Antonio Ojeda

Pequeño cosmos

 

 

 

Del libro inédito 23 días en la casa de la muerte / twenty-three days at the house of death

 

 

 

1. Conversaciones enfrente de las máscaras

 

He visto cómo cuelgan

de tus palabras los internos

balanceándose en los árboles.

 

Nadie tiene un nombre

y pocos poseemos más que una ilusión aclaratoria.

Esta verdad desemboca en los mares de la mente;

un desasociado, un término,

dicta de dónde parte

la certeza de no sufrir el abandono

al ni siquiera de ello darse cuenta.

 

En la rosaleda

veo a dos sujetos admirando cada una

de las flores;

uno despoja y pone aparte

las espinas suavemente

y mi reflejo se las traga;

el inquilino que resta sólo observa.

 

Quiénes son sino yo mismo,

tan lejos de tu cuerpo,

tan cerca de mis complejos primitivos,

 

tan debajo

de tus últimas palabras.

 

 

 

 

2. Rosal

 

Como los atardeceres

que habitan tus pómulos,

como las sombras

que cubren tus párpados:

 

justo así

he sentido estremecer

lo que, más allá

de mi pensamiento,

de mi fantasía,

recorre tu figura

cubriendo, calmando

los sismos en el pecho

sin ninguna víctima mortal

 

mas que yo, insensible analogía,

colgado en la distancia

que pende del canto de una tórtola

y el recuerdo del camino

de un viejo mercader

de sábanas de seda.

 

Tus ojos cerrados, tu pecho:

tibio pudor que me indica

cerrar un poco más los míos

para volvernos semejantes

y sentirlo así sereno a mis espaldas

donde una vez recorrieron tus manos

dibujando caricias como un golpe

entre tantos actos de violencia;

 

un suave toque de suspiro,

un placebo afortunado,

una fila que conglomera

al empedrado.

 

Y Pensar en que ahí estás tú

y quién más que tú

a la vuelta de la esquina

de los mares y fronteras.

 

 

 

Del libro inédito Poemas aparte

 

 

Péndulo

 

Decidí despertar a mitad de la noche

aproximándome al círculo que emana

el péndulo celeste a la alforja irregular

que la calle mastica en mi ventana.

 

Péndulo maldito,

péndulo puro,

péndulo usufructo;

péndulo fantasma.

 

Péndulo de pena,

paz de la paz lejana,

de la mentira.

 

La péndula viene y apoya

su dedo impuro

en la oquedad sensible

de mi pecho.

 

Tal como el teopixqui

busca flor y canto,

la semilla de mi sangre,

el grito de mi ahogo lacustre

que ahora es valle seco.

 

Péndulo de techos grises,

húmedos y sucios,

prisión que tiene por llave

una estaca en la punta de su boca.

 

Tal como la suerte de le vampire,

deja sus fuerzas

al encuentro de lo tranquila,

dolorosa, sensual y seductora

que es la muerte.

 

Así exclama mi ciudad:

¡cahuic−.

Mientras la figura endeble

de mi estirpe más lejana,

refugiada en el olvido oblicuo

de su asilo, víctima y victimario

de su asedio,

pronuncia la sentencia

que le dejará muda eternamente:

 

il n’y a que de l’espoir−.

 

 

 

 

Fortuna

 

Aquel que es, aquel que ignora;

El niño juega con el cielo y con las nubes,

separa los rayos del goteo entre las tejas,

el que toma una lanza de metal

y una espada de seco pino.

 

Aquel, el de las huellas de pared

y de las huellas de la última octava melodía,

el de los filamentos en la piel

que logran coincidir,

después de un instrumental,

con la voz onírica ancestral que viaja

circundando frecuencias imitadas.

 

Aquel nesciente dichoso,

emperador de pixeles,

aprendiz del barro y Nuwa,

viajero del Yggradsil,

relojero del equivalente de Saturno,

siente pena extraña

hacia Prometeo, el titán;

 

la ceniza de la barca

donde el fuego alzó a Quetzalcóatl,

es también el remanente del abril de pesadillas

sobre la sangre mortal del hijo del hombre.

 

Aquel,

el que teme como Xólotl:

madero en la pintura de Valaquia,

en el sueño de París y sus cloacas.

 

He trazado una runa

en lo alto de lo que un día prometí

al centro de la pirámide del sol,

en la ciudad que crea dioses

de los hombres.

 

Dentro de las paredes anchas de adobe,

el pueblo se vuelve hogar:

el sitio de las artesanías de humo

donde anduve tierra a gatas

y camino volando,

el corcel blanco se detiene

sosteniendo a quien fue hijo del trueno.

 

La noche del atlántico a los seis,

un salto del Niágara sobre los veinte,

ante veintidós inviernos, el pacífico,

 

Escribe aquel que no es poeta,

sino ciudadano de su oficio.

 

Aquel a quien el viento

que alza el polvo le susurra:

“Anda, muchacho, que has tenido suerte”.

 

 

 

 

Pequeño cosmos

 

La diosa fértil

o la primera desterrada;

el estruendo del trueno

de una tierra que no es mía

−ni en lengua o apariencia−.

 

No importa en qué parte,

o en qué libro,

esté o no esté escrito:

 

me han arrebatado la conciencia

y la mecen junto a una pluma en la balanza.

 

Arriba se ajusta el paraíso,

los campos elíseos,

el Valhala,

la tierra del regente que repta

con sus alas al oriente cada amanecer;

 

A la izquierda, este purgatorio;

 

a la derecha, el padre,

un pastor, un cordero

y un perro sin pelo.

Al sur, el Edén

y demás historias

inconclusas.

 

 

 

 

Poética en la lápida

 

Podría estar a cargo del relato

sobre el curso del futuro venidero;

mas tengo que cumplir con mi labor

donde se ahogan las noches vencidas

en mi propio cementerio, mi patíbulo,

mi panteón de glorias y fracasos.

 

Ese vaivén es más antiguo

que el primer hombre ante

la sepultura de su cuerpo,

no así de la resonancia

de su ausencia:

 

primero en piedra

luego en papel,

después

será tarde.

 

 

 

 

NOTA:

La presente selección de poemas forma parte de dos libros inéditos 23 días en la casa de la muerte / twenty-three days at the house of death y Poemas aparte. El primer poemario busca construir aquel “mundo de ideas” a partir de los años de la vida, aunque algunos figuren como recuerdos que precisan de reconstrucciones. De manera alterna, busca el canto, la poesía, como medio para expresar y trabajar al oficio inexperto en la búsqueda de una voz a través de sus temas. El segundo libro, por su parte, es el reflejo del regreso de un viaje, de la reflexión que gira en torno a lo que sigue después de las metas, de los golpes necesarios de la vida y el encuentro con el futuro cercano siendo este incierto e indescifrable. Esta selección es un conjunto de intentos nocturnos en la búsqueda personal de compartir con el mundo la palabra siempre y cuando esta tenga algo que decir.

Antonio Ojeda (Los Reyes Acaquilpan, Estado de México, 1997). Es egresado de la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Autóno ... LEER MÁS DEL AUTOR