Propósitos de la belleza
Oración en tiempos de adviento
Escucho como los niños cantan
y los pájaros guardan sus trinos para la noche.
Hay luces que cuelgan
de las ventanas
y algún padre silva tranquilo la melodía
aprendida del abuelo.
Al otro extremo de la habitación
el tiempo amenaza lluvia.
Soy niño al hablar de ti,
al buscar entenderte en estas letras,
los reproches escondidos por las plazas de la memoria.
Cómo quisiera decirte padre
de mis renuncias,
contarte de mis zapatos carcomidos por la soledad y el suelo,
servir en la mesa el pan al medio día,
que aún duro conserva
el sabor a trabajo de tus manos.
Como quisiera contarte del dolor
que dejan las plazas en mitad de la noche y de la piel,
de las manos amigas que solo me golpean,
decirte que a las calles le hacen falta algunas luces,
que el frío carcome los últimos pedazos
de tus recuerdos.
Es de noche, las historias duermen apagadas
bajo los escombros de este hombre que finjo ser.
Ahora solo hay luciérnagas en esta avenida
que han venido a cargar con mis huesos.
(Inédito)
Monólogo del músculo cardiaco
También me dueles cuerpo mío,
también siento la intransigencia de la lluvia sobre la dermis
el frío oscuro de las mañanas y el calor recurrente de los cristales.
Me inunda el cuerpo la sustancia roja
entre estas carótidas descalzas,
también me cumplo promesas ente tus entrañas,
la bilis reclama después de todas las revoluciones,
se me encallan rocas por el estropeado camino de los torrentes,
siento fielmente tus golpes, tus arterias removidas,
aquí también hace falta el oxígeno cuando amas;
pum pum 54 respiraciones disfuncionales,
pum pum y se abre el cajón de la nostalgia….
vuelve músculo insensato -me reclamas-
deambulas por la cornisa e imitó a las golondrinas que aguardan la respiración,
pum pum dos pájaros curdos se desploman en tu ventana,
y yo repito setenta y seis veces contra tus costillas,
pum pum espantas las primeras moscas.
Después de esta picada el pulso reconoce la ironía
ya no quiero tu cuerpo en decadencia,
ya no más de recurrencia absurda,
pum pum y aquel artefacto que funge de laceración
me da el pretérito a lo suntuoso de un recuerdo
no me anda el ritmo con inercia
aquí vivo a expensas tuyas, en estos recodos,
ya no late aquella esperanza que mordía el frío,
ya no te descubro cerca de todo cuerpo mío.
También siento aquel otoño en los pliegues de la mano,
a mí de nada me sirve el paraguas y tus perdidas…
no es propósito mío romperte cada treinta segundos, es así,
debo recostar el lomo en cada ruptura.
¿Puedo acaso mirar a través del muro,
puedo yo esculpirte un defecto acuoso en la cabeza,
acaso he sido yo el culpable de repicar todas las esquinas?
He sido grillo feliz que te canta en la mañana,
un gato tras su estambre,
me he ido repartiendo calor a tus orillas
me fui por el color rojo que te brota,
he ido perdiendo como los dados en su oficio.
Duerme conmigo este sueño breve
siente por última vez aquel tronar de maquina dentro tu pecho, me voy,
quizá sea un pájaro que se olvidó a Dios entre sus manos.
Por favor
ya no despiertes
54 pulsos no me bastan para rellenarte las heridas.
(Propósitos de la belleza; 2020)
Propósitos de la belleza
La belleza manifiesta
se consigue
al saber perdido el cometido.
Como una envoltura de caramelo
después de los niños
como
la escopeta después de la caza
como
la casa después de tu cuerpo.
(Propósitos de la belleza; 2020)
Retazos en pinceladas
Un retazo de invierno
colgado en las ventanas de las calles
con las sábanas de colores
atenuados de libertad y sosiego.
Un hilo rojo recorre la avenida,
por la luz se asoman hormigas para contemplar
la sangre y los cristales empañados de las casas.
El crujir incesante de los árboles
remarca el silencio en la ciudad
como olas mansas que amenazan a los acantilados.
He visto romper ventanas
con piedras y soledad.
Llantos a pie de años y estaciones,
he escuchado el sonar de mis huesos en las mañanas,
la cáscara de huevo al romperse,
el nombre que tiene la nostalgia.
He andado sin tiempo
sobre los aguacates maduros,
sintiendo la tierra en sus arterias,
he visto romper la mañana con un trazo
puntillista de Renoir o el detalle incansable de Monet.
Me he cruzado con unos ojos
que me miran incesantes desde un cuadro
de Chagall
e imagino que así será Paris a través de mi ventana,
me imagino el cubismo en mi cuerpo,
con la imaginación azorada al darme cuenta
que el hilo rojo se desprende de mi pecho.
Pero adentro solo recurre un cristo
a tinta larga de Miguel de Santiago,
una sonoridad que entra por el costado.
Recuerdo a las hormigas
abriendo las puertas del infierno
donde Botticelli renunció a su único amor.
Me he tendido en la misma vereda
por la que volvía de la escuela,
donde dejé caer el cambio, que serviría
para comer mañana.
He pisado más de treinta hojas en este
merodeo absurdo.
La carne duele en esta espera,
en esta incesante manera de buscarte los ojos,
en este andar desdibujado de tu espalda a las rodillas,
en este café sin fondo ni primavera.
Un pedazo desperdigado
un río rojo por en medio del invierno,
una sábana blanca sobre mi cuerpo,
una libertad
que por fin encuentro.
(Los desperdicios del polvo, 2018)
Historia
Para mi abuela
¿Recuerdas la bailarina de la abuela,
esa caja repleta de sueños
y una historia de juventud
que siempre fue ajena a tu vivir?
Conversar con ella
es viajar al tiempo donde abundaban las hojas en el suelo
y los helados en los niños,
es volver a dormir
detener la sombra de la luna
para abrazar a todos los perros de la calle que envejecían con nosotros.
Solo una historia se te escapa,
pero no es esa
que yo tanto recuerdo.
Y hace muy poco entendí
que el conejo que abrazaba
eligió la libertad
de marcharse
a la espesura
de la montaña,
porque no había
nada más que comer en casa.
Pero el mar se escapó de tu memoria,
tal vez porque cuando fuiste a visitarlo,
había decidido la vida ponerte en el remanso apagado del frío.
Abuela, como quisiera tener los ojos azules,
para que en ellos conozcas el mar.
(Arreglos para la historia, 2017)