Mónica Manrique de Lara

No puedo amarte sin arder

 

 

 

 

No puedo amarte sin arder

 

I

 

La luz es como un sable entre las olas

pero nado, ya desnuda, más deprisa

por una estela de noche indomable,

la luz es esqueleto en la marea,

forzada ruta, redondo sendero,

la luz es la mañana que me aleja

separando mis entrañas de su savia,

es un alud que despierta y que ciega,

mi pecho alerta es la sombra estrellada.

 

 

II

 

¿Escuchas, tierra firme, ese silbido

como semillas que se lanzan al vacío?

¿oyes que el mar las va llamando

y que el tiempo las detiene contra él mismo?,

procesionaria, esta cuerda sin ojos,

la vida nos arrastra como a piedra

que se resiste a la embestida de las olas,

pero una suave espuma retrocede

hacia la boca luminosa del recuerdo,

la partida es como un sueño de arrecife,

luego las nubes se hacen cielo con el viento.

 

 

III

 

Absorbo el cielo mirando hacia el mar

sobre la arena de un tiempo desierto,

quedan arriba las estrellas titubeantes

que se extienden como el humo

hacia el vacío,

bostezo blanco, gigante del frío,

solo una barca ilumina las olas,

es como flor que despunta en un sueño,

abre esta tierra su semilla en mi ceguera,

ahora la noche reside en mis ojos

mientras el agua despierta en mis manos,

resucitando lentamente en la caída.

 

 

IV

 

¿Qué desvela el amor de sí mismo?,

mantener que la fuerza del sol

se desprende del leño

que ha sido incendiado,

entregar nuestro único bien,

cada cuerpo y su grito,

y acabar siendo pez en el hielo,

ahora escucha, con fe, sin embargo:

quien aletea entre las manos de un destino

es solo un pájaro que busca su socorro

entregándole al cielo el calor y la luz de su canto,

¿por qué las alas, si no distingo el viento de las ramas?,

he decidido ser crisálida constante

en el corazón de las noches de otoño.

 

 

V

 

Llega un momento en que la infancia

va hacia atrás

y el viejo islote se aleja aún más de tierra,

pero hay preguntas como aves viajeras

por aguas de seda,

¿quién ha traído esta flor de la isla?,

la rebeldía es que allá crezca la maleza,

raíces de corazón y libertad

o la conciencia de amor a la vida,

quedan semillas sobre el rudo continente,

no hay tortuosos caminos de viento.

 

 

VI

 

La vertical de la escena es mi vida,

la luz no llega arriba, mas la empujan

en un sueño los aullidos

de este lobo estepario que llevo encogido por dentro,

dormitaba la luna en el sueño,

su dulce aliento era camino

entre los astros, el lobo era la infancia

y la tañía el batallón de la esperanza,

mientras la tierra cubierta de sombras

iba minando la mirada soleada

por la que el tiempo traería la lluvia,

la vertical de esta escena es el agua

que avanza deprisa,

nuestros dones, la cascada, nuestros actos.

 

 

VII

 

¿Quién eres tú al otro lado de la niebla,

los dos trepando por el alba hasta el espejo

en que la luz ha venido a mostrarnos?,

es como ir desencontrando los cristales

que ha ido dejando la noche en el agua,

 

y sin embargo tú estás hecho de mi sueño,

tejo tu imagen con hilo de luz y reposa mi sombra.

 

 

VIII

 

La luna se asoma entreabierta

porque ella sobrevive de ese modo,

luz arropada, velada, desnuda,

hacia el germen revelado de la noche,

la luna es el silencio de ese sol

que mirándola se observa en un espejo,

y siente frío, y se siente desterrado de sí mismo,

no alcanzaría el calor de su alimento,

mírame, mi amor nace de ti, disfruta entonces de tu luz

a través de esta presencia en una imagen,

pero yo no puedo amarte sin arder.

Mónica Manrique de Lara (Granada, España, 1974). Es licenciada en Traducción e Interpretación, y en la actualidad compagina su labor como profesora de lenguas en ... LEER MÁS DEL AUTOR