Jorge Campos

Las cenizas de nuestros miedos

 

 

Enrique Solinas

La poesía de Jorge Campos parte de la dimensión sensorial para ser traducida por el pensamiento. La voz en el poema expresa lo que siente.  La razón procesa esas sensaciones –que tienen que ver con la percepción de la realidad que habita, en ese aquí y ese ahora–, y la naturaleza salvaje interactúa con los hombres, mostrándose sensual y sexual, inquisidora y cuestionadora del orden establecido.

El género y el presente habitado son el eje central de esta poética de amor dolido, el cual intenta sobrevivir, bárbaro desde su nacimiento, pero no por ello menos indispensable. El amor se entiende a través de la ausencia del amor, y el yo poético se objetiva a tal punto que sale de sí para observar lo que ve, sin artificios ni imágenes falsas. El hombre perdura a pesar de las circunstancias y del paso del tiempo para testimoniar su existir, y levantarse contra la injusticia para que la vida tenga sentido.

Sin lugar a dudas, Jorge Campos es una de las voces más interesantes en el panorama actual de la poesía nicaragüense.

A continuación, estos poemas, colaboración especial para Revista Altazor.

 

 

 

 

Debajo de una piedra están escritos nuestros nombres

 

Así entregamos a la tierra lo que le pertenece:

sexo brutal sobre hongos que lavan nuestros espíritus libres.

Debajo de la piedra volví a buscarte,

pero ya no están nuestros cuerpos.

Sólo quedan las cenizas de nuestros miedos,

los escombros de nuestro sexo en la barricada,

hongos que quemaron nuestros labios,

y un cielo trastocado que no volvió a la luz.

Sólo queda la piedra que perdura más que nuestros nombres,

más de lo que nosotros mismos y nuestros sueños perduraron.

 

(De “Ruinas del Árbol”. Editorial 400Elefantes. Nicaragua, 2017)

 

 

 

Deslave

 

De todo lo circunscrito a la penumbra

de la patria fractal al borde del abismo,

sólo quedan las quejas de ancianos

desesperados por respirar,

el esfuerzo por remover las cadenas

de sus fauces llenas de lirios podridos.

Y ahí, abierta la sepultura de sus glorias

en la esperanza del grito del juicio,

nos traspasan la antorcha inútil de vida

prófuga de cantos de revoluciones inconclusas

en la mañana aterida.

Nací enfermo de incertidumbre.

Sigo desnudo

con barro vendando las fracturas de mis guerras.

No tengo madero al que abrazarme

frente al deslave que se avecina.

 

Agosto, 2017

 

 

 

El mito

 

Soy sal. Lo sé.

Ese a quien buscás no soy yo.

Tu sed me lo ha dicho.

 

Abril, 2020

 

 

 

Monumento a mi inquisición

 

Lo cierto es que nunca quise

ni quiero soñarte perfecto.

Me gustan los templos en ruinas,

las murallas agrietadas,

las criptas que nadie visita

y el lento desenfreno de las hierbas.

Te prefiero así, remoto y abstraído,

como la esperanza nocturna

que muere antes de tocar la luz.

Potro de mis torturas,

horquilla de mis miedos.

Te prefiero así,

invencible en el rodeo de bestia salvaje

huyendo de la soga que doma,

para luego despenarme fiero contra la puntilla

que de una estocada acorte

mi impostergable fin.

 

Septiembre, 2019

 

 

 

Derrumbe

 

Lo triste no es morir.

Es nuestra salvación,

la manera de conceder al destino el privilegio

de resolver lo que no hemos concluido.

Lo triste es quedarnos a punto,

con la miseria ensartada en las manos llenas de mierda,

con el ¡Dios mío! a medio grito,

con la herida de hambre medio abierta,

y la cabeza desnuda y sin techo,

fracturada por el último derrumbe.

 

Septiembre, 2017

 

 

 

Hoguera

 

Mis ojos

se queman

en la zarza ardiente

Sí, se queman

Y yo

sigo

tratando

de ver

 

(De “Ruinas del Árbol”. Editorial 400Elefantes. Nicaragua, 2017)

 

 

 

Palabra esculpida en cuerpo inhóspito

yo que todo lo prostituí, aún puedo
prostituir mi muerte…
Leopoldo M. Panero

 

Hay alguien durmiendo en mi cama

y no soy yo ni mi noche.

Alguien más respirando el destierro,

asido de esta cama bañada en sexo sin saberse legítimo o farsa.

Queda sólo la cerradura de estos ojos enrojecidos

en esta cueva de libertaria marihuana.

Huele a mar

a arena

a olvido.

La palabra gotea sobre la piedra

y cansada detona mi verdad suicida;

saberme el otro que está en mi cama.

 

(De “Ruinas del Árbol”. Editorial 400Elefantes. Nicaragua, 2017)

 

 

 

Cama de piedra

 

Y regreso sin pies a esta cama inhabitada

asediado por la niebla de mi memoria

como espíritu sin encontrar refugio

 

Solo, como cuando suspirábamos

de boca a boca

cuando nos revolcábamos en la cama

de piedra rugosa que el mar nos entregó

mientras dormíamos en su centro de arena,

donde fuimos isla de muerte.

 

Me di libertad dentro del laberinto espeso de tus labios

de contener mi propia sed de ser agua,

para que esta cama permaneciera inhabitada,

cubierta de cenizas de las tardes que fueron boca.

 

Mi pecho está abierto y se llena de polvo.

Ahora lo sé:

no soy ninguno

 

 (De “Ruinas del Árbol”. Editorial 400Elefantes. Nicaragua, 2017)

 

 

 

Resurrección

 

Soy marica.

Me gusta lamer vergas y culos medio dormido

cuando el frío besa mis pies

con el morbo de los muertos.

 

Me gusta coger en lugares públicos,

sobre la grama bajo la sombra de un madroño olvidado

al borde del gemido de una avenida atascada,

y retar al azote de la justicia

que vengue demonios extintos en mi espalda.

 

¡Marica!

Me gustan las patadas

en el pavimento ardiente

y los “acompáñeme a la salida”

después de un beso con lenguas erectas

deseosas de diversos bultos.

 

Soy blanco anónimo de balas

que lanzan uniformados y me penetran

oculto en la niebla opresora de gargantas.

 

Soy puta amanecida con el sexo desgarrado

y la cara partida

después de un trago en el infierno del poder.

 

Un marica degenerado

flotando en la cuenca de un río

brotando del maíz con el culo empalado

para ahuyentar a los cuervos del odio.

 

Un mismo marica sobre la mesa

con la verga cercenada escupiendo veneno,

colgado de un puente que nadie transita

o en el altar engendrando hijos

a punto del ultraje y abandono.

 

Un marica

sin flores en su tumba de exilio

ruega el desprecio de sus oraciones

y un féretro abierto e inadvertido

donde un canto de victoria se eleve

el día de su resurrección

por encima de estas piedras.

 

Noviembre, 2017

 

 

 

El jardín de la alegría

 

En el jardín de la alegría

no hay ausencias ni incertidumbre.

Las flores se abren invencibles

y la vida se fuga

como arena del desierto

que amable espera el aguacero

amasado por el viento.

 

Ya no hay hendiduras abiertas

en las mañanas perfumadas del tercer día

y la sonrisa se hace nido

ante el espejo de la ciénaga,

porque el triunfo ha despertado

en el jardín donde las flores

desafían al invierno,

donde la vida arcana

florece con asombro a la epifanía

en el canto de un pájaro vendado

que recita la elegía ante su propio sepulcro.

 

Abril, 2020

Jorge Campos Nació en Managua, Nicaragua, en 1987. Escritor. Economista. En el 2017 publica el poemario “Ruinas del Árbol” con el sello editorial 4 ... LEER MÁS DEL AUTOR