Algunos otros nombres de la poesía
(Traducción al español de José Ioskyn)
Con licencia poética
Cuando nací un ángel esbelto,
de esos que tocan la trompeta, anunció:
va a ser abanderada.
Cargo muy pesado para una mujer,
esta especie todavía avergonzada.
Acepto los subterfugios que me caben,
sin necesidad de mentir.
No soy tan fea que no me pueda casar,
encuentro a Rio de Janeiro una belleza y
a veces sí, a veces no, creo en el parto sin dolor.
Pero lo que siento lo escribo. Acepto el destino.
Inauguro linajes, fundo reinos
-dolor no es amargura.
Mi tristeza no tiene pedigrí,
sin embargo mis ganas de alegría,
sus raíces llegan hasta mi abuelo mil.
Ser fallido en la vida es maldición para el hombre.
La mujer es desdoblable. Yo soy.
Linaje
Mi árbol ginecológico
me transmitió hidalguías:
gestos marmorizables:
mi padre, en el día de su casamiento,
dejé sola a mi madre y se fue al baile.
¡Mi madre tenía un vestido solo, pero
qué porte, qué piernas, qué medias de seda mereció!
Mi abuelo paterno negociaba con tomates verdes,
no le fue bien. Taló el bosque para hacer carbón,
hasta el final de su vida, los poros negros de ceniza:
“No me entienden en Jaguara, en Jaguara, no”.
Mi abuelo materno tuvo un pequeño almacén,
una piedra en el riñón,
sintió cólicos y demasiado frío,
en un cofre de madera guardaba queso y monedas.
Jamás pensaron en escribir un libro.
Todos extremadamente pecadores, arrepentidos
hasta la pública confesión de sus pecados
que uno de ellos pronunció como si fuese todos:
“Todo hombre se equivoca. No sirve decir yo
porque yo. Todo hombre se equivoca.
Quien no se equivoco se va a equivocar”.
Esta sentencia sin pulir, cargada
de los sollozos propios de la hora en que fue llorada,
permaneció inédita hasta que yo,
cuya madre y abuelos murieron temprano,
de parto, sin discursos,
le transmitiera a mis futuros,
enormemente admirada
de un dolor tan alto,
de un dolor tan hondo,
de un dolor tan bello,
entre tomates verdes y carbón,
moho de queso y cólicos.
Primera infancia
Era rosa, era malva, era leche,
las amigas de mi madre vaticinando:
va a ser muy feliz, va a ser famosa.
Eran puntillas, paño blanco, estrella del alba,
hazte la señal de la cruz, en el oído, en la frente.
Sobre tu boca y tus ojos
el nombre de la Trinidad te proteja.
Bordados en el vestidito: navíos.
Todos con vela. El viaje que yo haría
alrededor de mí.
Día
Las gallinas con susto abren el pico
y se paran de aquel modo inmóvil
-iba a decir inmoral-,
las papadas y las crestas enrojecidas,
sólo las arterias palpitando en el cuello.
Una mujer espantada ante el sexo:
pero disfrutando mucho.
Tiempo
A mí que desde la infancia estoy viniendo
como si mi destino
fuese el destino exacto de una estrella
me piden cosas increíbles:
pintarme las uñas, mostrar la nuca,
pestañear, beber.
Tomo el nombre de Dios en vano.
Descubrí que a su tiempo
van a llorarme y olvidar.
Veinte años más veinte es lo que tengo.,
mujer occidental que si fuese hombre
amaría por llamarse Eliud Jonathan.
En este exacto momento del día veinte de julio
de mil novecientos setenta y seis,
el cielo está brumoso, hace frío, estoy fea,
acabo de recibir un beso por correo.
Cuarenta años: no quiero cuchillo ni queso.
Quiero el hambre.
Campo
En el mismo plato
el niño, el perro, el gato.
Come la infancia del mundo.
El pelícano
Un día vi un navío de cerca.
Por mucho tiempo lo miré
con la misma gula sin prisa con la que miro Jonathan:
primero las uñas, los dedos, sus nudillos,
Yo amaba al navío.
¡Oh! Decía. ¡Ah, qué cosa es un navío!
Él se balanceaba suave
como se mueven los seductores.
Busqué personas a mi alrededor:
mira, mira el navío
y me puse a hablar de lo que no sabía
para al fin tocar
donde loque no tiene pies
camina sobre la masa del agua.
Una noche de esas, antes de acostarme
vi- como vi al navío- un sentimiento.
Trabada de interjecciones, mutismos,
vocativos supremos balbucee:
¡Oh Tú! y ¡Oh Vos!
-la garganta doliendo de llorar.
Me ocurrió que en la oscuridad de la noche
yo estaba poetizada,
un deseo supremo me quería.
¡Oh Misericordia! dije
y puse mi boca en el chorro de aquel pecho.
Oh, amor, y me dejé acariciar,
la visión desvaneciéndose,
lúcida, ilógica,
verdadera como un navío.
Llanto para conmover a Jonathan
¿Los diamantes sin indestructibles?
Más es mi amor.
¿El mar es inmenso?
Mi amor es más grande,
más bello sin ornamentos
que un campo de flores.
Más triste que la muerte,
más desesperanzado
que una ola golpeando en la roca.
Ama y ya no sabe lo que ama.
Casamiento
Hay mujeres que dicen:
mi marido, si quiere pescar, que pesque,
pero que limpie el pescado.
Yo no. A cualquier hora de la noche me levanto,
ayudo a descamar, abrir, cortar y salar.
Es tan bueno, nosotros solos en la cocina,
de vez en cuando los codos se tropiezan
“plateó en el aire dando coletazos”
Y hace el gesto con la mano.
El silencio de cuando nos vimos por primera vez
atraviesa la cocina como un rio profundo.
Por fin, el pescado en la bandeja,
vamos a dormir.
Cosas plateadas estallan:
somos novio y novia.
Algunos otros nombres de la poesía
Querría una ciudad abandonada
para encontrar cosas en las casas, objetos de hierro,
un cuadro interesantísimo en la pared,
olvidados en la prisa.
Pero sin guerra aparente y con la vida tan cara,
¿quién deja atrás siquiera una aguja?
Encuentro cosas en mi sueño,
en el rico sótano del sueño, cosas que no tendré.
Toda la vida resistí a Platón, a sus hombros anchos,
a su república defectuosa de donde exilió a los poetas.
Sin embargo, los errores de la traducción son ordinarios,
no sé griego,
no comí con él una bolsa de sal.
Por eso lo que él dijo es lo que yo digo
es carne ofrecida a las fieras,
excepto lo que soñamos.
Nadie miente en el sueño,
donde todo está desnudo y nosotros desarmados.
El mito que él escribió- ¿quién sabe el disgusto?-
es tal cual lo que digo:
en la garganta del muerto hay un agujero tan grande
como el valle de Josafat donde seremos juzgados.
No hay en el mundo poder que nos contradiga
cuando el discurso es sobre luz y sombra,
crin y hocico húmedos.
Contra eso las huestes se enfurecen
y los forenses esconden por oscuros motivos
la fotografía del supuesto suicida.
Ah, pero el amor en que no creen
Continúa impasible generando sentencias justas,
generando bendiciones, amantes,
a pesar del muerto y su garganta arruinada.