Llegará un día
(Traducción al español de Manuel González Rincón)
CINCO PEQUEÑOS TEMAS
I
En mi oculta soledad
He estrechado tu ignorancia calurosa y pueril.
He reflejado mi alma errante
En tu cándida presencia.
Nosotros nos amamos. Nosotros
Oramos siempre. Nosotros
Compartimos el pan y nuestro esfuerzo.
Y yo dentro de ti y de todos.
II
Mudas sombras ancladas en el embarcadero
Ojos turbios que guardaban imágenes marinas
Olas con dulce afán en su blanquísima cresta.
Desnudo me revolqué por la arena, pero no me sometí
Y no te amé solo a ti, que tanto me poseíste
Como amé los barcos naufragados con trágicos nombres
Los faros lejanos, las luces de un engañoso horizonte
Las noches en que solo y perdido me buscaba
Las noches en que volvía solo sin que nadie me sintiera
Las noches en que maté dentro de mí cada antigua ilusión mía.
III
Viejos caminos que amé y odié sin final.
Voy a caminar bajo las sombras de las casas
En las noches inevitables del retorno cuando la ciudad está muerta.
En cada rincón encuentro mi liviana presencia.
Haz que te reencuentre alguna vez, espectro perdido de mi anhelo
Y que yo, olvidado e indómito, camine llevando
Aún en mis húmedas manos un rescoldo tembloroso.
(Y así me adentraba en la noche
Sin conocer a nadie
Y sin que nadie me conociera).
IV
Bajo la ropa no salta ya mi corazón niño
He olvidado el amor que es solo amor
Deambulando noche y día sin hallarte frente a mí
¡Blanco horizonte del relámpago y del sueño,
He sentido que mi pecho se quiebra a tu huida!
Alma de mi amor vagabunda
Faca inexorable de mi anhelo
Vencedora solitaria de mi pensamiento.
V
Felicidad, cálida y querida
Canción inagotable en labios quiméricos
En mis brazos desnudos quiebro tu imagen
Lejana felicidad, cual la mar interminable
Caro jirón de la amarga búsqueda
Deja que escupa el veneno de tu falaz existencia
Deja que ensueñe mis muertos recuerdos
(Ola despiadada de mi juventud).
¡Oh alma, del ansia enamorada!
(de Épocas, 1945)
LLEGARÁ UN DÍA
Llegará un día en que no tengamos ya qué decirnos
Nos sentaremos frente a frente y nos miraremos a los ojos
Mi silencio te dirá: qué hermosa eres, pero no encuentro otro modo de decírtelo
Viajaremos a algún sitio, por aburrimiento o para decir que nosotros
también viajamos.
La gente busca toda su vida por lo menos el amor, pero no encuentra nada.
A menudo pienso que nuestra vida es tan corta que no vale la pena ni siquiera
comenzarla.
De Atenas iré a Montevideo y quizá a Shanghái; ya es algo, y esto no puedes negarlo
Fumamos –haz memoria– interminablemente una tarde mientras conversábamos
–He olvidado sobre qué– y es una pena, porque era muy interesante.
Un día bien podría irme lejos de ti, pero incluso allí irías a buscarme.
Nunca puede uno, Dios mío, marcharse solo a ningún sitio
…………………………………………………………………
El primer marzo de la guerra conocí a un fogonero inglés
Que me contó la historia completa de Sam Deylan.
“Es tarde” –me dijo al fin– “deberíamos irnos ya.
Después de todo no tienes que llorar tanto por un hombre al que mataron.
Murió en mi regazo murmurando un nombre de mujer.
Es ridículo morir murmurando un nombre de mujer”.
Su rostro palideció extrañamente. Después no volví a verlo más.
(de Épocas, 1945)
EL AMOR ES EL MIEDO…
El amor es el miedo que nos une a los demás.
Cuando sometieron nuestros días y los colgaron como lágrimas
Cuando murieron con ellos en penosa distorsión
Las últimas figuras de nuestros sentimientos infantiles
¿Y qué será lo que sujeta la mano que tienden los hombres?
¿Sabe apretar con fuerza allí donde la mente nos engaña
En el instante en que el tiempo se detuvo y arrancó la memoria de cuajo
Con una sofisticación descabellada carente de cualquier sentido?
(Y ellos regresan un día sin una arruga en el cerebro
Se reencuentran con sus mujeres y sus hijos ya crecidos
Van a los colmados y a los cafés del barrio
Leen cada mañana la epopeya de la cotidianidad).
Morimos tal vez por los demás o porque así vencemos a la vida
O porque así escupimos una a una nuestras nimias semejanzas divinas
Y por un instante un rayo de sol atraviesa su cerebro baldío
Como velado recuerdo de una prehistoria animal
Llegan días cuando no tienes ya sobre qué cavilar
aventuras amorosas ni operaciones bursátiles
No encuentras espejos para gritarles tu nombre
Sencillos propósitos de vida salvaguardan tu actualidad
Tedio, anhelos, sueños, negocios, engaños
Y si pienso es porque la costumbre es más accesible que el remordimiento.
¿Pero quién vendrá a contener el ímpetu del chaparrón que descarga?
¿Quién contará una a una sus gotas antes de que las absorba la tierra,
Antes de que alimenten el barro igual que las voces de los poetas?
Mendigos de otra vida, desertores del Instante
Buscan en una noche inaccesible sus sueños putrefactos.
Porque nuestro silencio es la indecisión entre la vida y la muerte.
(de Épocas 3, 1951)
AHORA
Ahora
Y quizá solo por un momento
–¿Qué deparará otro momento más? –
Sientes aún más fuertes y dolorosas
Las heridas de las cosas que amabas
Ya sin ninguna alucinación posible.
Nos vamos, y quizá al final nos engañáramos
Quizá al final nos hemos vuelto a quedar solos
Ahora que no quieres desandar el camino de vuelta.
Pero si hemos de morir ahora, lo sabes,
Así ha de ser, porque mañana no seremos ya jóvenes.
(de Épocas 3, 1951)
UN ÚLTIMO ENCUENTRO
Un último encuentro en la estéril sucesión
De reiteradas noches vacías
(Ni casualmente ni al azar)
Un encuentro, un paso en la impracticable travesía
Más allá de las inconexas lecciones de la mente
Cuando los otros se alimentan de harapos de plegaria
Añoran los confines de soluciones imaginarias
Exponen en gestos lascivos de sus cuerpos
La voluble certeza de una mórbida salud.
Un encuentro –no casual– argucia
De la muerte sin óbolo de obediencia
En la noche amarga que galopa en un eterno,
Inquebrantable, antes y después, Determinado.
(de Épocas 3, 1951)
AHORA HABLO DE NUEVO
Ahora hablo de nuevo como alguien que se libró de la epidemia
Visito a mis amigos: conozco a muchos que se salvaron
(«Existe siempre una salida», dije una vez
Y antes había hablado de una enfermedad desconocida –¿quién lo recuerda ya?–)
Han pasado los condenados días, se abrieron las ventanas
Los barrenderos retiran contentos la basura de las calles
Ha comenzado de nuevo la vida, las inscripciones en las asociaciones y las
academias
Los adolescentes abrazados en las plazas, las películas no aptas en los cines
Los anuncios en los periódicos; ha pasado ya el funesto carnaval
Se han quemado las máscaras, se olvidaron los viejos nombres
El consistorio delibera sobre cómo renombrar las calles
Raúl, tú me vienes de nuevo a la mente, que no llegaste a hacerte sabio
ni a debatir
A ver la otra cara de las cosas, a aprender a callar;
No era tu destino barajar conjeturas, sacar conclusiones
No era tu destino aprender tú también la aritmética de las ideas.
(de La Continuación 3, 1962)
DEDICATORIA
A los enamorados que se han casado
A la casa que se ha construido
A los niños que han crecido
A los barcos que atracaron
A la batalla que se ganó
Al pródigo que ha vuelto
A todo cuanto llegó a su fin sin esperanza ya.
(de La continuación 3, 1962)
A MI HIJO
A mi hijo nunca le gustaron los cuentos
Y le hablaban de dragones y del perro fiel
De los viajes de la Cinco-veces-bella y del lobo feroz
Pero a mi hijo nunca le gustaron los cuentos
Ahora, por la tarde, me siento y le hablo
Llamo al perro perro, al lobo lobo
A la oscuridad oscuridad,
Le señalo con el dedo a los malvados, le enseño
Nombres como plegarias, le canto a nuestros muertos.
¡Ya basta! Hay que decir la verdad a los niños.
(de El objetivo, 1971)
EL CIELO
Primero cogeré tu mano
Y palparé tu pulso
Después iremos juntos al bosque
Y abrazaremos los árboles robustos
En cuyos troncos grabamos
Hace años los nombres sagrados
Los pronunciaremos juntos
Y los contaremos uno a uno
Con los ojos mirando al cielo como una plegaria.
Nuestro bosque no lo oculta el cielo.
Por aquí no pasan leñadores.
(de El Objetivo, 1971)
EPITAFIO
Has muerto, y ahora tú también te has convertido en ‘el bueno’.
El hombre brillante, el cabeza de familia, el patriota.
Treinta y seis coronas te acompañaron, tres discursos de vicepresidentes,
Siete menciones por los eminentes servicios que prestaste.
¡Ay, Lavrendi, solo yo sabía qué escoria eras!
¡Qué falsa moneda, toda una vida en la mentira!
Requiescas in pace. No seré yo quien perturbe tu calma.
(Yo rescataré toda una vida en el silencio
A un alto coste, y no al precio de tu triste pellejo).
Requiescas in pace. Como siempre fuiste en vida: el bueno.
El hombre brillante, el cabeza de familia, el patriota.
No serás el primero ni tampoco el último.
(de El Objetivo, 1971)
TESALÓNICA, DÍAS DE 1969 d. C.
En la calle de Egipto –primera bocacalle a la derecha–
Ahora se levanta el edificio del Banco de Cambio
Agencias de turismo y oficinas de emigración
Y los niños ya no pueden jugar de tantos vehículos que pasan
Además, los críos han crecido, ha pasado aquel tiempo que conocisteis
Ahora ya no se ríen, no cuchichean secretos, no confían en nadie
Los que han sobrevivido, se entiende, porque ha habido graves enfermedades
desde entonces
Inundaciones, naufragios, seísmos, soldados con coraza;
Recuerdan las palabras de su padre: tú conocerás días mejores
No importa si al final no los conocieron, la misma lección enseñan ellos
a sus hijos
Esperando siempre que algún día termine la cadena
Quizá en los hijos de sus hijos, o en los hijos de los hijos de sus hijos
Por el momento, en la antigua calle de que hablábamos, se levanta el
Banco de Cambio
–yo cambio, tú cambias, él cambia–
Agencias de turismo y oficinas de emigración
–nosotros emigramos, vosotros emigráis, ellos emigran–
A dondequiera que viaje, Grecia me hiere, decía el Poeta[1]
La Grecia de las hermosas islas, las hermosas agencias, las hermosas iglesias.
La Grecia de los griegos[2].
(de El Objetivo, 1971)
Notas
[1] Se refiere a Yorgos Seferis.
[2] Hace alusión al lema de la dictadura de los coroneles: Grecia de los griegos cristianos.