La noche esquimal
La noche esquimal
A Nina, en el recuerdo
Todo lo abandoné:
Cavé las olas, arranqué los sueños,
Dije a la nada adiós,
A todos adiós,
No pronuncié tu nombre
Porque ya estaban lejos sus letras repetidas.
Todo lo abandoné:
Sigo mi viaje,
De nuevo estoy de paso.
Sobre París cae el calor de agosto.
Salgo a las calles,
Voy a las plazas,
Me detengo en los puentes
Y cual hombre común
Veo correr las aguas reverberantes del Sena.
Estuvimos en la noche más corta
Que hubo sobre la tierra:
La noche era una línea
Y la línea un reflejo
De la noche esquimal.
El norte se nos vino de pronto sobre la luz del río,
Río heroico plomizo
Que otra vez en septiembre cruzarás
Con el otoño que hará flamear
Las hojas amarillas
Junto a los muros de la vieja y callada fortaleza.
Todo lo abandoné:
En mis pupilas queda un poco del verde de tus ojos,
Y solo, aquí, junto a otra edad,
En otro meridiano
Quiero buscar en este nuevo río
Algo que me recuerde
Nuestras frecuentes marchas junto al tuyo.
Todo lo abandoné:
Dejé tus peces frescos alejarse hacia el alba.
Ya no pude quedarme a esperar tu regreso.
Cuando de nuevo vuelvas
Y preguntes mi nombre
Contestarán mis pasos
A lo largo de aquellos poblados corredores.
Te digo adiós,
Me voy,
Vuelve la noche
Y el viaje no termina.
Tríptico para el niño antiguo
Yo sentí la caricia de los soles candentes,
la caricia que agota
de doblegar con sangre.
Niño de El Salvador,
niño gris de mi patria,
por tu rostro, mañana,
flamearan las banderas.
Será la misma insignia del dolor y la fiebre.
Será la misma nota deslizándose fresca.
Será la misma siembra,
la misma espiga y árbol.
Una flor en el pecho roja señal del canto.
Una nueva sonrisa por antigua y distante.
Una ruta que empieza a quitar la maleza.
Una idea
y un rayo de vocablos sin tropas,
sin botas
y sin silabas muertas.
Niños sin cementerios,
¿Para cuándo la aurora?
Niños de mil harapos y estómagos flotantes.
Niños que siempre elevan
barriletes de otro año.
Niños esclavizados a la espera herrumbrosa.
Madre de vientre,
sólo tú conociste
de idénticos idiomas cual era el viento fuerte.
Sólo tú retornaste a tu rojiza hoguera.
Sólo tú descifraste el único milagro.
Sólo tú descubriste el camino perdido.
Sólo tú sumergiste los dedos
y arrancaste tu himno.
Madre de mi patria extenuada por su joven historia,
por sus mismos engaños,
por sus mismos soldados de horizontes cercados.
Niño de El Salvador, ya eres viejo
de risa,
de la risa con mueca sobre cada crepúsculo.
Ya eres viejo,
Antiguo
Como el dolor y el hambre.
Para ti nadie ha bajado miradas.
Para ti, niño escuálido,
Niño-pueblo,
Para ti,
Una ventana roja se está abriendo
Y en su perfil asoma hojuelas milenarias
Un corpulento árbol.
Con ellos
El corazón era un pájaro…
¿Recuerdas tú, Rosario?
¿Recuerdas mis harapos escondiendo mis sueños?
¿Recuerdas mi juguete de niño pobre,
mi estómago vacío
y mi rostro destruido?
¿Recuerdas aquel carro que me dio un presidiario?
¿Aquellos campesinos que morían
sin nombre,
sin cosechas
y sin lágrimas?
Yo estaba con ellos.
Salí de ellos
con mis dedos descalzos.
¿Recuerdas cuando el polvo nos cerraba
los ojos
entre los jornaleros
que mordían la tierra
abriéndole camino a los finqueros?
Yo estaba con ellos.
Salí de ellos
con mi cuerpo menudo
y mis manos antiguas,
traicionadas
y hambrientas.
¿Recuerdas a mi abuelo con su carreta rota
fletando café ajeno de la finca
hasta el puerto?
¿Recuerdas a mi padre, leñador
silencioso,
arrastrado entre bueyes
por un toldo de troncos?
Vine para contar la historia de los hombres
que mueren
con la risa desnuda,
con la voz apagada,
con las frentes desiertas.
¿Lo recuerdas, Rosario?
¿Y tú, Felipe?
¿Y tú, Pablo?
¿Lo recuerdan?
Nada ha cambiado, hermanos.
Nada, sino los nombres de los que ahora mueren.
Nada, sino los rostros ahumados
de los mismo verdugos.
¿Lo recuerdan…?
Futuro
Porque está levantando sus estatuas
el sueño.
Porque está caminando
hacia el mismo hemisferio.
Porque sobre un octubre
Su gota roja ensena.
Llama.
Ardorosa llama.
Inmensa llama ardiente,
anchurosa,
que envuelve
y desenvuelve su palabra de fuego.
Aquí cae entre nombres,
entre mil letras frágiles,
entre azúcar y polvo,
y estrellas sin órbitas.
Sobre edificios grises
y estatuas
y árboles
desnudando la noche.
Alcanza el poderío en la imagen
de los brazos sin años.
Y rueda
con asombro
sobre su voz geométrica…
Cuando cambie el ropaje demacrado
del cielo,
cuando penda la noche
en su arista
de invierno
y una cada polo etéreo
la palabra,
habrá un perfil de vidrio
encerrando crepúsculos.
Volverá el rojo
para hundir su antorcha
en virgen sementera,
y en el pórtico abierto de la llama
habrá un guardián esculpiendo su idea de barro
con el sueño.
Recado
Esto para un recuerdo que se quedó encendido
abriendo el mar, a veces, desde su misma tumba,
y en donde el sol caía como un romero líquido
la tarde era una sola gaviota suspendida.
Esto es para una calle completamente absorta
que espera nuevos pasos para nombrar sus huellas,
el polvo es una copa de longitud desierta
cubriendo más de un árbol estacionado cerca.
Hay veces que las manos se me rompen de luces
entre un buscar las voces que se ocultaron pronto.
Entonces siento el viento estrujarse en mi pecho
cuando creo distancias en mi viajar intenso.
Esto es para una meta completamente ajena,
para ir sin sentido caminando en la ausencia
para un buscarse el nombre que se quedó sin letra,
extendido a lo largo de la palabra muerta.
Esto que en mis ojos son sus ojos unidos
como sobre mis labios sus besos acunados.
Esto que llevo triste entre mis manos grises
es la querida forma de su cintura leve.
Amé, crucé incendiado el ancho de mi vida,
conquisté nuevos cielos y germiné entero,
completamente nuevo ascendí hasta sus labios
y hoy desciendo a mi grave soledad sin sonido.
Esta es para un recuerdo que se quedó encendido,
que no ha muerto ni muere y siempre va conmigo.
Es para que yo sepa que, aunque camine sólo
hay una novia inédita hasta el fin de mi vida.
Ya nada más
Tú todo lo penetras,
tú lo designas todo.
¡Ah, soledad la mía con tu cuerpo impreciso!
Ven a este juego de lágrimas y cantos,
ven a este escudo de seres gemelos
y que no te atormenten los años y lo sueños.
Ven para que te nutras de mi sangre rebelde,
ven para que amanezcas una vez en la vida,
ven para que te vuelques en mi desierto y lucha,
con todo lo que tengo
para que amanezcas.
Yo no sé nada-pienso-nada sino tu nombre.
Yo no sé, nada quiero, nada sino tu entrega.
Yo frente al mar –tu cielo-frente a tu margen muerta.
Yo, solo yo, siquiera frente a tu rostro fértil.
Ya nada más, hermana.
Ya nada más mujer, que me sepultas entre tus desnudeces
sencillas y profundas.
Ya nada más, sin ti, nada más viene
a esta soledad en que padeces.
Olvida tu fugaz cronología.
Olvida el tiempo roto frente al nuestro.
Olvida que te viertas y despiertes
junto a una edad
que no es tuya
ni mía.
Olvida que nacimos de repente,
olvida que surgiste como hierba,
como crecida claridad terrena
con esa formación de tu epidermis.
Olvida que ni tú te perteneces,
olvida que tu vientre se estremece
esta roja visión de contenerte.
Mujer que te partiste luna a luna
y descifraste tu perdida nieve.
Mujer que ya no fuiste la esperada
ciudad de misma luz
y misma huella.
Yo te abandono cuando anocheces
y te busco auroral cuando te entregas.
Yo te aprisiono cuando te navego
y te encuentro mujer
cuando floreces.
Tú todo lo penetras,
Tú lo designas todo.
¡Ah, soledad la mía con tu cuerpo impreciso!
Ya nada más, hermana.
Ya nada más, mujer que me sepultas entre tus desnudeces.
Y yo tendré más corazón
Y yo tendré más corazón.
las manos, como aleros morenos de la tarde,
las tenderé a tu orilla
y entonces, sobre el sordo reflejo de las cosas,
te entregaré a mi vida.
Hoy todo es un reflejo de la alegre mañana,
de la sonrisa limpia,
de la mirada franca
y del calor humano.
Hoy todo es un reflejo, incluso, de nuestro amor
concreto que se abrirá ante el gozo
de la cercana aurora.
Si. Yo te amo.
Seré siempre el viajero con una huella propia,
sobre todas las rutas descubiertas.
Siempre seré el que sueñe en tu mirada pura
cuando te tenga lejos.
Siempre seré el que cante la ´fértil proyección
de tu luz y la mía
y al ver un nuevo rostro reflejando los nuestros
me lance incontenible a cantar más la vida.
Te amo.
Yo soy el que te ama
con esta voz de plomo
y esta mirada mía
que tú me desconoces.
Siempre seré el que te ame,
el que te entregue sin ninguna reserva
la vital realidad de su presencia.
Y con esta certeza de que ya no podremos
seguir otro camino
que no sea el trazado por otras manos juntas,
desde hoy me entrego al viaje material que iniciamos
y siento que la vida es más grande
y más bella.
Alianza de mis manos
Mío este cuadro,
este sueño,
esta verdad de polen.
Cruzas sobre mi abierta herida
en la trunca esperanza
en esta tarde de ostracismo.
He visto al mundo desde el plano del mundo,
desde un peldaño más abajo del mundo,
desde ninguna floración de trinos.
Le he visto con estos ojos turbios de pobreza,
con la raída ropa de mi sueño.
¿Cómo decirte?
¿Cómo absorber tu nombre marinero?
Mejor te digo, hermana, camarada.
Hoy ya no temo.
Hoy destrozo mi lámpara ilusoria
y me descubro.
Voy a iniciarte en este nuevo encuentro
de ver las cosas sin ningún paisaje.
A veces pienso que es difícil buscar en esta noche
y tropezar con lo que no se ha visto
y lo que está por descubrir sin tregua
y lo que no te han dicho las mañanas
cuando miras el mar de tu ventana.
A veces pienso que pocos nos quedamos en la sombra
para cantar con nuestros pobres dedos
eso que nadie mira
y nadie toca.
Un día yo te dije:
Ámame, marinera; con tu acuática fiesta de celajes.
Ámame con tu marca elástica de peces.
Ámame con tu puerto y tu escafandra,
con tu cuerpo de esponja y con tu golfo,
con tu piel de cristal y tu silueta.
Ahora yo te digo que me ames
como esa pleamar de los que ansiamos
bebernos las palabras del que muere
imaginando el pan que nunca tuvo.
Quiero que me ames, como yo a los pueblos
cuando abrazan
con los gritos fundidos en su lucha.
Ámame, como amo la libertad, la paz y la justicia,
la vida digna y el pan de todos.
Niños de la colonia Belén
¿Cómo quién de esos niños era yo?
¿Cómo quién?
A veces recuerdo algún momento feliz:
A veces recuerdo una rústica carretilla,
Unos bueyes de madera
Y un camino trazado con las uñas.
¿Cómo quién de esos niños era yo?
No como ese de la camisa roja
Y los zapatos polvorientos.
No como ese niño que juega y mira
La esperanza.
No como aquel que ríe
Y grita
Y se agiganta,
Y lo destruye todo
Y todo lo construye.
¿Cómo quién de esos niños era yo?
¿Yo era un terrón de sucia azúcar,
Una infancia de arena,
Una campana de sellado grito.
Ahora veo estos niños.
Todavía no saben de la futura aurora.
Alguien de ellos dijo: allí está el viejo,
Cuando mi barba se mostró a la luna.
Todavía no saben… y quizás saben
Que hoy estamos buscando la mañana
Para depositarla entre sus manos
Junto al pan
Y la vida.
Canto final a la ciudad
Ciudad de vagas sombras coloniales,
Te siento en cada vuelco de mi nueva esperanza.
Estás en el más simple de mis actos,
En mi nativo sueño,
En mi constante fuego desatado.
Amo tus ventanales ojerosos, tu dura luz,
Tu rara geometría,
Tu abanico de sombras,
Tu silueta de alfombra musulmana.
He recorrido todos tus matices,
Tu definida historia, tu modesto atavío,
Tus reliquias.
He ido a cada paso de tu anhelo
Y viajas en mi sangre, inseparable.
Yo te encuentro en mis manos, San Miguel,
Y te muestro desnudo frente a cada latido
De los pueblos.
Eres noble y leal con tu silencio,
Con tu eterna mañana.
Eres noble y leal con tu gran pueblo,
Donde el hombre es palabra no apagada.
Ciudad del nuevo grito, ciudad-jardín,
Geranio indescifrable.
Ciudad de altiva voz,
Pájaro alerta.
Ciudad de alero inmenso,
Hospitalario suelo de agua quieta.
Legendaria ciudad, siembra morena,
Te ofrezco esta canción desde mi roja sangre:
Mañana un nuevo trigo habrá en tu mesa.
Primera lluvia
¡Arriba! ¡A perforar los siete cielos
con vuestros brazos nudos o cubiertos!
¿Vais con amor? Pues elevad los brazos
verdes, frondosos, apacibles, mansos.
J. Moreno Villa
Ven, vamos a caminar juntos esta vez,
Mañana volveré a estar solo
Y entonces de mi brazo
Irá sólo tu sonrisa
Ven, pienso que mi camino
Puede aún ser muy corto,
O alargarse de pronto hasta el final encuentro
De tu sangre y la mía.
Antes que tú llegaras,
¿Dónde estaba mi sueño?
¿Dónde, en qué regiones vegetales del ansia,
Sobre qué soledades se perdían mis manos?
Ya no ciudades grises,
Casas frías raídas
Ya no.
Sepultureros devuelvan esa cara que era mía,
Quiero recuperar toda mi antigua forma
Que era mi propia vida.
He vuelto con la lluvia,
Con la primera lluvia deshojada
A encontrar la raíz
Que latía entre el barro
Voy al mañana
A recoger las horas que perdí cada día.
Voy a buscar mi rostro,
Mi antiguo rostro,
Y las dos manos firmes que llevaba.
Ahora, escucha,
Voy a iniciar la vida,
Vamos a caminar unidos esta vez
Porque mañana,
Si yo vuelvo a estar solo,
Habré aprendido a caminar contigo,
Y entonces, siguiendo el mismo ritmo
De tus pasos,
Apoyada en mis brazos me llevaré
Tu sombra.
Regreso
Y regreso a la patria
porque sus mujeres
a pesar de una guerra
y sus temores
siguen siendo
perennemente dulces.