Tras el cerner del tiempo
TRAS EL CERNER DEL TIEMPO
*
Mi víbora era de dos cabezas
Pero a veces amanecía de tres o más
Luego eran cuatro o diez en la duermevela de dos
Porque el deseo crecía en cada parte
Cuando trozaba a machetazos de yo tener catorce
Y entonces el sueño era una cabeza asomándose
En el espejo múltiple
Era la vianda amarga en la charola de Salomé
Miraba hacia delante como una cabra al borde
En el otro extremo crepitaba el hueso
Y un poco el ruido de la infancia
*
Huérfano de ti vives en mi sueño
Sobre la polvorienta y ocre página
No te has ido, en algún lugar de mí
respiras y nada ha pasado. Nada
La luz polvosa del patio nos descubre
situados en la imagen silenciosa
Tú eres el inquisidor de las plántulas
del barbecho, la escarda y la cosecha
Yo el balbuceador aprendiz de padre
Crecen -te digo- apenas me oyes y ves
con tus ojos de cien años al mismo
niño, el que se ahogo en el arcoiris
y nunca lo olvidaste para que yo existiera
*
El nagual nace nagual, no lo aprende
Vive solo no tiene manada
Huele a cominos, a cilantro, a pascle
a guiso amoroso
En su cuerpo de ceniza respira un cíclope eterno
Todo tiene memoria. El tiempo huye por el mismo laberinto
Ruido de totomoxcle
El nagual perpetúa su sangre
Escribe en ríos profundos. Graba en su cuerpo
El ácido borra las líneas de sus manos
Carnicero al fin alarga las horas de la noche
Detenido en la pared no existe
Apenas simula un retazo de roída sepia
Ángel recortado en la textura del códice
*
En cuál sueño de cal hirviente se parte el corazón
cuando te vas y eres otra
Es de perro este dolor y no porque no me duelas
sino por el aullido que presiento
Porque no me rajo a la primera.
Porque aguanto una, dos, tres
todas las dentelladas que creas que merezco.
Soy curtido en vinagres espesos
y garantizo a pesar de tantas canas
*
No soy yo el que te seduce/es la escritura
Tus rasgos cuando los ves en la página en blanco
Es el miedo y su polvorín de mago
Son las ganas de beber el salitre tembloroso
Es la ceguera de dos
Una sola saliva con sus grumos y el gozo
Y ese saber el rostro que memoriza el cíclope
cuando el que escribe es alguien que desconoces
Un solo de sol en llamarada
La quemadura cuando inicia el desamor
*
Cuando puedas amarme Ven
Sin el miedo de otros cuerpos
El mío está curtido en ajenjos
En dolorosos azogues
Entrégate al mar/Soy la misma agua
Acaso tenga otro nombre
Pero soy el mismo
*
Voy por el filo de la anécdota
a rastras voy
Me ando muriendo de todo
hasta del gerundio que me dejó tu amor
Viejo estoy y tú tan lozana en mi memoria
No hago caso al decir de los amigos
Por pura envidia dicen algo de un tubo que tú acaricias.
O seguramente me recuerdas lejanamente
El que te mira es otro
sin muelas, con artritis, sin memoria
y pregunta por el precio del boleto
DE LA TIERRA Y LAS PALABRAS
En este pirú que no plantamos.
Bajo la sombra escuálida de este montón de costras
y ramas olorosas, vuelvo a sentarme
como lo hacíamos tu gesto mirando a nadie y mis nueve
que siempre querían cruzar la carrillera y amacizar tu máuser.
A solas echo el taco de sabrosura
que la abuela me prepara desde su más allá.
Aquí vuelvo a conversar contigo, a hablar de nuestro Hesíodo,
a tirarle piedras a la ciudad grisácea y reitero que la tierra que me diste es tuya.
Que otros son mis trabajos y mis días.
Tan sólo me quedo con tus palabras,
garritan en mi corazón. Son las que no dijiste.
Las que tuvieron forma en la comezón silenciosa de tu espalda.
Son las del perejil y sus jugos para hacer el río eterno de la sangre.
O las del cilantro y la sal a la mitad de la tortilla.
O el rozón de la ortiga en tanto envejecía mi infancia.
Abro la necesidad de abrir las cosas
el corazón de mis hijos, abro por abrir
el salitre donde la verdura ha de germinar.
Digo espinaca y escarbo en verde la imagen.
La oscuridad huele a semilla remojada.
Digo apio y mis dedos rugosos baten el cieno nutritivo.
Digo escarolas y la vértebra se tensa para llenar el buche del almácigo.
Las palabras que tatuaste en mí, crecen en la uña salitrosa.
En su hongo obstinado, en la verdolaga con salsa verde
y la costilla de cerdo frita a punta de manteca.
Son aquéllas que en la página arrugada de la acelga
gritan su deshoje para evitar el tallo semilludo.
Abro el verbo y voy con mi guadaña.
Ojo por hoja y ajo por ver.
Y aunque me tuerzo y me retuerzo, no me quiebro
Sé que la blancura anda tras mi sombra
cuando te llamo piquete, punzada o sesgo de cuchillo oxidado
Andamos juntos Procopio. Ya casi amanece.
COSAS DEL TIEMPO
para Eusebio Ruvalcaba
Todos los días al amanecer abandono el caparazón
y salgo a vivir un rato.
Cargo una carpeta donde registro mis acechanzas.
Calles y habitaciones efímeras, una cantina tras otra
y mujeres que dejan su música en las arenas movedizas de la escritura.
Bebo mi alcohol y la luz se enturbia cuando transpiro.
Un amigo va y otro se aleja, yo deambulo.
Al anochecer he de rehacerme en las tinieblas del sueño.
*
¿A dónde va el tiempo? Qué pedazo de su rabia se queda
a macerar la carne?
Acaso el instante y su garra modulan el somos en la huella de los hijos.
No hay atrás, solo la mirada de alguien que se aleja,
el otro que ya no somos, acaso un punto en la plenitud de nuestro cuerpo.
El tiempo se detiene en círculos alejándose.
Las cucarachas darán cuenta del resto por vivir.
*
Entre la sopa que llega y la que cae,
está el hambre del otro.
El que escupe al vidrio divisor la gelatinosa miseria,
la mía, en el guiño de un corazón enfermo,
el otro. La lengua astrosa con los dedos en V,
retando al trozo de lo que queda.
*
Vez que no ves
y no saber el cuándo de la última vez.
Y no ves el tamaño del grito.
A gatas llegas con sigilo ondulando el silencio.
Y las fauces abiertas, a punto los colmillos
con el veneno a punto. Chisguete
del cuerpo que va y no regresa.
*
Necesito una ciudad para escribirla.
Un aire turbio, casi irrespirable.
Mujeres hermosas por el tapiz de mi mirada
para sobar mi cuerpo,
pero estoy lejos, a dos metros de oscuridad
y el silencio es frío.
SALIVERO
para Arturo Trejo Villafuerte
Un ondulante brezo imaginario
que la turba ahume y el salivero brote amable.
Ámbar es la sombra
y la noche una cebada madura
sumergida en el agua sin fin de la memoria.
Que el grano germine al paleo de la anécdota,
que se destile o deshile
el luido traje del desamor,
(lo bueno es que ya no me acuerdo)
que escurra la trasparencia de esa mujer de incomparables senos,
(Y acotar que son dos)
y cada gota resbale por ese trasero que fácil
rebosaría las páginas de los libros compartidos.
A cada hervor el homenaje a los maestros
que conbeben de tanto mencionarlos.
Alguien dice Illescas y el eco interroga
por Rubén Bonifaz Nuño. Otro brinda por Lizalde
y al golpe azaroso de los dados se allegan José Emilio y Segovia.
Vapores y espumas carcomen el tiempo,
lo ahuezan, lo fermentan.
Y así nos vamos por ese río en que las anécdotas
son las piedras pulidas de lo irrecuperable.
Salivero espiral del que va y viene o ya fue o se ha perdido.
Y se encuentra en esa rueda de molino.
horno de malteado de la saliva con que vamos secando
los días sin vuelta.
LOS ZAPATOS
Andan juntos, a todas partes van
Uno solo es inservible, huérfano, cojo
Son humildes, soportan los hongos, la comezón
las heces de los perros
Al filo del cansancio caen donde sea
Como el agua al vaso
adquieren la forma del pie que los contiene
A veces los veo alejarse en busca de otro niño
el que se cortó el dedo gordo en un basural
En la crepitación de fuego
o bajo el salitre claustrofóbico
estarán conmigo
Ellos saben aquello de morder el polvo
CALZONES
Recuerdo el estampado, la bolsa de manta
El recipiente del salvado y la sema
Luego las tijeras y el trazo memorioso o la rasgadura
Calzones para mi hermana
y para ese Melitón que yo era por el 60 de otro siglo
Manta tiesa, ruidosa con sus manchas detrás
y el orín de la infancia que vaporiza la oscuridad del cobertor
Que dice que ya no soy niño, que ya canta el pájaro y escupe
Calzón de manta el de Procopio
la mugre trabajadora, el sudor que hila su pegoste de lodo
Un día la memoria olvida en el tendedero aquellos estampados
Manta que mis primas bajaban en tanto mi mano expiaba sus asuntos