Mark Strand

Bahía oscura

(Cuatro fragmentos)

 

 

(Traducción al español de Jeannette Clariond)

 

 

 

IV

 

Hay una cierta trivialidad en vivir aquí,

una ligereza, cómica monotonía que intentamos

socavar con muestras de energía, una devoción

 

a los caprichos del deseo, mientras que allá

hay una seriedad, una rígida, inflexible oscuridad

que cubre el alma al esfumarse, un peso

 

que avergüenza nuestra ligereza. Solo mira

al otro lado del río y descubrirás

qué indigno eres, a medida que describes lo que ves,

 

asido a aquello de lo que se dispone.

Desde la otra orilla, nadie mira en esta dirección.

Están comprometidos con los obstáculos,

 

con la textura y los niveles de la oscuridad,

con la tediosa representación de la duración.

Y ellos trabajan, no por alimento o amor,

 

sino para perpetuar el balance entre el pasado

y el futuro. Ellos son el futuro en la medida en

que se prolonga, igual que nosotros somos

 

el pasado reconciliado. Razón por la cual planchamos

las servilletas, y llega a tiempo el postre, y la razón

por la que el vaso de leche, fino en su blancura,

 

nos ruega que bebamos de él. Nada de esto ocurre

allá. Lo que nos alivia es visto como

medroso, símbolo de superficialidad o algo peor.

 

 

 

XVI

 

Es cierto, como alguien dijo, que en

un mundo sin cielo todo es despedida.

Agites o no tu mano, es despedida

 

y si no asoman lágrimas a tus ojos,

es de todos modos despedida, y si finges no saberlo,

detestando cuanto pasa, también es despedida.

 

Despedida, sin importar qué. Y las palmeras, al ladearse

sobre la verde esplendente laguna, y los pelícanos

en picada, y los atentos cuerpos de los bañistas que descansan,

 

son etapas de una quietud final, y el deslizarse

de la arena y el viento y los secretos movimientos del cuerpo

forman parte de lo mismo, una simplicidad que vuelve todo

 

ocasión de duelo, o algo digno

de celebración, pues ¿qué hacer frente

al peso de las alas de los pelícanos,

 

la densa sombra de las palmeras, las células que oscurecen

la espalda de los bañistas? Esto va más allá de las distorsiones

del azar, más allá de los efugios de la música. El final

 

se representa una y otra vez. Y lo sentimos

en las evocaciones del sueño, en la maduración de la luna,

en el vino que reposa en la copa.

 

 

 

XXIV

 

Considera ahora el clima y piensa cómo rara vez es el mismo

para dos personas, cómo, cuando dura poco, exige precisión

para diferenciar si es realmente de un aura, un olor o un aire incluso

 

de certidumbre, o cómo, a medida que avanzan las horas, podría

prolongarse, debido al número de personas que toca.

Su fuerza consiste en algo más: los tornados duran poco

 

pero la fuerte claridad del verano parece infinita

y tiende a debilitarse ante nuestro desinterés.

Disculpe, ¿es esta la historia de otro día emotivo,

 

cosas que ocurren mientras se prepara la cena?

Qué decir sobre la forma que asume lo inaudible,

y de lo que implica el vivir en sociedad,

 

o lo sombrío naciente del otoño —el brillante—

o las hojas marchitas que caen, el crujido de las ramas heladas,

el nuevo color azul, inesperado, del cielo.

 

 

 

XXXI

 

Estamos aquí, en Labrador. Siempre había querido

estar aquí, especialmente contigo,

en esta cabaña, y el fuego alumbrando. Llevas

 

puesto un traje Calvin Klein y yo visto

la chaqueta de terciopelo del esmoquin de mi padre. Nada más.

¿Por qué? Porque estoy contento. Y atento

 

al primer indicio tuyo de que es hora de irnos

a la cama. Estos momentos previos al amor

son los más felices de mi vida. Me pregunto si

 

formaremos parte de alguna predicción de lo que

el mundo pudiera ser en su mejor momento,

si en este frío paisaje libre de compras

 

nos dirigimos hacia donde va el mundo.

O si somos parte del registro de lo ya

ido, un signo de las profundidades

 

en las que el mundo se hundió. Tu lujoso traje,

mi chaqueta raída, esta cabaña sin agua

corriente, ni una estufa en condiciones, ni estéreo ni televisor

 

pudieran significar tan solo una broma en la suma

final de los logros a reclamar

algún día lejano. Aun así, aquí estamos

 

y eso no pueden quitárnoslo,

y si se ríen, qué importa, aquí estamos

felices en Labrador, bailando hasta el amanecer.

 

  

 

 

-Harold Bloom
La escuela de Wallace Stevens
Un perfil de la poesía estadounidense contemporánea
Edición, traducción y notas de Jeannette Clariond
Vaso roto ediciones
España-México, 2011

https://emea.vasoroto.com/products/la-escuela-de-wallace-stevens

 

La escuela de Wallace Stevens

Mark Strand (Prince Edward Island, 1934-Nueva York, 2014), Premio Pulitzer en 1999 por su libro Tormenta de uno, y Wallace Stevens en 2004, es ... LEER MÁS DEL AUTOR