Árbol de luz
El centro de la fiesta
1.
Sé que eres tú esa chispa que arde en la oscuridad.
¿Llegaremos a tomar distancia de los ángeles
arremolinados en la curva de los caminos?
Romperlo todo era el único propósito.
Echarlo todo por la borda. Al diablo los ángeles.
Cavar una profunda tumba en el aire
para nuestro desgarbo adolescente.
No creer en ninguna patraña de los arrabales:
la felicidad en una cabaña jugando con serpientes.
Sólo la exageración. Sólo la pureza. Y nada más.
Pero vuelves embebida de noche.
2.
Trato ahora de encender una luz
para saber cómo limpiar de nuestras vidas
el rencor y el humo vano de aquellos días.
Estrellita negra del amanecer,
en la opacidad de aquellos días comencé
a escribir lo que nadie entonará. Tu adoración y tu rencor.
Todo quedará perdido en el fondo de algún desván.
Papeles rotos / Cuadernos quemados.
Ceniza talvez en el fondo del olvido.
Ser siempre puros donde sea y sin treguas.
3.
En esa agitación fui asaltado por el desprecio
del desbarajuste como tabla de salvación.
Y tu cabello reluciente, Estrellita, cuando brilla la luna,
tu cabello como cuerdas para perder el alma.
Fantasma que desde entonces no he podido controlar.
En esa bruma se extravían los papeles rotos
que nos llevarían a los dominios
de los furibundos ángeles que fuimos.
Era la consigna: ser siempre los reyes de la fiesta.
Los reyes de tu fiesta, Estrellita,
un cuerpo celebrado a la luz de la luna.
(De Malas maneras, 1972)
Patio de peregrinos
En busca de una verdad oculta partieron
tres, ya no sé cuántos, cuatrocientos mil caminantes,
aves de picos curvados y plumaje gris rojizo
—así como aquí los pinto—
sin saber que el viaje tiene diferentes croquis
para el amor o el odio, para el amor o la traición
reunidos en un mismo tonel de vino
o en un grueso haz de heno.
Y dijeron
mientras se iban con el carcaj y la gloria
“El canto más nuevo trae la mejor alabanza.”
A esos peregrinos los hemos esperado
estrechamente unidos a las piedras del patio
ansiosos de un arte de quemar olvidos
y de recomponer cenizas
en el mismo lugar donde los señores
ordenaron coleccionar los antiguos cantos
mucho antes de la caída del último emperador.
Pero es viejo este sol y no cabe esperar más
a los héroes que se fundieron en una luz remota
ni al viento que borra nombres
tejidos sobre el polvo del camino
porque en la quietud del incendio nadie canta.
Todos se están bailando vieja música
que ayer rompió y quemó viajes.
(De patio de peregrinos, 1976)
En estos campos
Cruzando los puentes del norte
por la tarde escribo sueño
como si el mundo ardiera detrás de las colinas
donde el medioevo imaginó
campos para margaritas y vacas
y detrás una cabalgata de ebrios
rojos negros multicolores
brillantes en las fisuras del paisaje
Pero en el aire de estos días en la tierra y el agua
el mundo de los sentidos se ha vuelto invisible
visto desde las ventanillas del tren
que cruza el corazón de la vieja Flandes
Escribo en mi memoria
Si resistes el mundo puede ser tuyo
No te quiebres
¿Y en ese bullir vives avanzando hacia la muerte
como la hormiga en el fruto o el picaflor en el campo
sacándole polen y dulzuras a la flor de los breñales?
En ese bullir en ese incendio escribo
igual que los hombres y mujeres del Juicio Final
el universo perfecto de la tira cómica
emergiendo del fondo de la historia
esa burla
hasta llegar al delirio de estos días
en el que me tengo con los ojos brillantes
sonriente y tembloroso
(De Finibus terrae, 1985)
Retrato de estatua
ante la puerta de la ciudad
En el campo de la verdad estoy, Señor,
allí donde se cruzan los caminos,
viendo lo ordenado por tus hijos
y que tus nietos, después, destruyeron
peleando unos por ángeles y otros
por los herederos del diablo, tu cuñado.
Ya desde entonces se veía que serían
más enemigos que tú, Yahvé, y tu vecino
Pedro Botero, el bello ángel cornudo.
Ya desde entonces estaba escrito por aquí
donde aún permanezco oxidado y fiel.
Y aunque leal muy deslucido, Señor,
ante el oro de esta villa patricia, tierra
de apreciados cítricos para las ostras
y más tierra aún del Árbol de Pallas
que lo sabe todo y calla, sabio,
mientras los hijos de Hispalis
se rasgan las vestiduras y gimen
a poco de decidir si los botines
llegados de allende pertenecerán
a los encomenderos y sus protegidos
o a la enseñoreada soldadesca de regreso
—rapaces los unos y los otros—. Más tarde
llorarán rompiendo puentes, como yo,
y llegado el momento quemarán las naves,
también como yo, al tiempo que sonrío
y quedo inmóvil y enfrentado al mundo.
Enfrentado al incrédulo que aquí también
se levantó tu pueblo cuyos cadáveres
yacen olvidados y pueden todavía,
bajo el polvo, hacer que las olivas sean
siempre tan gordas y las naranjas tan dulces
y tan buena la leche de estas cabras.
(De Lienzo escrito, 1992)
Árbol de luz
Labrado por el placer y los años
estoy a los pies del árbol-madre,
con los ojos brillantes, descalzo,
avanzando hacia la sangre;
subo desnudo por los aires, los ríos
donde me plazco, lloro, canto;
subo hacia las inocentes flores
que mis afanes le arrancan.
¿El viento negro pretenderá devastarme?
Más arduo sería quedarme en silencio,
inmovilizado por las mariposas de la noche.
Saltan los pétalos, saltan los cogollos,
materia generadora de la vida.
Soy ese camino hacia la luz.
Soy el camino que se hunde
en la verdad.
*
Entre quienes van a quién sabe
qué profundidades, qué placeres,
doy un salto hacia la luz;
y allí reencuentro en la algarabía
de criaturas de la vida, del dolor,
la humildad de los que vuelven,
el jolgorio de los que se van
y en compañía de ellos me digo:
al diablo el oropel, los festines
las luces de bengala,
al diablo.
*
Al diablo los precipicios del vivir
en la guerra de todos los días;
mejor sería quedarse soñando
a tus pies viejo árbol,
limpiarse de la vanidad oculta
en el aire tan simple que nadie ve.
Y en el charco amarillo el reflejo
de la luna, del colibrí cantando
mientras saboreo tu grandeza.
Con tu savia vienen las promesas
de otro mundo, de otro sueño.
Poco importa si al despertar
la noche arda o no
pues lo que sí cuenta
es brillar bajo tu sombra.
(De Espíritus, 2005)
Plegaria
Señor, en las puertas de estas ruinas
comienza el fin. El fin de qué, dirás.
Sólo tú lo sabes. Más allá están las dunas.
Quiero, pues, antes de extraviarme
depositar en tu gruta algo de mí.
No sé cantar, ni bailar. Y ya no puedo ni llorar.
Pero aún puedo pagar y darle a este artista,
magro y triste, la tarea de pintar beldades
que vuelen leves alrededor de tu cuerpo regordete.
Acéptalas, Señor, pues no eres tan torpe
para no adivinar que ésas son las formas
de mis rezos, de mis humildes plegarias
para que mi mercadería llegue a destino.
Todo lo que llevo es contrabando,
pero cuánto sudor me ha costado.
Acepta, Señor, mi ofrenda.
Y no siembres traición entre mis pies
pues nada sería más desierto
que perseguirte sediento entre las dunas,
maldiciéndote entre la risa y el olvido.
Yo cumplo lo que digo.
Yo cumplo y te sonrío
con una taza de té en la mano
y en la otra una lugareña
que mañana se olvidará de mí.
(De Ahí donde brota la luz, 2007)
Bajo las águilas
1.
Bajo las águilas los caballos relinchan
Aunque la velocidad del viento ha bajado
El frío sigue intenso por la calle de los Mártires
Por ahí suben y bajan voces clamores y silencios
¿Qué esperaban de mí? ¿Un póquer de ases?
Nada aguardo del azar de las cumbres
Tal vez sí el tropezón en el penúltimo instante
Y más allá el desfiladero por donde avanza
El palpitante mundo de los burdeles
Y el Ángel de la Consolación que sólo quiere
Hablar de la belleza y del odio
La aristocracia de los abolengos inventados
La de los vendedores de guano
La falsa República Aristocrática
¡Qué risa las glorias pretéritas!
Detrás de las viejas puertas gimen
Los pájaros cautivos / Los amoríos truncos
Nuestra vida dispersa entre océanos y continentes
Todo eso resumido en un instante
En esta voz que tropieza y se levanta
Y canta No ser sólo la suma de los huesos
Algo de alivio espero en mi palabra
2.
Bajo las águilas los zorros en el acantilado
¿Tu palabra? / El jefe de la tribu
Soñaba con la idea de la política
El comercio del hierro del cemento
O de cualquier asunto rentable
Poesía y amor / decía / no son asuntos convergentes
El amor es un rayo permanente / Un rayo
Y la poesía una lenta combustión
Que arde en la paciencia
¿De qué vivir sin el fulgor de las convergencias?
Ser un personaje dorado en alguna trinchera del poder
O ser un pobre diablo arrimado al dinero de los otros
En la guerra por la existencia sólo el dinero
Te permite navegar de un océano a otro
El jefe de la tribu hundido en su terruño
Hubiera dado el pájaro azul dormido en su corazón
Por subir por la cuesta del Calvario
Hacia la cima donde se trenzan los presagios
Y desde ahí lanzar su último dardo
No quiero que mi vida acabe en un puñado de ceniza
No lo quiero por nada del mundo ¿Me entiendes?
Bajo las águilas los zorros de abajo cantan
3.
Por la pendiente que te lleva que te trae
La primavera ha llegado cargada de frío
Y ahora toda ella resbala por el alcantarillado
Todo resbala con las últimas luces de la fiesta
El norte / el sur / oriente / occidente
Sólo perdura la idea del dardo y su veneno
En busca de limpieza te has extraviado
Golpeándote con los fantasmas de la historia
En esa búsqueda se te ha ido el tiempo
Por los puntos de unión sin encontrar a nadie
Sólo las llanuras de las altas velocidades
Sólo los trenes que bajan en la oscuridad
El scotch que se desliza por la misma senda
Y se infiltra en la sangre y en tu existencia
Cada quien más solo bajo las águilas
Rumbo hacia el otro lado del mundo
4.
En el penúltimo peldaño te asaltan visiones
De las horas vividas en las callejas onduladas
Y en la piedra antigua de los cementerios andinos
Pasando entre las cabezas allí acumuladas
Acaso tropezaste en el rostro de alguien
Y éste llorando se puso a gemir
¿Quién eres tú que vas por este mundo
Golpeando a los demás en la cara?
Soy un sobreviviente / digo / soy el que avanza
Dando manotadas en el aire oscuro
Estoy en medio del tumulto
Frente a los rieles que cruzan los mares
Recitando cantos bárbaros
En medio del círculo donde todo se anuda
Estoy en el centro de la hoguera bailando
Y recordando a mis muertos y a mis vivos
Con palabras salvajes para apaciguar
Las marcas de la sal Una traición
Una mentira El infierno
(De Piedra angular, 2013)
Por la ruta de los antiguos mausoleos
Por las orillas del mar en llamas
Oh Troya te llevo en mi corazón
Avanzo por el antiguo camino yunga
las tumbas y las huacas de los abuelos
en medio de la polvareda y el abandono
Los viejos trenes repletos de náufragos
A su sombra ardieron los amores
hasta que de pronto cayó la tarde
La noche inmensa al pie de los cerros
mientras ladraban los perros sin cerdas
reclamando parcelas de salvación
Antes de la destrucción del imperio
aullaban en lo alto de los cerros
y en los jardines frente al mar
Perros multicolores trepando por los barrancos
Oh / Taytacha/ colmillos de oro
pido perdón a todos mis muertos
por hablar de los perros en esta oración
que sólo quiere rendir homenaje a los caídos
Sé que más allá del paisaje estás tú
iluminándonos con tu verdad
(De HOTEL UNIVERSO, 2016)
Herencia
Desde el corazón de la bruma remito
estas piedras pintadas para que me vean
bailando en medio la barbarie
Es mi ofrenda a la verdad
En estos dibujos de mi existencia
verás hasta qué punto es diabólico
el binomio de verdad y belleza
¿Qué tienen de bello estas imágenes
donde los pájaros cantan entre las nubes radiactivas?
¿Qué tienen de bello los hombres enmascarados
antes de hundirse en sus máquinas salvajes?
En la tierra de los acantilados del norte
lucen inmensos cilindros y torres sin nombre
No hay bosque en las cercanías
solo pájaros silbando maldiciones
en las redes de alta tensión
Entre esos cantos pasan nubes radiactivas
Y en mi mano el otoño estruja las raíces del camino
Esta es la herencia que dejamos
Estas son las sombras de nosotros mismos
Señora del Silencio
(De Piedras, hitos del camino, 2020)