Ilya Kaminsky

Deaf Republic

 

 

Graywolf Press, 2019 (National Book Award Finalist, 2020).

(Poemas seleccionados y traducidos del inglés al castellano por Khédija Gadhoum)

 

 

 

En tiempos de paz

 

Por cuarenta y tantos años de la tierra hemos sido habitantes

en un país pacífico una vez me encontré. Veo a vecinos echando mano

 

a sus teléfonos para ver

a un policía que a un hombre le pide su licencia de conducir.

Cuando el hombre alcanza su billetera, el policía dispara.

En la ventana del auto. Dispara.

 

Es un país tranquilo.

 

Guardamos los teléfonos en nuestros bolsillos y nos vamos.

Al dentista,

A recoger a los niños de la escuela,

A comprar champú

y albahaca.

 

El nuestro es un país sobre cuya vereda y durante horas yace

un niño baleado por la policía.

 

En su boca abierta percibimos

el despojo

de toda la nación.

 

Miramos. Miramos

a otros que miran.

 

El cuerpo de un niño que acecha en la vereda tal y como el cuerpo de un niño—

 

Es un país tranquilo.

 

Sin mucho afán y en pedazos corta nuestros cuerpos ciudadanos,

del mismo modo en que la esposa del presidente se corta las uñas de los pies.

 

Y aún así todos

nosotros tenemos que luchar para conseguir citas con el dentista,

y acordarnos de cómo preparar una ensalada de verano: albahaca, tomates, alegría, tomates

y un poquito de sal.

 

Este es un tiempo de paz.

 

A ningún disparo presto oídos,

pero en los patios traseros de los suburbios veo que los pájaros están esparciéndose.

Cuánta luz emana el cielo

mientras la avenida gira sobre sus propios ejes.

Cuánta luz es el cielo (que me disculpe) cuánta luz.

 

 

 

 

Aquello que no alcanzamos escuchar

 

Con un empujón a Sonya la echan dentro del jeep

una mañana, una mañana, una mañana en mayo, una mañana claroscura—

 

La arrojan

a ella en silencio se arrastra y gira y tropieza

 

el estrépito del alma.

Sonya, quien una vez dijo, el día que me detengan estaré tocando el piano.

 

Vemos a cuatro hombres

empujándola—

 

y creemos que estamos viendo un puente hecho de cientos de pianos

desafinados desde Arlemovsk hasta la calle Tedna, y ella

 

a la espera de cada piano—

y lo que queda de ella

 

una marioneta

que balbucea con sus dedos,

 

lo que queda de esta mujer hecha una marioneta, lo que queda

de ella (te llevaron, Sonya)—la voz que no alcanzamos escuchar—

la voz más afinada.

 

 

 

 

 Preludio de una rebelde sordera

 

A la mañana siguiente nuestro país se despertó y se negó a escuchar a los soldados.

En nombre de Petya, nos negamos.

A las seis de la mañana, cuando en el callejón halagan los soldados a las chicas,

ellas se alejan, haciendo señas con sus oídos.  A las ocho, la panadería le impide

el paso al soldado Ivanoff, su mejor cliente.  A las diez, sobre los portones de los

cuarteles de los soldados, Mamá Gayla escribe con tiza, NADIE LOS ESCUCHA.

A las once de la mañana empiezan las detenciones.

Nuestro oído es inagotable, aunque dentro de nosotros algún silencio entonamos.

Después del toque de queda, los familiares de los detenidos cuelgan en las ventanas

sus títeres caseros. Las calles permanecen desiertas con ansias de absorber las cuerdas

estridentes y el rígido tap tap de puños y pies contra los edificios.

 

En los oídos del pueblo, cae la nieve.

 

 

 

 

 Antes de la guerra, encargamos un bebé

 

Le di un beso a una mujer

con pecas

que ponen en celo a los vecinos.

 

En los hombros tenía un lunar

del que hacía gala

como si fuera un galardón de valentía.

 

Sus labios trémulos

convidaban vente a la cama.

En cascadas su cabello caía

 

en medio de la conversación

e insinuaba vente a la cama.

Hacia el afeite de mis pensamientos me solté.

 

De hecho, hacia la cama me la llevé

bien acomodada en mis brazos peludos—

aunque sus labios partidos estampaban

 

estrújame los labios partidos.

Bajo el frescor de las sábanas.

 

!Sonya! Las cosas que hicimos.

 

 

 

 

Felices vivimos durante la guerra

 

Y cuando bombardearon las casas de otras personas, nosotros

 

protestamos

pero no fue lo suficiente, nos enfrentamos con ellos pero no

 

fue lo suficiente. Yo estaba

en mi cama, cerca de mi cama América

 

estaba cayendo en desgracia: casa invisible por casa invisible por casa invisible—

 

Afuera en una silla me acomodé y miré el sol.

 

En el sexto mes

de un reino calamitoso en la casa opulenta

 

en la calle opulenta en la ciudad opulenta en el país opulento,

nuestro gran país de la opulencia, nosotros (que nos disculpen)

 

muy felices vivimos durante la guerra.

 

 

 

 

Pregunta

 

¿Qué es un niño?

La calma entre dos bombardeos.

 

 

 

 

Pregunta

 

¿Qué es un hombre?

La calma entre dos bombardeos.

 

 

 

 

Pregunta

 

¿Qué es una mujer?

La calma entre dos bombardeos.

 

 

 

Ilya Kaminsky Nació en Odessa, Ucrania, ex-Unión Soviética en 1977. Llegó a los Estados Unidos en 1993 cuando el gobierno estadounidense le concedió ... LEER MÁS DEL AUTOR