Aixa Rava

Armadura y otros textos

 

 

 

Palabras de este mundo
Nueva poesía argentina
Selección y edición: Marisa Martínez Pérsico

 

 

 

Nieve

 

La última vez que toqué la nieve

mis manos recibieron las partículas

minúsculas de aquella otra

que alguna vez odié.

Una bola de nieve es como una bola de cristal:

puedo ver a través las calles blancas

las piernas enterradas hasta la rodilla

los techos cubiertos, las ramas vencidas

las huellas cimbreantes, barrosas

de los autos y camiones.

Puedo ver también las tardes

de juego en casa:

la danza en el living

el montaje en la escalera

mamá que teje y toma mates y nos mira.

Una soledad plomiza entra por las ventanas,

papá está lejos, en el campo

imprime sobre esta misma nieve

la rúbrica de sus borcegos.

La nutria que cuidamos está en mis brazos,

caliente el cuerpo se hincha y retorna,

nos mira hasta que se duerme y la nevisca

se funde con las voces de Sui Generis.

Mis manos aclimatadas se acoplan al fuelle,

la última vez que toqué la nieve

eché en falta ese pelaje denso

por sentirlo otra vez dejé

que me quemara el frío.

 

 

 

 

El rastro

 

Me quedé

en esa llamada —etapa de la niña

il ritornello,

mirando el árbol

subiéndolo

reptándolo

uniéndolo al tiempo.

En el instante último encontré

el bucle infinito de los recuerdos

como un gusano que una y otra vez

pisa el rastro de sí mismo.

 

Así, toda la tarde

después de que te fuiste.

 

 

 

 

Los sitios de mi cuerpo

 

Sitiar tiene impronta latina

y su forma replica la de una muralla.

Sitiar es acción colectiva, individual, acción humana.

Sitiaste una parte minúscula, suelo de mi pelvis.

Sitié entera la corteza donde se alojó el recuerdo.

Sitiamos los ratos libres, las noches de celo

cada vocablo dulce, cada veneno.

Poco a poco cercados

los sitios de mi cuerpo.

No, no lo hice sola

no puedo sola con tanto

territorio vivo.

 

 

 

 

Armadura

 

Debajo del árbol me arrulla

como el viento a las ramas esa tarde

que me enfrenté a papá.

Diestra en el sostén de cuatro hijos

sus brazos rodean mi espalda

entrelaza las manos

y nos balanceamos las dos

una canasta humana.

Me dice No le contestes, hija…

palabras que puedo entender

y nos hundimos en las lides del cuerpo

y de la mente

como queriendo justificar

levantamientos y sumisiones.

Así, la vida-contienda, el hogar-campominado

el lenguaje-aguja y estos hilos que

se enredan y no se cortan.

 

Madre, todavía no aprendo

y me encierro en el abrazo

debajo del árbol, al arrullo del río.

A veces la armadura

se parece a un cascarón

y se parte.

 

 

 

 

Godai (selección)

 

Dos gatos miran el jardín por la ventana

no son míos, viven conmigo,

mejor dicho: yo vivo con ellos en esta casa

que tampoco es mía.

El jardín se prolonga debajo de un cantero colgante

que no albergó nunca ninguna planta.

Trozos de escombros

de la construcción de la casa se mezclan

con tallos, hojas y restos de pájaros que alguna vez hicieron

su nido en el lugar equivocado.

 

¿Cómo se construye un hogar en el lugar equivocado?

Ejemplos sobran.

El jardín nos reclama varias veces al día;

hace unos años fue sectorizado

cuando esta casa familiar pasó a ser

de media familia.

Se dividió la tierra a lo largo en seis parcelas

más o menos iguales

unas para plantas, otras para cubrir con cemento y piedra.

El césped crece dentro de los límites humanos impuestos

y de otros límites:

los de una cachorra que todos los días

labra un pozo nuevo como queriendo recordar-nos

que no hace bien acostumbrarse

enteramente a la quietud

al orden establecido

al confinamiento

al límite.

 

A la vida hay que encontrarle un contra-tiempo,

hacer un pozo en la tierra

descubrir lo que hay debajo

sacar(se) la cabeza un rato.

 

El jardín se ve hermoso desde esta ventana, con su retama

generosa y ondulante, sus prolíficas lavandas

sus malvones, sus rosales.

Los gatos solicitan

varias veces al día recorrerlo.

Yo lo visito poco,

me empecino en permanecer en el lugar equivocado.

Traigo, en cambio, su color moviente con la mirada,

le doy espacio en la casa estática de mi cuerpo

como esperando

que se me madure dentro.

 

Ahora el viento cierra con fuerza una persiana.

Me acerco para volver a abrirla, los gatos

que hace minutos volvieron de afuera, me miran

sin cambiar su esfíngica postura.

El sol me estalla en los ojos, el aire chispea, la perra

levanta el hocico de la tierra y me mueve la cola cuando me asomo.

Voy a bajar antes que anochezca

a mí tampoco me hace bien acostumbrarme.

 

(Inédito)

 

 

 

 

Algunas palabras de este mundo

Quiere esta antología, junto con difundir las voces de treinta poetas argentinos nacidos entre 1970 y principios del siglo XXI, ser, con su eco preliminar de Árbol de Diana (1962), un homenaje a Alejandra, de cuya muerte se cumple medio siglo.

Celebrar, desde el guiño de su título, esos pequeños artefactos poéticos perfectos, esas piezas muchas veces brevísimas que dan cuenta de una subjetividad quebrada, de una orfandad metafísica, con unas dislocaciones pronominales que potencian el característico tono de tipo liminar pizarnikeano, siempre al borde, en el umbral o límite entre posibilidad e imposibilidad del decir. Poesía que es desamparo y morada. Claridad y oscuridad a la vez.

Las páginas que siguen son un intento de visibilizar y divulgar un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas nacionales: hay derivas de la poesía conversacional, propuestas en clave realista, programas de carácter hermético, de indagación ontológica o continuadores de la tradición de la ruptura, estéticas herederas del neobarroco/neobarroso y de la poesía experimental, del riesgo, que se institucionalizaron en países como Argentina o México, especialmente durante la década del ’90. Poemas en prosa y otros que buscan el diálogo intergenérico o transmedial (lírica, narrativa, teatro). Poemas que no exceden una página (¿una pantalla?) y poemas largos memorables.

Esta muestra responde, además, a una vocación federal y extraterritorial. Incluye autores que nacieron y viven en distintas provincias argentinas –desde Salta hasta Tierra del Fuego– y otros radicados en el extranjero (Holanda, Francia, España), que encarnan una argentinidad poética ‘extraterritorial’ (George Steiner), ‘glocal’ (Vicente Luis Mora) y ‘posnacional’ (Bernat Castany).

Marisa Martínez Pérsico
Roma, octubre de 2021

 

 

Aixa Rava Nació en Tierra del Fuego en 1982. Profesora en Letras por la Universidad Nacional del Comahue (Neuquén), escritora y editora. Está a car ... LEER MÁS DEL AUTOR