La hora de danzar sobre el fuego
Por Enrique Solinas
La poesía de Bruno Polak retoma aquí la forma clásica del soneto con la modernidad del mensaje. Esta recuperación de una forma tradicional, tal vez caída en desuso, requiere de un trabajo especial y opera a manera de rescate, de renovación, cobra un impulso que actualiza el decir.
En lenguaje barroco y de una vitalidad que surge de la fuerza de la naturaleza, los poemas conversan con Severo Sarduy, con Emilio Westphalen, poetas que sintetizan una concepción de la poesía que rescata lo lúdico y nuevo, desde una visión irreverente. Entonces, la percepción sensorial y el pensamiento logran un delicado equilibrio que por momentos se ve amenazado, pero esa amenaza es la tensión que sostiene al poema.
Si cabe alguna duda sobre la actualidad del soneto, basta con leer los siguientes seis poemas de Bruno Pólack, que pertenecen a su libro ¡Ars Fascinatoria!, para comprobar que la poesía, el juego y la belleza, son posibles en el mundo de hoy.
Retozaba yo mi cuerpo adolescente
Donde ahora crece solo hierba,
flores silvestres a la vera del río,
yo solía disfrutar del rocío
y de aquel amor, grave, que exacerba.
Nada podía yo contra aquel sino
en tardes de pereza extraordinaria
que seguir mi atávica alma corsaria
o entrar desnudo en este nuevo reino.
Donde ahora crecen nuevas flores,
retozaba mi cuerpo adolescente,
resuelto a descubrir nuevos temblores;
¡adiós juventud, que toma el camino!
mas algo dejas de esa magma ardiente:
algo así como inútil o divino.
Un soneto me manda a ser violento
Un soneto me manda a ser violento
y en mi vida me he visto en tal aprieto,
a lo más despotrico y me enrabieto
para encausar, luego, otro arrobamiento.
Pero hay tal nivel de miseria humana,
en el corazón del hombre (en el hombre),
que no existe escombro que les asombre
para enmierdar todo en palabra vana.
Ya no más diatribas como escarmiento,
ni el panfleto, el libelo, la saliva
o un verso incendiado que los confronte.
Solo queda el golpe certero y cruento,
soñar que la antigua flama reviva:
¡Coge tu fusil, poeta, y vete al monte!
Sarduy
Ramas del árbol perfilan el cielo,
solo sonido de lluvia esta tarde.
Iridiscente recuerdo que guarde
en la memoria, mi alma, asaz en duelo.
Corre mi orina en este riachuelo
entre ramitas y el sol que arde,
cuando tú, valiente, y a la vez cobarde
zambulles tu rostro en tal espejuelo.
Bajamos la ribera ya en lo oscuro
y el planear de las aves nos subyace,
bajo un vergel de recuerdos tristes.
Corazón, doble corazón, impuro
de sol cadmio que en tu pecho reemplace,
bello por bruto, en el mundo que embistes.
Brunas visiones de sueños idos
Bailar juntos debajo de un ceibo
como si en ello se fuera la vida.
Como si no estuviera suspendida
la más oscura fruta que aun percibo.
Diverso es bailar bajo las estrellas
de brunas visiones de sueños idos.
Tras toda risa siguen escondidos,
hologramas foscos de raras huellas.
¡Quietas las lanzas en la doble noche!
-grita el soñante- algo desvelado,
apurando en sus almas el trasiego.
Se calzan las capas con fino broche,
la obscuridad sagrada ha regresado:
quizá sea hora de danzar sobre el fuego.
Mar Westphalen
Cual marino sonido digestivo,
cada albur, cada alboreo, cada suma,
cacareo achorado previo a la bruma
de este pasaje acuático, excesivo.
¡Vaya embaldosado del patio interno
con un puñado y medio de quimeras!
Treinta balones contra las esteras,
albuminoso alveolo en desgobierno.
He llegado al pozo basto de mi alma,
raíz lírica, atonal, del cardumen.
Amar volcar las cartas libérrimas
de tahúrico lengüetazo en calma.
Ciega cegador auroral del lumen:
la sal es del mar y de las lágrimas.
Sirva este soneto para alejarte
Quien pierde su tiempo en sonetos sucios
alza el andamio del amor perdido,
pues todo hecho ruin es ya del olvido
y todo cuerpo ruin, recuerdos mustios.
Hoy he oteado estos signos nuevamente
del relinche atroz de no bastarme,
¿Quién me puede acusar de traicionarme
o podar mal la rosa de mi mente?
Con un aplauso espanto cien sonetos,
gaviotas rimadas que huyen sin arte.
Sé de una oculta entre los abetos
y de otra extinta entre lo buscado.
Sirva este soneto para alejarte:
cadavérico rostro demacrado.