Sonia Manzano

Por la simple fricción de las palabras

 

 

 

 

CUENTAN DE UN SABIO QUE UN DÍA

 

Salgo por ahí a ver si me resbalo

en la cáscara de guineo que tiró el sabio

que venía adelante.

¿Habrá otro?, entre mí decía,

y no volví el rostro

pero sí tiré otra cáscara.

 

 

 

 

Por la simple fricción de las palabras

se llega al éxtasis.

En ésta, mi primera relación con el texto,

textualmente me revuelco en el lenguaje.

 

Entreabro los labios para decir “esta boca es mía”,

pero no sé si soy yo la que por esta boca está hablando.

 

No importa que nadie me recuerde en este último día

tan parecido al siguiente.

 

Algo que no es la rosa de otros días

fluye entre los muslos,

desangra para siempre entre los labios

la rosa que no vuelve.

 

 

 

 

Renuncio, pero no con carácter de irrevocable,

renuncio para que me rueguen que vuelva,

para que me ofrezcan el doble de olvido

sobre este injustificado “salario del miedo”.

 

Abdico a favor de mi sucesora

en línea directa:

Ella se sentará en el sitio del cual me despoja

y ocupará este balcón desde donde,

en cada cumpleaños,

paso revista absurda a las horas vacías.

 

Los hombres pasan, pero las campanas quedan

(mis últimos tañidos rajarán tus metales).

 

Sé por quién doblan las campanas:

doblan porque mueren para adentro

sin que nadie las oiga.

 

 

 

 

Un buen día seré traducida al esperanto,

pero no es para tanto.

Entretanto me conformo con poder leerme

en la única lengua capaz de resistir

el paso de los besos

y el peso de los vasos.

 

Lengua estropajosa

medianamente estropájara,

lengua pajosa que me hace decir:

“abanico de pejerrey” por: “hay que abanicar

al rey de pajas”.

 

No moriré en ningún día de la semana

-eso es vallejiano-

no pasaré por el oprobio de llorar cuando no quiero

-eso es rubendariano-

no escribiré versos tristes ni en ésta

ni en ninguna otra noche.

 

Mi pluma me mató mucho antes que este rayo,

fulmínense los últimos papiros,

aquí, en estas mismas escaleras por las que ruedo

con el cráneo partido

y una franja tricolor que me atraviesa el pecho.

 

Mi poder está en mi constitución ósea,

o sea que

mi poder consiste en poder levantarme

cada vez que así lo decido.

Ojalá que nadie me mande matar

por estos malos versos satánicos.

Con todo

me guardaré las espaldas dentro de sus vainas

y contrataré a un espía para que me vigile

las veinticuatro horas de traición

que a mí misma me infiero.

 

 

 

 

IDENTIKIT

 

Piden que realice mi reconocimiento:

retiro violentamente la sábana

y me topo con un cuerpo

cuyo pómulo tiene un tatuaje de trébol

exacto al que me tiembla en la mejilla.

 

No soy yo, digo paralizada por la sorpresa,

aunque sé que son mías

esas manchas violáceas de abandono.

 

Con ésta, son tres las veces que me niego,

en la próxima,

haré un retrato hablado con datos que no existen

y pasaré en video

documentales en los que se anuncie

que fui capturada mientras saltaba la tapia de los sesos

con un tatuaje de pólvora que se extendía

hasta bien adentro de esta historia

de la que fui borrada.

 

 

 

 

MIÉRCOLES DE CENIZA

 

Si esperan por mí

esperen sentados.

Por cada mil veces que me voy,

una, regreso,

por cada vez que regreso

nadie espera por mí.

 

Cada vez que yo he vuelto me he encontrado

con una estación distinta

y un pueblo diferente.

 

No creo ser esa que baja

con una sola maleta.

Yo soy la que se queda adentro de los trenes

esperando que un pueblo

se estacione en sus ojos.

 

Es miércoles sin ceniza,

en la frente me trazo

la señal de la bruma que destilan los trenes.

 

 

 

 

CORZA AL AGUA

 

Yo era el mar flotando a la deriva

en el ojo revulsivo de la sorda tormenta

 

apiñadas a los bordes del destiempo

iban la aves

de las piernas fláccidas

 

Yo era una flor casi caníbal

que deglutía frutas

que hedían a pescado

 

No obstante la carnosidad que me recubre

soy el único hueso que ahora me atraganta

soy el feto terriblemente viejo

que muere por su propio tabaquismo

en las aguas servidas

de su memoria amniótica

 

No sé a quién ofrezco

esta ballena blanca

este arponeado grito que va borrando a gritos

la afonía bitonal

de este mensaje

 

Salobre es la saliva que ahora trago

en un intento verde de brotar por tus ojos

 

Aquí en este pudridero

las olas desovan sus palabras

 

Salobre es la mentira que ahora llega

hasta el pútrido suicidio de mis mares

 

Me tomo la libertad de rechazar

el pollo frito y el puré de papas

de estas ultima cena

 

Hago ejercicios preparatorios

cojo cables eléctricos

con el corazón mojado

Abomino de cualquier consuelo tonsurado

y de cualquier indulto que llegue

a insultantes deshoras

 

Acepto apenas

el revuelo del halcón

amarrado a mí brazo

 

el revuelo de la que habla

es asunto estrictamente mío

 

Me tomo la libertad de anteponer

la madrugada

a la morosa noche

 

Me tomo la palabra y me atraganto

me tomo el pulso y me declaro viva

 

Me tomo por asalto y desvalijo

lo que queda de mí

cada que muero

Sonia Manzano (Guayaquil, Ecuador, 1947). Poeta, narradora y ensayista. Su obra poética está conformada por los siguientes títulos: El nudo y el ... LEER MÁS DEL AUTOR