La mano en el teclado
LA MANO EN EL TECLADO
(y la otra en los dientes mordida)
Texto para una cantata
en memoria
de Humberto Viscarra
Qué pronto he quedado solo,
como un ciego en la tiniebla,
solo,
como esperando a nadie
(que no llega).
¿Pero acaso no estuve
siempre solo en la vida
vanamente esperando esa palabra
que ignoro?
Ni siquiera la lluvia
me hace aquí compañía.
El frío sí,
el de siempre,
el frío y la costumbre
fácil de la tristeza.
Parado al borde de mí mismo
a la espera
de una señal, una máscara
(que no llegan)
sabiendo
que el tiempo corre ahora
debajo del tiempo.
Y no hay otra presencia
que las calladas estrellas.
¿Por qué no invitar a la Muerte
a cenar? Buenas noches, señora.
¿Fatigada?
Arduo trabajo el suyo.
¿Le sirvo un poco de cielo?
¿Champaña, rosas,
luz lunar?
Comprendo que la irriten
las flores
¿Para qué flores
si, de algún modo,
allí donde usted llega
provoca tumultos
de pesados aromas
que su implacable
helada mano
casi en seguida
pudre?
Tal vez pueda ofrecerle
mi corazón, señora,
o mi alma, si la vida,
la horrible vida
algo ha dejado.
No pedí nada,
quise muy poco
les di mi vida
y eso era poco.
Pero también pude ver
que no toda soberbia
es victoria,
y que en el canto
canta el espíritu
con lengua
más que el bronce.
Sólo quería que caigan
la falsía y la ficción
y entrara el mar,
el ancho mar,
ya libre
de su cansado batallar,
en todo corazón
vejado.
Ah pero el arte es largo, largo,
La vida corta,
¿no es verdad, viejo Machado?,
“a nadie al final le importa”.
Una copa.
¿La vida es otra cosa
que una copa?
Que siempre está colmada,
que siempre está vacía.
Una copa que ríe,
una copa que llora.
¿No bebe usted, señora
Muerte?
¿No la tienta el demonio?
Una copa
y el mundo,
el pobre, pobre mundo,
idiota mundo idiota,
se borra como un sueño.
Una copa de tedio
o una copa de sueños.
Quería que el sol
para todos se abriera
como un árbol
de prodigio.
Que para mí se cierre
a mí solo me incumbe
y no interesa.
Doble desgracia
haber nacido
bajo este sol
y ser artista.
Una mano posada en el teclado
y otra en los dientes
mordida.
(Pobre país
o pobre yo,
todos nosotros,
en este inmenso
país tan nuestro
y tan ajeno.)
¿Por qué no fui árbol,
por qué no nube
o espuma acaso?
Fui hombre
y me olvidaron,
y luego me borraron.
¿O yo los ignoré
y así los expulsé
del mundo?
Pobres todos nosotros.
Ahora todo ha callado.
La muerte cerró la puerta
y estoy de nuevo solo.
Las plazas y las calles,
la oscura calle sola.
El piano, la mesa,
mis bufandas.
Sólo con lo dicho,
lo que dejo dicho
como herencia atareada
y fugaz.
¿O ha sido todo un sueño,
una centella irreal
que la Muerte sostiene entre los dedos,
nada más?
[De Reverso de la transparencia, 1975]
Que van a dar a la noche
Cada uno muere solo
con una rosa en la sien
o pasajero
en un carro de llamas
solo
en ese acto
que nadie comparte
donde cae
la soledad sobre la soledad
y ese silencio
de nieve
por el que van
por el que irán siempre
los incomunicables
prendida
en el pecho
la sentencia de olvido.
[De Estrella segregada, 1973]
Casa de Lope
Parva propria magna
Magna aliena parva.
¿No he pisado antes este suelo?
¿No he sido yo el que ha plantado
junto al brocal del pozo
esa aspidistra?
Cuántas edades tiene
si fue mano
la que le dio vida
la formó
como obra de mi aliento.
Calle de los Francos
todavía
salobre de mis lágrimas
piedras de mis entrañas
dolidas
por diligencia
del agravio.
Ah vosotros fantasmas
más vivos que la vida
sostenidos
por su amor que os permite
bullir en aposentos
y braseros.
Qué solo estoy
Antonia Clara
qué amargo rey
con mis memorias
y este dolor
por ti humillados.
Los cuervos de la tarde
graznan ya en las torres
de las Trinitarias.
Campanadas
que la hora tiñe
de presagios.
Afanes de muerte me consumen.
Clamo
el eco me responde y con
mi propia voz
me desengaña.
No sangre
miedo por mis venas sangra.
Ya es noche
noche larga.
Artificios del mundo
ingratitudes
menos sois que soflama
de pavesa.
El hombre es nada
hombre solamente
aunque la fama a cumbres
de fulgor lo exalte
si el vejamen del vivir todo lo iguala.
[De Estrella segregada, 1973]
El pozo verbal
Nada se sabe
pero las palabras
se conjuran
hostiles
chillan y se acuchillan
saltan en el aire
lo infestan
movilizan llamaradas
como ráfaga de toros
como tizones vivos
que caldean
la pedana del escándalo.
Una sola palabra
la no pronunciada
porque en ella está
inscrita
la dispersión de lo que amas.
Las palabras te ensalzan
te festejan
te miman
te enjoyan
te besan las manos
luego te muerden.
Las palabras te encumbran
te glorifican
te esmaltan con azúcares
te visten de luz
te visten de flores
luego te escupen.
Las palabras te calzan de oro
te coronan con laureles
te reverencian
te abruman de lisonjas
luego te lapidan.
Las palabras te santifican
te cantan alabanzas
te levantan en el aire
¡qué alto vas!
luego te entierran.
[De Estrella segregada, 1973]