Adam Zagajewski

En ningún lugar

 

 

(Traducción al español de Xavier Farré)

 

 

 

EL SEÑOR WŁADZIO

 

El señor Władzio era peluquero (peluquería de caballeros

y señoras en la calle Karmelicka). Pequeño y delicado.

Sólo le interesaba una cosa: la pesca.

Le gustaba hablar de las costumbres de los peces,

de cuán soñolientos eran en invierno, cuando el frío

era penetrante, mortífero, todopoderoso,

y cómo había que respetar su sueño. Entonces

descansan, están en las aguas pesadas como relojes

como si vinieran de otro plantea. Son diferentes.

El señor Władzio incluso formó parte del equipo

de pesca de Polonia, una o dos veces,

pero algo no acabó de salir bien, no recuerdo qué,

hacía bochorno o llovía, o las nubes estaban demasiado bajas.

Cuando fue a la visita del médico ya era demasiado tarde.

La calle Karmelicka no notó que se hubiera ido:

los tranvías gritan en la curva,

los castaños florecen cada año con éxtasis.

 

 

 

 

1943: WERNER HEISENBERG VISITA A HANS FRANK EN CRACOVIA

 

Una visita nada fácil, si bien las partículas elementales

nunca comentaron aquellos sucesos de entonces.

Hans Frank, distinguido conocedor de arte, asesino,

fue compañero de colegio de su hermano mayor

(les unía la afición de ambos por la música).

No se elige a los hermanos, ni a sus compañeros.

 

Le extrañó un poco que Frank eligiera

el castillo real como lugar de residencia.

La gente que veía por las calles le parecía triste,

se movía como negras marionetas,

allí arriba, unas nubes violetas, amenazadoras,

allí abajo, la ciudad como un espejo mate.

 

Era diciembre, un mes mate.

Las partículas elementales callaban.

Dio una conferencia (sólo para los alemanes).

No podía entender aquellas nubes,

aquel espejo, por suerte pronto se sumió

en otras preocupaciones: ardía su patria.

 

Aquellas calles oscuras no eran su patria.

Árboles sin hojas, frío, mujeres con chales

y pañuelos enclavados, tal vez sea un sueño.

En su biografía calló ese episodio, al fin

y al cabo no tenía importancia. Lo que es mudo

que permanezca mudo. Eso fue lo que pensó.

 

 

 

 

AUTOPISTA

 

Tendría unos doce años.

En el desguace debajo del viaducto de la autopista construida

por Hitler buscaba huellas de aquella guerra, huellas

de la edad de hierro, bayonetas y cascos de cualquier

ejército, soñaba con grandes descubrimientos,

igual como otrora Henryk Schliemann

buscando a Héctor y a Aquiles en Asia Menor,

pero nunca encontré ni una bayoneta

ni oro, por doquier sólo había herrumbre,

el odio marrón de la herrumbre; tenía miedo

de que entrara en mi corazón.

 

 

 

 

NUESTRAS CIUDADES DEL NORTE

 

Nuestras ciudades del Norte dormitan en las llanuras

Sus muros, unos muros gruesos, lo saben todo de nosotros

Son prisiones, en general bastante bondadosas

Avanzamos por debajo de sólidos techos

El viento farfulla en las ramas desnudas de los árboles

Nuestras casas. Nuestras ciudades del Norte,

sus pesados relojes que penden de las torres

como las calabazas en los huertos otoñales

Nuestros hospitales en lúgubres edificios, nuestros juicios,

sombrías oficinas de correos de ladrillo rojo

y los bomberos con cascos plateados

Nuestras calles mudas que siguen esperando

Nuestras ciudades del Norte son introvertidas

Nos parecen imponentes, indestructibles

aunque en realidad son bastante tímidas

Nacimos en ellas y morimos

Nos gustan los paisajes agostados del Sur,

el mar de un azul intenso con las marcas

de las cintas blancas de las olas, las rocas marrones,

el tamarisco y la higuera con el olor de sus dulces frutos,

pero nos han encadenado a las ciudades del Norte

y no las podemos traicionar,

no nos está permitido abandonar

nuestras oscuras ciudades, sus largos inviernos,

su ropa sucia de la nieve al fundirse,

la vergüenza, la tristeza, el cansancio

Tenemos que hablar en nombre de ellas

tenemos que velar, que clamar.

 

 

 

 

MIS POETAS PREFERIDOS

 

Mis poetas preferidos

no se han encontrado nunca

Vivieron en diferentes países

y en diferentes épocas

Rodeados de la banalidad

por gente buena y mala

vivieron modestamente

como un manzano en un jardín

Amaron las nubes

levantaban la cabeza

por encima de ellos fluía

una gran armada

de sol y de sombra

era como una película

que no tenía nunca final

Los instantes de amargura

pasaron rápidamente

los instantes de felicidad también

A veces sabían

qué era el mundo

y escribían duras palabras

en un papel sedoso

A veces no sabían nada

y eran como niños

en un patio de recreo

cuando caía

la primera gota

de una cálida lluvia

 

 

 

 

MARTÍN PESCADOR

 

As kingfishers catch fire…
G. M. Hopkins

 

Vi cómo un Martín pescador, en su vuelo sobre la superficie del mar,

un vuelo sencillo como la vida de Euclides, sencillo e impetuoso,

de repente estallaba en una plenitud de colores, vi cómo el salvaje fuego

del mundo recubría sus alas, pero no mataba, antes bien inducía

a que aquel proyectil irisado alcanzara seguro

la orilla rocosa, el nido allí escondido;

resulta que las llamas también pueden ser

refugio, una casa donde arden

los pensamientos pero no son destruidos,

una prisión que nos libera de la indiferencia,

de la apática observación de una tarde ociosa,

un potente oxímoron,

a veces también un poema,

casi un soneto.

 

 

 

 

ACERCA DE MI MADRE

 

Acerca de mi madre no sabría decir nada,

cómo repetía vas a lamentarlo

cuando ya no esté, y yo no creía

ni en “ya” ni en “no esté”,

cómo me gustaba mirarla leyendo una novela de moda,

yendo directamente al último capítulo,

cómo en la cocina, donde pensaba que no era un lugar

adecuado para ella, preparaba el café del domingo,

o, lo que era aún peor, un filete de bacalao,

cómo esperaba a que llegaran los invitados y se miraba

al espejo, haciendo aquella cara que la protegía tan bien

de mirarse cómo era realmente (por lo que parece, eso

lo cogí de ella, igual que otras debilidades),

cómo hablaba con soltura de las cosas

que no eran su fuerte, y cómo tontamente

la hacía rabiar, como aquel día que se comparó

con Beethoven, al perder el oído,

y yo le dije, cruel, pero sabes, él

tenía talento, y cómo me lo perdonaba todo

y cómo lo recuerdo todo, y cómo volé de Houston

a su entierro y no supe decir nada,

y sigo sin saberlo.

 

 

 

 

CHACONA

 

Para Jaume Vallcorba

 

Lo sabemos, todos saben que habló con el Señor

en innumerables cantatas y pasiones, pero está

también la chaconne de la Partita para violín solo n.º 2:

aquí, tal vez sólo aquí, Bach habla de su vida,

de improviso, inesperadamente, nos cuenta sobre sí mismo,

con rapidez, impetuosamente, arroja toda su tristeza y alegría

(no tenemos nada más), la desesperanza por la pérdida de mujer e hijos,

la desolación porque el tiempo nos lo va a arrebatar todo,

aunque también el éxtasis de las horas interminables

cuando en el aire estadizo de una tenebrosa iglesia,

solitario como el piloto de un avión transportando el correo

a países extranjeros, tocaba los órganos y notaba bajo los dedos

la sumisión neumática de ellos, su arrobo, su temblor,

o cuando oía la voz del coro, uniforme, intensa, como si

de una vez para siempre terminaran las disensiones de la gente

– precisamente también nosotros soñamos

poder decir la verdad de nuestra propia vida,

y lo intentamos todo el tiempo con torpeza,

y lo seguiremos intentando, pero dónde están,

dónde pueden estar nuestras cantatas, dime

dónde está la otra cara.

 

 

 

 

EN NINGÚN LUGAR

 

Fue un día en ningún lugar al volver del entierro de mi padre,

un día entre continentes, iba perdido por las calles

de Hyde Park escuchando retazos de voces americanas,

no pertenecía a ningún lugar, era libre,

pero si eso era la libertad, pensé, preferiría

ser cautivo de un buen rey, de un cálido emperador;

las hojas fluían a contra corriente del rojizo otoño,

el viento bostezaba como un perro cazador,

la cajera en el colmado, en ningún lugar

(le intrigaba mi acento), me preguntó de dónde era,

pero lo había olvidado, tenía ganas de hablarle

de la muerte de padre, pero pensé: ya soy

demasiado viejo para ser huérfano; vivía

en Hyde Park, en ningún lugar, where fun comes to die,

como decían no sin envidia los estudiantes de otras universidades,

era un lunes sin carácter, cobarde,

sin forma, un día sin inspiración, en ningún lugar, ni siquiera el penar

había adoptado una forma radical, tenía la sensación

de que el mismo Chopin en un día como ese se limitaría,

en el mejor de los casos, a hacer clases

a estudiantes aristocráticas, acaudaladas;

de repente me acordé de lo que había escrito de él

Gottfried Benn, dermatólogo berlinés,

en uno de mis poemas preferidos:

«Cuando Delacroix anunció su teoría

estaba angustiado, puesto que él

no era capaz de justificar los nocturnos»,

estos versos, irónicos y tiernos a la vez,

siempre me colmaron de una felicidad

casi tan grande como la música de Chopin.

Una cosa sí sabía: tampoco hace falta justificar

la noche, ni el dolor, en ningún lugar.

 

 

 

 

STUDNIÓWKA[1]

 

O cuando antes de la studniówka madre vino a la reunión

en la que comentábamos el programa artístico de la velada

y cómo saltó con unas ideas que

a nosotros nos parecían flojas, pasadas,

como si fuera ella, y no nosotros, quien iba a hacer el examen

que ya había hecho antes de la guerra,

con matrícula de honor, si lo recuerdo bien,

y también la guerra, como todo parece indicar,

la pasó con buena nota, y cómo entonces,

durante aquella reunión, yo me avergoncé de ella,

en cambio, durante la guerra no pude admirarla

por otros motivos, totalmente distintos,

 

y cómo esta asimetría, esta fuerte asimetría,

durante muchos años, incluso décadas,

no me permitía verla

bajo la intensa luz de la verdad,

intensa e intricada,

intricada y justa,

justa e inalcanzable,

inalcanzable y espléndida.

 

 

 

 

RUTH

 

A la memoria de Ruth Buczyńska

 

Pasó la guerra en Tarnopol. En las tinieblas y en la penumbra. En el temor.

Tenía miedo de las ratas y de las pesadas botas, de las altas conversaciones, del griterío.

Ahora ha muerto, en la oscuridad, en el silencio blanco de una sala de hospital.

Era judía. A veces no sabía qué significaba aquello.

Una cosa tan sencilla y del todo incomprensible, como la álgebra.

A veces lo intuía. La Gestapo sabía perfectamente qué significaba

ser judío o judía. La gran tradición filosófica ayuda,

las definiciones son afiladas como un cuchillo, certeras como una flecha budista.

Era guapa. Debería haber desaparecido entonces, como otros, como otras,

desaparecer sin dejar huella, partir sin elegía, como tantos,

como el aire pero vivió largo tiempo a la luz del día, en el sol,

en el aire cotidiano, en el oxígeno de esa simple Cracovia.

No solía saber qué significaba ser una mujer guapa.

El espejo callaba, no conocía las definiciones filosóficas.

No había olvidado aquellos tiempos, pero casi nunca

hablaba de ellos. Una vez sólo explicó esta historia:

su gata preferida no se quería quedar en el gueto, dos veces

por la noche volvió hacia la zona aria. Su gata no sabía

quiénes eran los judíos y qué era la zona aria.

No lo sabía y por eso salía rauda hacia la otra parte como una flecha.

Ruth era abogada y defendía a los demás. Quizás por eso vivió largos años.

Porque los demás son muchos y necesitan ser defendidos.

Nunca van a faltar los inculpadores, pero hay muy pocos defensores.

Era una buena persona. Y tenía alma. Creemos saber

qué significa esto.

 

 

 

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1.Literalmente, «Cien días», es una fiesta que celebran en Polonia los estudiantes aproximadamente 100 días antes del examen de madurez al terminar la escuela secundaria (N. del T.)

Adam Zagajewski (Lwów, 21 de junio de 1945-Cracovia, 21 de marzo de 2021). Fue un poeta, novelista y ensayista polaco miembro conocido de la Generación de ... LEER MÁS DEL AUTOR