Danza oriental y otros textos
Amada
¡El duro son de hierro tornaré melodía
para cantar tus ojos! violetas luminosas
la noche de tu negra cabellera y el día
de tu sonrisa, pura más que las puras rosas.
Tú vienes con el alba y con la primavera
espiritual, con toda la belleza que existe,
con el olor de lirio azul de la pradera
y con la alondra alegre y con la estrella triste.
La historia de mi alma es la del peregrino
que extraviado una noche en un largo camino
pidió al cielo una luz… Y apareció la luna;
pues, estaba de un viejo dolor convaleciente,
y llegaste lo mismo que una aurora naciente,
en el momento amargo y en la hora oportuna.
El alma en los labios
Para mi amada
Cuando de nuestro amor la llama apasionada
dentro de tu pecho amante contemples extinguida,
ya que sólo por ti la vida me es amada,
el día en que me faltes me arrancaré la vida.
Porque mi pensamiento, lleno de este cariño
que en una hora feliz me hiciera esclavo tuyo,
Lejos de tus pupilas es triste como un niño
que se duerme soñando en tu acento de arrullo.
Para envolverte en besos quisiera ser el viento
y quisiera ser todo lo que tu mano toca;
ser tu sonrisa, ser hasta tu mismo aliento,
para poder estar más cerca de tu boca.
Vivo de tu palabra, y eternamente espero
llamarte mía, como quien espera un tesoro.
Lejos de ti comprendo lo mucho que te quiero
y, besando tus cartas, ingenuamente lloro.
Perdona que no tenga palabras con que pueda
decirte la inefable pasión que me devora;
para expresar mi amor solamente me queda
rasgarme el pecho, Amada, y en tus manos de seda
¡Dejar mi palpitante corazón que te adora!
Ofrenda a la Muerte
Muda nodriza, llave de nuestros cautiverios,
¿oh, Tú, que a nuestro lado vas con paso de sombra,
Emperatriz maldita de los negros imperios,
cuál es la talismánica palabra que te nombra?
Punta sellada, muro donde expiran sin eco
de la humillada tribu las interrogaciones,
así como no turba la tos de pecho hueco
la perenne armonía de las constelaciones.
Yo cantaré en mis odas tu rostro de mentira,
tu cuerpo melodioso como un brazo de lira,
tus plantas que han hollado Erebos y Letheos;
y la serena gracia de tu mirar florido
que ahoga nuestras almas exentas de deseos,
en un mar de silencio, de quietud y de olvido.
Palabras de otoño
A Miguel Ángel Barona
Guárdate tus sonrisas: mi corazón hastiado,
como fruto en sazón, a la tierra se inclina;
la senda ha sido larga, amiga: estoy cansado,
y quisiera gozar de mi hora vespertina.
Odio aquellos amores de folletín: mi herida
no mendiga limosnas de piedades ajenas.
Yo tengo una tragedia, y se llama Mi vida:
para escribirla usé la sangre de mis venas.
Mi otoño anticipado me vuelve reflexivo;
me encuentras casi triste, sereno, pensativo;
no siento las delicias del flirt, es la verdad.
Mi espíritu se orienta hacia la eterna aurora,
hasta que la clepsidra de Dios anuncie la hora
de ser con mi Señor para la eternidad.
El alba de Jesús
Señor, en mí me busco y no me encuentro…
¿Dónde la claridad del nuevo día
cuya luz inmortal fulgura dentro
del corazón sin pena ni alegría?
Tú eres la paz, y yo soy la contienda;
tú eres la luz, la noche va conmigo…
Mis ojos, ciegos por la negra venda,
no distinguen amigo ni enemigo…
¡Pero una voz en mi interior te nombra
y dulcemente hacia tu fin me lleva,
porque tú estás en mí como en la sombra
la luz celeste de la aurora nueva!
Balada del infante loco
El pálido Infante
una extraña locura tenía,
el pálido Infante
poseer una estrella quería…
Para curar su mal, el Rey hizo venir
de un imperio lejano a la Infanta más bella,
pero, el Príncipe, al ver sus ojos de zafir,
se acordó de la estrella…
Amarga era su vida hasta que, una mañana
—sin criados ni mastines,
el gerifalte al puño— lo vio pasar la gente cortesana;
se dijo que iba a cazar a la selva cercana…
No retornó jamás a sus jardines…
Y Carmín, el buen paje que persiguió su huella,
hallóle muerto frente al mar sonoro:
en sus ojos azules se miraba la estrella
como una lágrima de oro…
Danza oriental
Danza la danza caprichosa…
(¿Tórtola…?) ¿Salomé…?
Y tras el fino velo rosa
sonríe Astarté.
En el crepúsculo amatista
llena la gracia del jardín
Bablbul saluda la imprevista
danza… ¡Salve Mahanaím…!
Panderos y timbalería.
Kaleidoscopio es el pie
rosa vibrante de harmonía
(Tórtola y Samolé).
Es Occidente y es el Asia,
pálida y desnuda,
si bien se mira esa su gracia
es un don de Buda.
Acompaña a sus deliciosas
maneras rituales,
un desplegar de alas fastuosas,
de pavos reales.
Como a compás de una rapsodia
mueve las túnicas brillantes;
son su custodia
ceremoniosos elefantes.
Junta a los graves ademanes
burla de los labios;
y saben más que los brahamanes
esos labios sabios.
Hipnotizados la ven los
siete vicios siete leopardos—
Y, en cada mano, mueren dos
sedientos nardos.
Fragmento inédito de La divina comedia
Vimos los laberínticos senderos interiores
ideas como larvas y monstruos roedores—:
toda la fauna y flora que nutren el Espanto
y la Locura…
El aire sabía a sangre y llanto.
Y llegamos al círculo postrer de condenados,
y yo dije:
Maestro: ¿y esos puños crispados?
¡Y esos ojos de vértigo cuya mirada brilla
como la del felino que guarda su caverna?
¿Y aquella faz exangüe de fiebre y pesadilla?…
Y Él: Es un buscador de la Verdad Eterna.