Retrato y otro textos
SONETOS AL ESCORIAL
I
Camino sobre siglos y peldaños,
alegorías y ventanas ciegas
y descubro en los mármoles huraños
voces latinas y sentencias griegas.
Voy descendiendo por los aledaños
de esa razón de ser que tú me niegas,
alma mía de ayer y entre los años
que nunca fueron me desasosiegas.
Hay en el marco de los ventanales
un silencio de siglos presidiendo
la majestad de los alrededores
y el alma entera vibra en los fanales
donde la noche eterna va esparciendo
una ilusión de piedras y rumores.
II
Se vierte en el estanque la silueta
del monasterio adusto. Congelada
a lo lejos la sierra es balaustrada
que nos ofrece un éxtasis violeta.
Espejismo de Dios en la secreta
mística aspiración hacia la nada
o hacia el todo. De amores desmayada
el alma viste su sayal de asceta.
¿A dónde irá mi cuerpo que no vea
piedra labrada y verbo consagrado
entregado sin pausa a la tarea
de ver como los siglos han pasado
y en alto queda ardiendo aquella tea
donde se funde el bien con el pecado?
III
Cristo de Cellini
“No me mueve mi Dios para quererte…”
así dicen angélicos los versos
tu ofrecimiento de dejarte verte
más allá de los vastos universos.
Ni me mueve tampoco el conocerte
terrible y juzgador en los reversos
del bienaventurar y darme muerte
si formo en el tropel de los perversos
con mi fe boba. En tu presencia vaga
siento también un clavo en cada mano
sobre los leños de la providencia,
que escondido te llevo en esta llaga
del corazón y me hundo en el arcano
de tu mármol tallado y de tu esencia.
IV
Panteón de Infantes
Hay una muerte niña y friolenta
y un gran silencio de infantilidades
que renueva en mi sangre la violenta
ley del amor y las maternidades.
¡Infantes míos que la vida afrenta
con su falsa ternura! En las edades
de un día eterno se me representa
la sinrazón de las calamidades,
y una ilusión de ayer enamorada,
que ya no sé quién soy con tus desvíos
ni a donde voy apenas caminando,
pero en la intimidad de mi morada
son los infantes muertos, hijos míos
que nacieron no sé por qué, ni cuándo.
V
Felipe II
Rey de las tierras firmes y los mares,
esclavo de Caín por tus pasiones,
oficiaste en confusos avatares
y sometiste pueblos y naciones,
rezaste castellanas oraciones
y consagraste el orbe en los altares
de tus locos de Dios y tus legiones
y tus autos de fe plenilunares.
Rey de escorias, en la desconfianza
erigiste tus grises monumentos,
piedra y niebla y un poco de esperanza
en no sabías qué, por tus conventos
has hecho universal esa maestranza
de la crueldad y los remordimientos.
VI
Soneto a Abel
–Caín, Caín ¿qué hiciste de tu hermano?
–El dolor es la llave de la vida,
la puerta del saber está en la herida
abierta siempre, aunque abierta en vano.
La dicha es como un éxtasis lejano,
una flor no del todo florecida
cerca, muy cerca y lejos escondida
detrás de un dios confusamente humano.
Me das la vida y me la das prestada,
me das la dicha y tú la necesitas
y amándome te amas a ti mismo.
Amándote yo a ti, yo soy tu amada
y en estas ecuaciones infinitas
por alturas de amor yo soy tu abismo.
VIII
Sin embargo también crucificada
en los maderos de la mansedumbre
soy alba herida o alba enamorada
encendiendo mis fuegos en Tu lumbre.
Quiebro mis sueños todos, e inmolada
por mujer, por escueta, por costumbre,
te ofrezco esta ternura huracanada
y sus vaivenes y su mansedumbre.
¡Todo es nada y la nada maravilla!
Osario destinado a nuevos huesos
la espiga muerta, encinta la semilla.
Del cautivo de amor yo soy cautiva.
Va en mi alma también su rostro impreso
como una obsesionante siempreviva.
NOSTALGIA
Llevo una angustia en los ojos
y otra más honda en el alma
por haber visto estos cielos
y estos mares verde-plata.
Las manos pálidas traigo
y largas por la nostalgia,
gaviotas de picos rojos
sin un hogar ni una patria.
Tras esa sonrisa dulce
hay otra sonrisa amarga
por las sales de otros mares
y espejismos de otras aguas.
De arañar tanto el recuerdo
las uñas llevo gastadas;
la soledad ha vestido
de blanco todas mis lágrimas.
Quisiera volver a veros
esmeralda de mi patria,
Panamá que yo recuerdo
pequeña y enamorada
de los crepúsculos rojos,
sensual, joven, extasiada,
con el traje a la rodilla
y una cesta de guayabas,
mostrando los dientes blancos
y una cintura delgada.
Ciudad, cabellera al sol,
ciudad, música lejana,
peinándote rumorosa
entre abanicos de palma:
cuando yo te vuelva a ver
estaré ya tan cambiada.
Ha enmudecido la alondra
porque se rompió las alas.
Llevo una angustia en los ojos
y otra más honda en el alma…
Hoy, en lomos de un deseo,
he llegado hasta tu playa;
la realidad esquivando,
la realidad tan amarga.
De tanto cruzar los mares
ya no mido las distancias;
me echo a volar otra vez
goteando, vivas, mis ansias.
PRISIÓN
Qué triste es quedarse en casa
si hay alegría en el alma
y el corazón pide a gritos
castañuelas y maracas.
Cuando se es joven y alegre,
qué triste es quedarse en casa.
El alma a oscuras y sola
como lámpara apagada,
y una angustia inexplicable
amarrada a la garganta.
Qué triste se me hace el cuarto
hoy que tengo alegre el alma.
Y pensar que el tiempo corre
(sólo se le ve la espalda),
que la muerte anda rondando
y la juventud se acaba.
Qué triste se me hace el cuarto
hoy que tengo alegre el alma.
Prisiones que nos formamos
(que prisión es esta casa),
y el corazón pide a gritos
castañuelas y maracas.
AMBIVALENCIAS
Nadie, ni tú, ni él
comprenden la tristeza
del cascabel.
Cascabel es mi lengua,
campana mi corazón;
cascabel y campana
eso soy yo.
El cascabel de cobre
habla de amor,
la campana de bronce
habla de Dios.
Este dolor redondo
del cascabel
que ríe y tiembla y vibra
es de mujer.
Espuma, sombra, canto
giran en él,
lo atraviesa la pena
con su alfiler.
En la grave alegría
de la campana,
lloro yo cada día
dentro del alma.
Agonía en los ojos,
baile en los pies;
si mejor te parece
dilo al revés.
El sabor más amargo
está en la miel
y un cascabel de nupcias
luna de hiel.
Sombría noche eterna
en la campana
y un gozo en el reverso
de la manzana.
Bronce y cascabel vivo
en la alegría
y en mis penas un goce
de muerte viva.
ERÓTICA VIRTUTEM
Vienes fuera de tu cuerpo
andando sobre las ascuas
quien te ve no te conoce
por más que no lleves máscara
y nunca sabrán si fuiste
hembra turbia o mujer clara
aunque San Gabriel envidie
la candidez de tus alas.
Sentada sobre los siglos
sobre ti misma sentada
eres germen de tormentas
que el amor divino amaina.
Tan llena andas de tu Dios
que besas su imagen santa
en rostro de pecadores
con inocencias de gata.
Voluptuosidades de ángel
emanan de tu substancia.
¡Oh, Isabel, santa de Hungría,
la ingenuidad de tu alma
sublimizaba tu cuerpo
dadivoso y con la palma
de la noche de los sordos
—la noche de las dos albas—
ibas del cielo al infierno
toda hielo y llamarada,
hielo del ser sin confines
y fuego de esa hora santa
en que el amor sobre un orbe
sin fronteras se derrama!
Y tú detrás de mis ojos
por mis dos nombres me llamas
mientras taciturna invades
los desvanes de mi alma.
RETRATO
Hombre de mediana estatura,
en el alma llevo estampada
tu figura.
Si yo fuera surrealista
te pintaría con un solo ojo oblicuo
claro, profundo y sadista.
Tu boca, hendedura larga
jugosa y gruesa y amarga.
Tu espalda encorvaría
con la joroba de la melancolía.
El retrato terminado
en la pared te clavara
como a un crucificado.
Con tu ojo largo,
tu boca gruesa
y tu beso amargo,
soñaría.
Rubia Magdalena
que se muere
de melancolía.