Por la simple fricción de las palabras
CUENTAN DE UN SABIO QUE UN DÍA
Salgo por ahí a ver si me resbalo
en la cáscara de guineo que tiró el sabio
que venía adelante.
¿Habrá otro?, entre mí decía,
y no volví el rostro
pero sí tiré otra cáscara.
Por la simple fricción de las palabras
se llega al éxtasis.
En ésta, mi primera relación con el texto,
textualmente me revuelco en el lenguaje.
Entreabro los labios para decir “esta boca es mía”,
pero no sé si soy yo la que por esta boca está hablando.
No importa que nadie me recuerde en este último día
tan parecido al siguiente.
Algo que no es la rosa de otros días
fluye entre los muslos,
desangra para siempre entre los labios
la rosa que no vuelve.
Renuncio, pero no con carácter de irrevocable,
renuncio para que me rueguen que vuelva,
para que me ofrezcan el doble de olvido
sobre este injustificado “salario del miedo”.
Abdico a favor de mi sucesora
en línea directa:
Ella se sentará en el sitio del cual me despoja
y ocupará este balcón desde donde,
en cada cumpleaños,
paso revista absurda a las horas vacías.
Los hombres pasan, pero las campanas quedan
(mis últimos tañidos rajarán tus metales).
Sé por quién doblan las campanas:
doblan porque mueren para adentro
sin que nadie las oiga.
Un buen día seré traducida al esperanto,
pero no es para tanto.
Entretanto me conformo con poder leerme
en la única lengua capaz de resistir
el paso de los besos
y el peso de los vasos.
Lengua estropajosa
medianamente estropájara,
lengua pajosa que me hace decir:
“abanico de pejerrey” por: “hay que abanicar
al rey de pajas”.
No moriré en ningún día de la semana
-eso es vallejiano-
no pasaré por el oprobio de llorar cuando no quiero
-eso es rubendariano-
no escribiré versos tristes ni en ésta
ni en ninguna otra noche.
Mi pluma me mató mucho antes que este rayo,
fulmínense los últimos papiros,
aquí, en estas mismas escaleras por las que ruedo
con el cráneo partido
y una franja tricolor que me atraviesa el pecho.
Mi poder está en mi constitución ósea,
o sea que
mi poder consiste en poder levantarme
cada vez que así lo decido.
Ojalá que nadie me mande matar
por estos malos versos satánicos.
Con todo
me guardaré las espaldas dentro de sus vainas
y contrataré a un espía para que me vigile
las veinticuatro horas de traición
que a mí misma me infiero.
IDENTIKIT
Piden que realice mi reconocimiento:
retiro violentamente la sábana
y me topo con un cuerpo
cuyo pómulo tiene un tatuaje de trébol
exacto al que me tiembla en la mejilla.
No soy yo, digo paralizada por la sorpresa,
aunque sé que son mías
esas manchas violáceas de abandono.
Con ésta, son tres las veces que me niego,
en la próxima,
haré un retrato hablado con datos que no existen
y pasaré en video
documentales en los que se anuncie
que fui capturada mientras saltaba la tapia de los sesos
con un tatuaje de pólvora que se extendía
hasta bien adentro de esta historia
de la que fui borrada.
MIÉRCOLES DE CENIZA
Si esperan por mí
esperen sentados.
Por cada mil veces que me voy,
una, regreso,
por cada vez que regreso
nadie espera por mí.
Cada vez que yo he vuelto me he encontrado
con una estación distinta
y un pueblo diferente.
No creo ser esa que baja
con una sola maleta.
Yo soy la que se queda adentro de los trenes
esperando que un pueblo
se estacione en sus ojos.
Es miércoles sin ceniza,
en la frente me trazo
la señal de la bruma que destilan los trenes.
CORZA AL AGUA
Yo era el mar flotando a la deriva
en el ojo revulsivo de la sorda tormenta
apiñadas a los bordes del destiempo
iban la aves
de las piernas fláccidas
Yo era una flor casi caníbal
que deglutía frutas
que hedían a pescado
No obstante la carnosidad que me recubre
soy el único hueso que ahora me atraganta
soy el feto terriblemente viejo
que muere por su propio tabaquismo
en las aguas servidas
de su memoria amniótica
No sé a quién ofrezco
esta ballena blanca
este arponeado grito que va borrando a gritos
la afonía bitonal
de este mensaje
Salobre es la saliva que ahora trago
en un intento verde de brotar por tus ojos
Aquí en este pudridero
las olas desovan sus palabras
Salobre es la mentira que ahora llega
hasta el pútrido suicidio de mis mares
Me tomo la libertad de rechazar
el pollo frito y el puré de papas
de estas ultima cena
Hago ejercicios preparatorios
cojo cables eléctricos
con el corazón mojado
Abomino de cualquier consuelo tonsurado
y de cualquier indulto que llegue
a insultantes deshoras
Acepto apenas
el revuelo del halcón
amarrado a mí brazo
el revuelo de la que habla
es asunto estrictamente mío
Me tomo la libertad de anteponer
la madrugada
a la morosa noche
Me tomo la palabra y me atraganto
me tomo el pulso y me declaro viva
Me tomo por asalto y desvalijo
lo que queda de mí
cada que muero