos cubre
dulcemente. La infancia nos llena las manos
de globos y limosnas; la boca, de pitos y azucenas
y nos cubre las espaldas con sus plumas de cigüeña.
En la infancia son monarcas los ratones y los dientes.
¡Oh la infancia, la hora blanca del reloj,
el tierno silabario, el bonete de los ángeles y el duende!
Uno se siente nuevo, herido por un corcho,
muerto heroicamente sobre un caballo de madera:
amo mi infancia, mi corazón en pantalones cortos.
SER DILUIDO
Cosas que el amor ha ordenado hoy se diluyen lentas.
La muerte es un supremo resplandor para el que cierra
los ojos de pronto. ¿No era el amor, entonces,
un solo corazón girando en torno tuyo, bien mío?
¡Oh mi pequeña amada, mi terrible secreto!
Saber que soy un trompo que se duerme en tus manos.
Saber que fui pequeño como un dios de cristal a tu lado.
Ser que giras en lo alto o reposas en mi almohada,
ser que duras un relámpago, que vives entre el día y la noche,
medio triste, medio alegre, si tus labios he besado
en cada fruta, si te he amado en mis cuadernos, en mis lápices,
si tu nombre se destruye en silabarios, no seré yo
quien te acaricie como a un espejo mojado, no seré yo
quien cierre tus ojos, quien ordene tus cabellos,
quien sostenga tu rostro como una esfera embrujada.
¿Dónde, noche, ojo de estatua, torso de frío terciopelo,
dónde, araña de oro entre las ruinas escarlata, dónde
corazón que golpeas mi sangre como una ola?
¿En dónde naces tú? ¿Por qué sombrío valle tu sombra de cristal
huye del aire? ¿En qué estación tus labios se abren,
tus ojos en qué cielo? Hermana de las esmeraldas,
rostro silvestre donde empiezo a morir,
tan sólo un sueño, una mirada tuya me entristecen.
El amor es una espada de seda, igual que la muerte.
MICAELA BASTIDAS
Óyeme. Ven a mí, Micaela
Bastidas. Cuánto tiempo sin verte, parece
mentira que retornes miembro a miembro, rastro
a rastro, hasta nosotros.
Ahora,
quiero tenerte en mis ojos, lo más cerca
de mi alma, Micaela Bastidas,
rama enterrada.
El Perú
es cosa seria.
Destrozada
está el alba. Ayúdame
a levantarla, trozo
a trozo, como quien hace una casa para todos.
Yo ya no tengo paciencia
para aguantar todo esto.
Yo no podría hacer más (se me cierran
las puertas, dan
portazos en mi alma, quisieran encerrarme
la palabra, como los labios, arrancarme
los sueños de raíz), pero contigo, azul
llave
de
sol, abriría
todas las puertas (las puertas que hoy
se me cierran: panorama
hacia el alba,
que se me niega), abriría
todas las puertas, que van
a dar
al mar abierto, al aire
libre, para ver en la aurora lo que he soñado
despierto, desterrado
en el Perú.
Por todo esto (y aún por algo más que callo),
déjate
ver ahora, danos
aliento,
árdenos,
enciéndeme estos versos, yo
ya no tengo palabras
para tanta infamia, Micaela
Bastidas, vuelve
a nosotros, ayúdame
a levantarnos.