Mi corazón está desolado ahora
(Traducción del inglés al español por Khédija Gadhoum)
Reverencia
Llegó la noche a nuestra casa y con ella llegaron las palizas
de sus botas en nuestras puertas. La primavera nunca se olvidará de cómo rehusamos
el llanto para no desactivar el sistema. Nunca perdonaremos
su gesto de asentimiento que concordaba con su impulso asesino.
Desde entonces, le hemos tenido pánico al sueño. Mas no era nada personal,
según dicen, era impersonal, era algo que nuestro padre había cometido,
que no fue revelado ni en la prensa ni por la radio.
El terror ahincaba sus manecillas en nuestras gargantas;
jamás nos había agradado su nombre,
jamás nos habíamos reído tanto a costa de un niño que le faltaba el aliento,
jamás habíamos contado la historia de la luz que nos hacía brillar en nuestro hogar
incluso cuando la noche era silencio y en ti ese silencio se convertía,
incluso cuando el tiempo, desde sus nocturnas entrañas, nos vigilaba con su cara podrida.
El fondo de las pilas
Nunca me olvidaré de cómo nuestra madre
se alisaba el pelo con un peine de hierro caliente,
despojando rizos que adornaban peinados de reinas
y reyes, con la esperanza de desarrugar su vida.
Mi padre corría los cien metros y muy bien lo hacía-
en sus manos recogía lo mejor que le echaba la vida,
cual una calabaza, asentada en su hombro,
guardando el silencio todo el tiempo.
Nunca decía nada cuando el hombre inglés
lo miraba con desdén en la calle o en el trabajo;
a máquina seguiría escribiendo cartas, borradores de artículos administrativos
y seguiría clasificándolos, asiduamente
se tragaba la bilis y luego se la guardaba
en un archivo separado en el fondo de las pilas.
Echó a los ingleses fuera de Lesoto y atónito permaneció
cuando un día en contra de él se alzó el país empuñando sus armas.
Un día nos dimos con su archivo de bilis mientras limpiábamos la casa.
Mi corazón está desolado ahora
Por favor, permítame bajar este volumen en mi cabeza,
para que pueda sentarme, y colocar mis manos detrás de la cabeza
como si fuera una hamaca abrazada a un cuerpo dolorido-
aunque desde aquí no tengo la menor idea hacia dónde debería ir.
¿Para dónde se va uno cuando está desolado el corazón, incluso
cuando la mente desconfía de ese amor constante?
Una paloma en la distancia cruza en arcos la ciudad.
Un avión rodea medio lleno por encima. Pronto
se juntará con la otra mitad en cuanto llegue a su destino,
igual que mi hermano y yo cuando partíamos los billetes de dinero,
y cada uno cuidaba su mitad, el último día antes de que empezara la escuela,
luego volvíamos a pegarlas durante las vacaciones cuando nos encontramos,
alterados por la distancia y el internado. Nos fuimos haciendo
hombres para terminar separándonos, y otra vez en niños nos convertíamos, hasta
que llegó la hora de partir de nuevo. ¡Ay sí!, mi corazón está desolado ahora.
A partir de este cruce y a medida que se extienda el camino hacia ninguna parte,
cierro los ojos, y atento me pongo a las capturas de mis párpados,
te miro, ya todo resuelto, una mañana agarras tu bolso
y sales caminando más allá de la cancha de fútbol,
dejando atrás los altos de Qoaling, y desapareces
a lo lejos cual un halcón negro allende las chimeneas.
Felino
Con frecuencia, a esta edad, y siendo tan irascible como un felino,
me quedo contemplando más allá de estos barrotes lejanos,
y con el sí de mi cabeza sigo caminando
y sumando las huellas
que mis patas van dejando sobre el piso de la cárcel.
De vez en cuando un chico se pondrá de pie
cerca del portón atrancado con cerrojo, o se apoyará contra él;
justo en ese instante cuando el guepardo dentro de mí logre olfatear
la sangre en su cuerpo. Pues como suele suceder
cuando regresen,
después de la iglesia, el almuerzo y el sexo, se quedan
completamente indolentes; y a mí me complace
ver la sangre manando en chorros, sofocar la presa
con el pelaje de mi cuerpo hasta despertar
mis instintos y renovarme a mí mismo.
A veces se me olvida todo este asunto
de estar enjaulado, y prefiero soñar
con una siesta cerca de un escampado en el bosque
a cuyo espejo de agua acuden los venados
para lamer agua, y allí, con bastante frecuencia,
alguna cierva se acercará, luego saldrá disparada
en su último intento de engañar a la muerte.
En algunas ocasiones me niego a comer los alimentos
que aquí me arrojan en los platos: una pezuña
o una mano es lo que preferiría tener. Dos
extremidades anexadas a un brazo sujetado a un cuerpo.
Pero quédese tranquilo, yo no soy un asesino- yo como
lo que cazo. El asunto es que… ha pasado tanto tiempo
que por cierto me resulta difícil recordar el sabor
o la finalidad de la carne de una criatura muerta de espanto.
Zimbabue
—para Charity y Francis Matyaka
Llenan la calle como si fueran socios de un club de aficionados
y con su canto infaman la penuria de hombres mayores.
Mi padre falleció de pena, asevera una voz, una mulata
en retaguardia. Hay una sensación de paz
en torno a un niño tranquilo, negro como el humor de aquel día de junio,
brillante como aquello que llegará a ser.
El niño me mira de reojo.
Sus ojeadas cantan serenas, constantes como el viento de media noche
que silba cuesta abajo su propio desconsuelo.
Yo no hablo su idioma aunque me reservo la discreción de desear
una competencia apropiada para que él pueda contarme su historia en palabras
que yo podría entender-
lo que realmente le aflige.
Su padre era un maestro de gran utilidad para los que acudían a la escuela:
Francis, quien fue derrotado en un donga
por una manada de máscaras picadas cerca de su casa;
calaba arena a lo largo de su vida mientras tanto su madre
sujetaba su cabeza entre las manos,
como si de ella quisiera desprenderse
y devolvérsela a Dios.
Escrito después de haber leído el siguiente relato en 2008:
“Sigue en alza el número de muertos durante el reino de terror de Robert Mugabe”.