Alejandro Romualdo

Letra viva

 

 

 

LETRA VIVA

 

Así es.  Recién ahora te contesto, dices

que soy difícil, que hablo poco.  Es cierto.  Siempre

he sido difícil: la verdad me gusta abierta, como una res al aire,

tú lo sabes.

 

No estoy para sonrisas,

para nadie.

 

El Perú va conmigo, sangra

largo tiempo oprimido.

 

Qué cosa horrible y dolorosa es

respirar por la herida, no saber en dónde echar el agua de los ojos,

sacarse el alma exactamente aquí.

Siempre he sido cerrado, y ahora aún más ásperamente, viendo

la sangre derramada por el suelo, la lechada

de cal sobre el obrero destrozado.

 

Saco

la cara.  Como siempre.  Y si no te parezco muy peruano

soy más peruano que la marinera.  Toma

y dale lo que quieras de mi parte al mendigo.

 

Me abro.  Definitivamente me tiendo

como una red al aire, a ver si pasa por mi cuerpo tu alma.  Oh,

cómo quisiera estar al lado tuyo, revolcarme

en tu rostro, como un niño, tirarte

de los labios, respirarte y llenarme la boca con tu nombre.

Sigo mal de los ojos, sin embargo

veo muy bien l que hago, lo que hacen

conmigo esas palabras que hablan por la espalda.

 

Nado en plata.  (Abre las cortinas y verás

lo que es la luna sobre el mar…)  Y dicen que poseo

hembras brahamanas, que me afeito tarde, que soy

muy poco amable con las ratas.  ¡Hijos de puntos suspensivos…!

Se acabaron las lágrimas.  Necesitamos agua, mucha

Agua, y sin llorar miseria,

sin pedir nada a nadie, abriremos de un tajo la verdad.

Esa verdad

que debe orear abierta, como una red

o una res al aire,

y aunque sangre o amargue como el mar que me cerca,

tú lo sabes.

 

 

 

SIN PALABRAS

 

El amor es una palabra

y otra palabra

que no dicen nada

de lo que dicen las palabras

de amor

cuando estoy a tu lado

 

 

 

EL CUERPO QUE TÚ ILUMINAS

 

Porque eres como el sol de los ciegos, Poesía,

profunda y terrible luz que adoro diariamente.

Mis ojos se queman como los ojos de las estatuas

mi corazón padece como un vaso de vino un armario.

 

Tú eres un puente de agonía, un mar animado

de agua viva y palpitante. Tú te alzas y brillas:

yo giro alrededor de ti; alta y pura te miro

como los perros a la luna, como un semáforo para morir.

 

¡Oh Poesía incesante, mi buitre cotidiano,

me tocó servirte en el reparto de sufrimientos:

como un niño exploraba las tierras pálidas del sol.

 

¡Oh Poderosa! Yo soy para ti uno de los miembros

de esta numerosa familia sideral

compuesta de padres e hijos milenarios.

Yo soy para ti la noche: Tú me enciendes,

ardo en el vientre universal,

rabio con las olas y las nubes,

escribo al girasol que me ama diariamente deslumbrado.

 

Yo te devuelvo, amor mío, como un espejo desierto

en cuyas entrañas están las cenizas de donde Tú renaces.

Yo te devuelvo amor, mi vientre se renueva sin cesar.

Tú te ocultas y muerdes, entonces, como una ola gloriosa, llena de dulzura y vigor.

 

¡Oh Poesía, mi rayo divino y cruel, clava tu pico,

devora el fuego que me abate, apaga esta zarza inmortal!

 

He aquí mi cuerpo, roído por las estrellas,

pálido y silencioso como un dios que ha cesado

y que Tú arrastras, borrándolo, como el mar o la muerte.

 

 

 

 

SOBRE LA INFANCIA

 

La infancia nos llena la cabeza de luciérnagas

de polvo las rodillas y los ojos nos cubre

dulcemente. La infancia nos llena las manos

de globos y limosnas; la boca, de pitos y azucenas

y nos cubre las espaldas con sus plumas de cigüeña.

En la infancia son monarcas los ratones y los dientes.

¡Oh la infancia, la hora blanca del reloj,

el tierno silabario, el bonete de los ángeles y el duende!

Uno se siente nuevo, herido por un corcho,

muerto heroicamente sobre un caballo de madera:

amo mi infancia, mi corazón en pantalones cortos.

 

 

 

 

SER DILUIDO

 

Cosas que el amor ha ordenado hoy se diluyen lentas.

La muerte es un supremo resplandor para el que cierra

los ojos de pronto. ¿No era el amor, entonces,

un solo corazón girando en torno tuyo, bien mío?

¡Oh mi pequeña amada, mi terrible secreto!

Saber que soy un trompo que se duerme en tus manos.

Saber que fui pequeño como un dios de cristal a tu lado.

Ser que giras en lo alto o reposas en mi almohada,

ser que duras un relámpago, que vives entre el día y la noche,

medio triste, medio alegre, si tus labios he besado

en cada fruta, si te he amado en mis cuadernos, en mis lápices,

si tu nombre se destruye en silabarios, no seré yo

quien te acaricie como a un espejo mojado, no seré yo

quien cierre tus ojos, quien ordene tus cabellos,

quien sostenga tu rostro como una esfera embrujada.

¿Dónde, noche, ojo de estatua, torso de frío terciopelo,

dónde, araña de oro entre las ruinas escarlata, dónde

corazón que golpeas mi sangre como una ola?

¿En dónde naces tú? ¿Por qué sombrío valle tu sombra de cristal

huye del aire? ¿En qué estación tus labios se abren,

tus ojos en qué cielo? Hermana de las esmeraldas,

rostro silvestre donde empiezo a morir,

tan sólo un sueño, una mirada tuya me entristecen.

El amor es una espada de seda, igual que la muerte.

 

 

 

 

MICAELA BASTIDAS

 

Óyeme. Ven a mí, Micaela

Bastidas. Cuánto tiempo sin verte, parece

mentira que retornes miembro a miembro, rastro

a rastro, hasta nosotros.

 

Ahora,

quiero tenerte en mis ojos, lo más cerca

de mi alma, Micaela Bastidas,

rama enterrada.

 

El Perú

es cosa seria.

Destrozada

está el alba. Ayúdame

a levantarla, trozo

a trozo, como quien hace una casa para todos.

 

Yo ya no tengo paciencia

para aguantar todo esto.

 

Yo no podría hacer más (se me cierran

las puertas, dan

portazos en mi alma, quisieran encerrarme

la palabra, como los labios, arrancarme

los sueños de raíz), pero contigo, azul

llave

de

sol, abriría

todas las puertas (las puertas que hoy

se me cierran: panorama

hacia el alba,

que se me niega), abriría

todas las puertas, que van

a dar

al mar abierto, al aire

libre, para ver en la aurora lo que he soñado

despierto, desterrado

en el Perú.

 

Por todo esto (y aún por algo más que callo),

déjate

ver ahora, danos

aliento,

árdenos,

enciéndeme estos versos, yo

ya no tengo palabras

para tanta infamia, Micaela

Bastidas, vuelve

a nosotros, ayúdame

a levantarnos.

 

Alejandro Romualdo Valle Palomino. nació en Trujillo, Perú, el 19 de diciembre de 1926. Estudió Literatura en la Facultad de Letras de la Universidad Nacion ... LEER MÁS DEL AUTOR