Sueño de El laguito
El Maracaibo
Encallado entre arena mezclada con grava y plastas de chapopote seco
yacía el restaurante Maracaibo.
Debajo de la quilla de blocs descascarados
vivían cangrejos que salían sólo por las noches
a buscar los restos de comida esparcidos por turistas
pedazos de jamón y carcasas medio comidas de jaibas rellenas.
Varias veces vi el mar picado golpear el rompeolas
y acariciar con su espuma las ventanas del Maracaibo
de un aluminio desconchado por la sal y el viento.
Pasaron muchas trombas y huracanes y el Maracaibo sostenía
su techo de palma a veces renovado y nuevas capas arenosas de pintura.
Pero la última vez que lo visité
y entré a comprar unas cervezas
ya era dos paredes derruidas y algunas mesas a cielo abierto.
Los mástiles que de niño me ayudaban a distinguir de lejos que nos acercábamos a la playa
y su mascarón de llantas amarradas
quizá bogan con los restos de otros barcos
que los turistas observaban desde las ventanas empañadas de sal del Maracaibo
mientras comían un coctel de camarón en copas gigantes.
Mas los cangrejos que viven en la quilla
ahora despojos de bloc tirados en la arena
siguen saliendo por la noches
a buscar los restos de comida de los turistas.
Sueño de El laguito
Sin corriente el lago había erosionado un pozo
caminábamos
algunos a favor y otros en contra de las horas
mas todos en tránsito descendente
mis amigos y yo nos detuvimos para arrojar piedras
que no alcanzaban a perturbar la negra superficie
poblada de cocodrilos y serpientes
y yo veía la luna más blanca en la oscuridad del agua
yo voy a bajar la luna
decía
pero las piedras no la alcanzaban
voy a agarrar vuelo
decía
y subía para correr y
saltando
arrojar la piedra que me alcanzara la luna
pero el salto salió mal
y caí al reflejo
poblado de cocodrilos y serpientes
de la luna
al despertar
tuve la certeza de que
con una perfecta ejecución del salto
hubiera bajado la luna
Bajamos un cerro de lajas y espinos
a la colonia de la periferia
donde los parques son páramos.
[Compro oro]
anuncian en letras verdes gambusinos
que del polvo y la mugre
criban su riqueza.
Vuelan largos tramos
pájaros encendidos
Cuánta yesca acumuló la nuca
que no madera
casi ramas
nada
respondió
es de otro género la lumbre
Pensé que los senderos
—aunque ocultos por la hojarasca,
sinuosos en los quiebres
ascendentes entre espinas y peñas
que dicta el capricho de la erosión y los encinos—
estarían siempre abiertos.
Ahora que el huracán desgajó
las crestas de los cerros,
socavó las cuestas
y los recodos donde el ganado pacía
volvió marañas de ramas tronchadas y basura,
los senderos han sido cancelados:
Cierra las puertas de tu patio
de gardenias y geranios
que me llama
donde otras veces me fui de bruces
por el brocal de tus ojos.