Adolfo Padilla

Asedio de la belleza

 

 

 

 

 

INICIACIÓN

 

La vida

te abre por fin los ojos;

te devuelve los ojos,

y pone el sol en tu ventana.

 

Entra por esa puerta,

y toca el silencioso paraíso:

un firmamento hecho de ti,

…a la medida de tu mano.

 

Uno se deja solo, demasiado

entre las gentes, y se desvanece.

 

No pierdas tiempo buscando,

ve adonde no hay,

ahí reposan los elementos;

hunde las manos

en el espejo de ese polvo,

… sopla:

¡estás investido!

 

 

 

 

ESTO DE VIVIR  

 

A los caídos en la Pandemia de la COVID19

 

Esto de vivir —arte complejo—

sobre la tierra, bajo la tierra;

de llevar, traer, contar noches y días;

nombres, rostros dispersos,

y muertos… cada vez más muertos.

 

Parece, que todos los que hay:

los hechos polvo,

los del fondo de los océanos,

los esparcidos en el viento o en el fuego;

los que no alcanzaron a ser,

los que apenas fueron…

todos de una vez se nos vinieron encima

en una gran marejada hasta cubrirnos,

mezclarnos entre ellos,

confundirnos con ellos,

ser parte de ellos,

como ellos…

 

Tal parece, muerte, que nos jugaste

la encerrona perfecta…Pero sabes, a nadie importas;

por eso, ocurre cuantas veces quieras… ¡Llévatelo todo!

 

Aparatosa vida, yo digo que demasiados muertos;

y yo demasiado vivo…

 

insoportablemente vivo.

 

 

 

 

EN LA BÓVEDA DE LA POESÍA

 

Entro

a tu bóveda secreta.

 

Eres,

como te había soñado.

 

Mis dedos en tus muros,

escrutan preceptos luminosos.

 

Por vibrantes intersticios,

tu álgebra armoniosa me alza.

 

Veo, desbastados umbrales,

y confines abiertos…

 

el escamoteo de la nada;

 

las marañas del sol

y las sombras;

 

el caos,

y su abigarrada acuarela.

 

Todo surge y se transforma

con tu hálito cadencioso.

 

¡Turba de mis sentidos!

¡Tifón del pensamiento!

 

Siento la tierra plana,

o tal vez, desfondada.

 

En tu elástica bóveda

cabe el infinito,

 

…colisionas

astros y palabras

 

y como una súper nova,

resplandeces.

 

 

 

 

EVOCACIONES

 

Un artero

intervalo del tiempo

las dejó a su albedrio;

desatadas en la memoria.

A empellones irrumpen

…nos desbordan.

Elípticas ráfagas

de un mundo extinto;

trances pasados,

todavía vibrantes.

Aguzadas esquirlas

sobre la piel, bajo la piel,

(aguijonean como larvas).

Otras, timoratas

…vagas cavilaciones,

inocuas compañeras de viaje.

 

No es vano el asedio:

nos necesitan,

a veces, nos poseen;

que sigamos

es su forma de vida

o su lenta agonía.

 

Quieren salvarse,

sentirse otra vez;

tener un rostro,

nuestros rostros,

vivirse de nuevo…

Sólo aguardan,

se aperciben;

saben

cuándo es el tiempo:

de renacer;

de engullirnos

como a desprevenidos

Jonases.

 

 

 

 

EL OTRO CENTRO

 

Lo que puedo ver

y sentir,

apagados los sentidos.

Lo que a contraluz

se me revela:

los desgarrados mundos.

 

Voy al gran salto

hacia adentro,

al asombro

de la escindida verdad;

por palpitantes huesos,

por afiliados fondos;

a su agujero, encumbrado.

 

Busco otro centro

(una puerta

… otra mirada)

adónde todo se disuelva,

quizás

con el último centelleo…

 

 

 

 

PRESCIENCIA DE LA NADA

 

Busco algo de ti,

cualquier rastro

desdibujado.

Tu ciénega o…tus ruinas.

 

De tu antiquísimo fuego,

un ascua petrificada,

o tus humeantes andrajos.

 

Saber

fabulosa nada,

cómo te deshaces

y te rehaces a la vez.

 

No imaginarte más,

negrura desvaída;

horadado sumidero;

rotundo pensamiento en blanco.

 

Sestear en tu quietud…

Y en la acústica de tu latido,

vibrar con cada matidez.

 

Nada:

encerrona y hospicio.

Senda paralela;

única puerta.

 

Concédeme borrar lo mirado;

lo escindido,               y sus restos…

 

Anula mi voluntad;

azolva mis sentidos.

 

Que nada pueda advertir:

sólo tú arribo

y tu plenitud.

 

 

 

 

ASEDIO DE LA BELLEZA

 

Dichoso el que no te ve,

como yo, en todas partes;

no se figura

tu escafandra de luz,

arropando lo imperfecto;

ni se deslumbra

o desfallece,

a tu solo contacto.

 

A otros

bienandantes,

te les revelas en el jardín,

como una súbita lucidez

o un fruto arrobado…

 

Verte

—gruta adentro—

dónde los ojos no ven

y manas, arroyante;

adónde ni sueño

ni realidad alcanzan;

para otra, y otra vez,

a campo abierto

tropezarnos…

y en cada esquina:

el pasmo,

al primer atisbo.

 

 

 

 

LOS QUE SE JURAN

 

Los que se juran amor

y van juntándose más, y aún más allá del amor…

¿Qué secreto nudo los ata, que río los comunica

y los devuelve ilesos al mar de dónde vienen?

La vida vacilará por ellos, hasta cumplirse

cada palabra de sus palabras de amor;

pues todo lo que cuenta en el deseo

deja un poco de luz vibrando en el tiempo.

Por qué entonces se apartan y se alejan

con sus vidas distintas,

adónde ni el azar pueda juntarlos.

Recorren otras calles, toman rumbos opuestos,

se despiden a veces para siempre,

se ocultan, se dispersan…para encontrarse luego

al doblar una esquina o una puerta, tras la cual,

para dicha o desdicha, se cierran nuevamente.

 

Adolfo Padilla (Tegucigalpa, Honduras, 1968).  Miembro fundador y subcoordinador del taller de poesía “Casa Tomada”, dirigido por el poeta José Luis ... LEER MÁS DEL AUTOR