Jaime Saenz

Recorrer esta distancia 

 

 

 

Recorrer esta distancia
(fragmentos)

A la imagen de Puraduralubia

 

I

Estoy separado de mí por la distancia en que yo me encuentro;

el muerto está separado de la muerte por una gran distancia.

Pienso recorrer esta distancia descansando en algún lugar.

De espaldas en la morada del deseo,

sin moverme de mi sitio – frente a la puerta cerrada,

con una luz del invierno a mi lado.

En los rincones de mi cuarto, en los alrededores de la silla.

Con la indecisa memoria que se desprende del vacío

—en la superficie del tumbado,

el muerto deberá comunicarse con la muerte.

Contemplando los huesos sobre la tabla, contando las oscuridades

con mis dedos a partir de ti.

Mirando que se estén las cosas, yo deseo.

Y me encuentro recorriendo una gran distancia.

 

 

VII

En el extraño sitio en que precisamente la perdición y el encuentro

han ocurrido,

la hermosura de la vida es un hecho que no se puede ni se debe negar.

La hermosura de la vida,

por el milagro de vivir.

La hermosura de la vida,

que se queda,

por el milagro de morir.

 

Fluye la vida, pasa y vuela, se retuerce en una interioridad

inalcanzable.

En el aura de los seres que transitan, que se hace perceptible con

un latido,

en el viento que vibra con el ir y venir de los seres,

en los decires, en los clamores, en los gritos, en el humo

—en las calles, con una luz en las paredes, unas veces, y otras veces,

con una sombra.

En ese mirar las cosas, con que suelen mirar los animales;

en ese mirar del humano, con que el humano suele mirar el mirar

del animal que mira las cosas.

En la hechura de la tela,

en el hierro que el hierro es hierro.

En la mesa, en la casa.

En la orilla del río.

En la humedad del ambiente.

En el calor del verano,

en el frío del invierno,

en la luz de la primavera

—en un abrir y cerrar de ojos.

Rasgando el horizonte o sepultándose en el abismo,

aparece y desaparece la verdadera vida.

 

 

X

[…]

En el ánima substancial, de la sincronía y de la duración del mundo,

que se interna en el abismo en que comenzó la creación del mundo, y que

se hunde en la médula del mundo,

se hace perceptible un olor, que podrás reconocer fácilmente, por no

haber conocido otro semejante;

el olor de verdad, el solo olor, el olor del abismo —y tendrás que

conocerlo.

Pues tan sólo cuando hayas llegado a conocerlo te será posible

comprender cómo así era cierto que la sabiduría consiste en

la falta de aire.

 

En la oscuridad profunda del mundo ha de darse la sabiduría; en los

reinos herméticos del ánima;

en las vecindades del fuego y en el fuego mismo, en que el mismo fuego

junto con el aire es devorado por la oscuridad.

Y es por lo que nadie tiene idea del abismo, y por lo que nadie ha

conocido el abismo ni ha sentido el olor del abismo,

por lo que no se puede hablar de sabiduría entre los hombres, entre

los vivos.

Mientras viva, el hombre no podrá comprender el mundo; el hombre

ignora que mientras no deje de vivir no será sabio.

Tiene aprensión por todo cuanto linda con lo sabio; en cuanto no puede

comprender, ya desconfía

—no comprende otra cosa que no sea el vivir.

 

Y yo digo que uno debería procurar estar muerto.

Cueste lo que cueste, antes que morir. Uno tendría que hacer todo lo

posible por estar muerto.

Las aguas te lo dicen—el fuego, el aire y la luz, con claro lenguaje. Estar

muerto

El amor te lo dice, el mundo y las cosas todas, estar muerto. La oscuridad

nada dice. Es todo mutismo.

 

Hay que pensar en los espacios cerrados. En las bóvedas que se abren

debajo de los mares.

En las cavernas, en las grutas – hay que pensar en las fisuras, en los

antros interminables,

en las tinieblas.

Si piensas en ti, en alma y cuerpo, serás el mundo —en su interioridad

y en sus formas visibles.

Acostúmbrate a pensar en una sola cosa; todo es oscuro.

Lo verdadero, lo real, lo existente; el ser y la esencia, es uno y oscuro.

Así la oscuridad es la ley del mundo; el fuego alienta la oscuridad y se apaga

—es devorado por ésta.

 

Yo digo: es necesario pensar en el mundo – el interior del mundo me da en

qué pensar. Soy oscuro.

No me interesa pensar en el mundo más allá de él; la luz es perturbadora,

al igual que el vivir —tiene carácter transitorio.

 

Qué tendrá que ver el vivir con la vida; una cosa es el vivir, y la vida es

otra cosa.

Vida y muerte son una y misma cosa.

 

[De Recorrer esta distancia, 1973]

 

 

 

Visitante profundo
(fragmento)

 

4.

Nadie ama y las cosas son las que aman,

cuando miro el mundo y los vientos late suntuoso mi corazón en la congoja

—veo los seres solos y ajenos al mundo, exploro y me aventuro por ellos al nacer

y no aman ni se quieren estar, transitan y yo soy su solo amigo.

Desde la soledad me aman las cosas, en este páramo yo me lamento por no escuchar

tu suspiro

y no ser agua para mirar el sonido,

y me lamento por lo caviloso que me pone el amor que me tienen las cosas;

escucho el murmullo con que ellas se aman

y se pierde en los huecos que dejaste a tu paso.

En la inmovilidad me escondo

y te aferras a mí, y me muevo y te vas

—y se sonríen las cosas, el corno y la trompa, y cantan canciones

y me aman con una gran hambre:

no es necesario vivir, pero es necesaria la vida

—digo.

 

[De Visitante profundo, 1964]

 

 

 

La noche
(fragmento)

 

(IV)

 4.

¿Qué es la noche? —uno se pregunta hoy y siempre.

La noche, es una revelación no revelada.

Acaso un muerto poderoso y tenaz,

quizá un cuerpo perdido en la propia noche.

En realidad, una hondura, un espacio inimaginable.

Una entidad tenebrosa y sutil, tal vez parecida al cuerpo que te habita,

y que sin duda oculta muchas claves de la noche.

 

* * *

Cuando pienso en el misterio de la noche, imagino el misterio de tu cuerpo,

que es sólo una manera de ser de la noche;

yo sé de verdad que el cuerpo que te habita no es sino la oscuridad de tu cuerpo;

y tal oscuridad se difunde bajo el signo de la noche.

En las infinitas concavidades de tu cuerpo, existen infinitos reinos de oscuridad;

y esto es algo que llama a la meditación.

Este cuerpo, cerrado, secreto y prohibido; este cuerpo, ajeno y temible,

y jamás adivinado, ni presentido.

Y es como un resplandor, o como una sombra:

sólo se deja sentir desde lejos o en lo recóndito, y con una soledad excesiva, que no te

pertenece a ti.

Y sólo se deja sentir con un pálpito, con una temperatura, y con un dolor que no te

pertenecen a ti.

 

Si algo me sobrecoge, es la imagen que me imagina, en la distancia;

se escucha una respiración en mis adentros. El cuerpo respira en mis adentros.

La oscuridad me preocupa —la noche del cuerpo me preocupa.

El cuerpo de la noche y la muerte del cuerpo, son cosas que me preocupan.

Y yo me pregunto:

¿Qué es tu cuerpo? Yo no sé si te has preguntado alguna vez qué es tu cuerpo.

Es un trance grave y difícil.

Yo me he acercado una vez a mi cuerpo;

y habiendo comprendido que jamás lo había visto, aunque lo llevaba a cuestas,

le he preguntado quién era;

y una voz, en el silencio, me ha dicho:

Yo soy el cuerpo que te habita, y estoy aquí, en las oscuridades, y te duelo, y te vivo, y

te muero.

Pero no soy tu cuerpo. Yo soy la noche.

 

[De La noche, 1984]

 

 

Jaime Saenz Nació en La Paz, Bolivia, en 1921 y murió en la misma ciudad en 1986. Poeta, narrador, dibujante, dramaturgo. Algunos de sus libros de poe ... LEER MÁS DEL AUTOR