Música griega
MÚSICA GRIEGA
En este nuevo libro de María Casiraghi parece ser la música la invitada principal. ¿Pero de qué música se trata? Música griega es el título del libro y el último verso del último poema del libro. Circularidad de un principio y de un final ofrecidos a la música. Música griega, dice María, ¿por qué griega? Que la música sea griega nos remite a un origen anterior al origen histórico personal de la poeta. Al mismo tiempo el origen singular de su historia familiar también se invoca a lo largo de este poemario. Y es contra este comienzo que trae la memoria que la poeta arremete una y otra vez, como si hubiera que desmantelarlo para dar lugar a ese otro origen más antiguo. “Es tiempo de dar el salto” dice la poeta. La música griega es música del mar, “siempre muere de mar” dice un poema, porque el mar embiste y horada la pequeña memoria personal, irradia sobre las cosas y los ojos su luz antigua, reveladora de ese origen que late detrás del propio comienzo.
En este libro María emprende un viaje dentro del viaje. El lector presume que la poeta ha pisado y recorrido Grecia, sus islas, sus cielos, sus pequeños puertos. Pero se trata de un viaje que detona otro, uno más íntimo, un recorrido por las ruinas y los temblores de su memoria, de su historia personal. La invocación de esa música antigua responde a un anhelo imperioso de reparar lo que ha sido herido de muchas muertes en su pasado. Y si será la música quien obre aquí de curandera, es porque el oído es el sentido primordial de la poesía. Hay una voz dentro de una caracola arrojada en la arena que habrá de encontrar un oído. Un oído que hay que barrer para que escuche más allá del ruido y del daño, más allá de la violencia de los mandatos que nos dejan solos y separados de la naturaleza y de lo sagrado. La poeta exhorta a recomponer esa unidad violentada, “dejar que el viento vuelva a ser Dios” nos dice.
Hay palabras que regresan insistentes en estos textos. Las palabras “restos”, “escombros” “pudrición”. Se trata de aguzar el oído para escuchar lo que esos vestigios dolientes irradian, y con esa tenue luz encaminarse hacia lo desconocido. Bienvenidos los pájaros que comen las migas del camino trazado para volver al pasado, porque no es siguiendo un itinerario preestablecido que se llega al lugar profundo, al lugar deseado, “lo que nunca has vivido/ también es recuerdo” nos dice la poeta. Se trata aquí, no de un viaje al pasado, sino a un nacimiento. El desafío linda con lo imposible, la tristeza de la desesperanza se impone una y otra vez sobre la delgada luz de la alegría. A pesar de todo la poeta nos dice que vale la pena “así llegues tarde / al día de tu nacimiento”. Ese nacimiento requiere de una alianza con las fuerzas naturales, “una montaña recobra la memoria cada vez que entras”, dice María, “te está pariendo el bosque/ y en el bosque la vida es breve/ pero nunca acaba”
Nos encontramos con una génesis invertida, en la que es preciso morir y destruir para nacer. Hay que “tragar relámpagos”, hay que llegar al mendigo que hay en uno, tender una mano indigente hacia el misterio. Sacar de la voz una “voz difunta” que viene de los muertos. Y así se cumple la inversión de una génesis: “todo lo pudres/ en seis días/ y ni el séptimo descansas”.
Si hay algo imperioso para demoler es la imagen de la mujer construida durante siglos, degradada hasta esos “maniquíes”, esas muñecas mutiladas y risueñas que fingen desgracia y acorralan a la poeta como jaulas. Contra esa imagen de mujer incrustada en ella se levanta la voz, uniéndose al coro de mujeres (música griega) que “se niegan a quedarse hablando en voz baja/ con la cordura de los locos atados”. Y evoca a su madre que, sin saberlo, cito: “también vivía actuando/ ella que no era ella/ tomó prestado un cuchillo/ y cortó en pedazos/ su espíritu feliz”. Pero la poeta abre los ojos y desata una batalla contra esa mujer atada a su desgracia. Habrá que desviar el cuchillo que la madre tomó prestado para despedazar su espíritu feliz y entonar un canto filoso de un origen a otro. Y la exhortación de la poeta será: “destrocen toda prisa/ toda la furia que hierve en mi redondo cataclismo/ y esa memoria/ que no me deja cerrar los ojos/ laven la sal que quemó mis pies/ aquella noche que soñé con el mar / extraigan/ por favor / el veneno de mi nacimiento” y entonar un canto desde un nacimiento envenenado a otro que refulge y pulsa la lengua poética.
Los poemas de este libro atizan un centro vacío pero ardiente que es patria de la poesía. Y como dice la poeta “antes nos quemaban/ ahora/ somos nosotras/ el fuego” Que no se extinga el fuego ni la voz que sopla sobre “una vida breve que nunca se acaba”.
Dolores Etchecopar
Agosto del 2019
MÚSICA GRIEGA
¿De dónde viene la música,
es griega?
¿Es una cajita que llora desde siempre?
Es que fue aquí
donde arropaban tu placenta los antiguos
y le daban mar a tu lengua
y te decían ¡Qué bella es tu tristeza!
Es música egea
y brota en tus ojos
hace siglos que no sufren por nada
tus ojos
tan apurados
en el nuevo mundo
olvidan
el canto nodrizo de estas islas
la cura de tus males
y el espejo.
Y te decían ¡Qué triste es tu belleza!
Y derramabas otra vez
y otra vez
y otra vez
música tibia en el fondo del mar.
Tibia es la melancolía
en la cal
y en la luz de las tardes griegas.
Fue aquí
no puedes huir de tu parto.
Aquí pujaba la piedra, y el alga gritaba
y se deshacía
para que salgas del pozo.
Fue aquí
toda tu vida
ese canto
de barco perdido.
ECO
¿Qué es
esa voz
difunta
que suena siempre más grave y más lenta
que la voz que sale de tu boca?
¿Es el eco
el primer habitante de la cueva?
Allí dentro
puedes hablar sin pudor
el eco no juzga
se alimenta de respuestas
y desoye las preguntas.
El río ya no pasa por allí
tu voz también
se seca
si no le das de llover.
El eco nunca sale de la madriguera
ermitaño
sólo repite
lo que los hombres sueñan.
El eco es anterior a la naturaleza.
PÁJARO EN CAMPO DE CONCENTRACIÓN
Vuela libre
en una vieja celda de Auschwitz
arma su nido
por donde entra el sol
en las rendijas de luz
porque no sabe que allí ha muerto una especie.
Lleva y trae comida
al nido vacío
¿a quién alimenta?
¿con quién habla de noche?
Canta
solo
canta a pesar de los alambres
y su eco se expande por las duchas de gas
pasaron sesenta años desde el último hombre
al lado,
una montaña de pelos
y valijas que nunca volvieron a casa.
¿Puede sobrevivir, siendo pájaro, más arriba, menos muerto?
Demasiado silencio
para un solo ser vivo.
Quizás algo
del aire de su aire
se parezca al que inhalamos,
los vivos,
para no morir.
A la larga
recordará la guerra.
Pero ahora es mejor que no sepa.
Que no entienda por qué
cada vez que amanece
su nido se enfría.
SELECCIÓN ANTINATURAL
A Leticia González y Julio Salgado
A mi jardín lo invadieron las babosas
lenguas que se arrastran de noche,
y en la laja, trazan su dibujo, de animales dobles,
permanentes.
Cada día muere una flor, se deshoja una hoja
las plantas no resisten el ego de la babosa.
Yo, como Dios,
hago justicia
y les dejo pedazos de veneno
trampas de color azul
para que mueran sin saber.
Pero al tiempo regresan,
y pruebo entonces con cerveza
sirvo en las esquinas vasos llenos
donde van las borrachas
a embriagarse por las noches
y dentro de los vasos
se ahogan, de muerte dulce.
Al día siguiente
las flores agradecen.
El jardín recobra sus colores.
El verano vuelve.
Pero al correr de los meses
babosas nuevas, nacen, alegremente.
Ahora intento echándoles sal,
en segundos se reducen a nada
pobrecitas
apenas una huella blanca en la laja
sin el doble de su animal.
Esta vez, la tercera, debe ser la vencida
pienso mientras riego las alegrías del hogar, las azaleas
y veo cómo crecen las acacias, y el limonero se pone de pie;
y hasta los yuyos aplauden
por su renacimiento.
Pero hay un desconsuelo
que subsiste
en los jardines,
en el aire de la primavera.
Se siente cuando sopla el viento
y las hojas se mueven,
recordando.
Alguien debe morir, para que vivas.
Susurra la brisa
en el oído de las flores.
CARTA AL HIJO
Cuando crezcas sabrás
que los hombres se derriten en la nieve
y los ángeles llegan si cerramos los ojos.
Si algún día dudaras de que existo
recordá mis violentas pujadas
cuando todo para vos era incienso.
Cuando crezcas
viajá por los planetas que imaginás
saltá con la demencia del Iguazú
hacele el amor al agua
trepate al nogal
y ofrecé los frutos a esos niños como vos, que piden monedas.
Caminá por ciudades medievales
elegí una piedra para descansar al sol
y dejá que te roben los gitanos
si los ves en su tierra
sabrás que sólo eran nómades sus penas.
No te dejes denigrar
y no denigres
distinguí siempre
el amor de la lástima
la cobardía del miedo
el veneno del remedio
y el olvido del perdón.
Y no temas morir
ni que yo muera
el más allá es sólo un bello lugar
del que nadie ha querido volver.
Esta noche de luna
la luna me mira dos veces
y me dice que es tiempo de abrir una distancia
que no te me parezcas hijito
que no te me parezcas.
PRETÉRITOS I
Pudiste ser renacuajo
cortar hojas de jazmín
y darlas a conocer en el teatro
allí
esa noche era tuya
eras la bailarina principal
pudiendo ser barro pegado en las botas humanas
podías llamar al enfermero a tiempo
darle bocanadas de sangre
para los moribundos
podrías haber sido triste
y
acá estás
rodeada de montañas
saltando en la nieve
con tus dos patas de madera.
No te perdones,
por nada, te perdones
no te reverencies
los charcos crecen, mutan
de larvas a orquídeas
de musgos a cuerpos
de llamas
a volcanes dormidos.
SAPUCAY DE LAS GUERRERAS
A Marta Schwarz
En mí
siempre cantan las guerreras
hacen un círculo y piden por su libertad
salen a pelear con lanzas
no con sacrificios
se niegan a quedarse
tejiendo una randa de palabras
hablando en voz baja
con la cordura de los locos atados.
La letra A
hace la diferencia.
Las mujeres que me habitan
bailan matan amamantan
con la boca abierta.
ESTIGMA
El vestido
brilla, negro y rojo,
en los hondos escotes de una mujer maniquí
que vive sólo
para desterrarme.
Luego pasará lo de siempre
sobre mi cuerpo
cambiará de forma y de color
hasta volverse desechable.
Alguien sentenció cuando nací
es que todo se mancha
cuando pasa por vos
todavía lo recuerdo,
¡cómo duele la verdad
cuando es un invento nuestro!
En mi infancia
mis muñecas amputadas
detenían las agujas del reloj
y aunque todos dijeran
¡qué linda niña!
no veía esa niña en el espejo.
Hay sentires, hay visiones
que no cambian nunca.
No puedo con esos maniquíes
no puedo con su invulnerable belleza.
No puedo
siquiera
con los espantapájaros.
ES TAN FÁCIL REÍR
Es tan fácil reír
flexionas las mandíbulas
haces con los ojos una seña feliz
es tan fácil
morderte los labios
y con tus dientes blancos
arder de risa
es tan fácil
convertir la lágrima en cicatriz.
Si te fijas
los comediantes
los niños
antes aprenden la mueca de la felicidad
que la curva del desconsuelo.
¿Por qué entonces
actúas de mujer triste?
¿Por qué muestras hambre
cuando todos te ofrecen comida?
Es tan fácil reír
muñeca
no finjas
la desgracia
cuando te toque vivirla
solo sabrás simularla
confundirás
tristeza con certeza
solo por tu rima
esquizofrénica.
ILUMINACIÓN
Una tarde
con mis veinte años
en un libro, Allen Ginsberg
contaba visiones.
Hablábamos de lo mismo
de esos instantes en los que comprendemos todo,
nada nos hace falta, nada pendiente en la batalla.
Ese año, lo recuerdo
era tan chica y sin embargo
podía tocar el infinito.
¿Qué es lo que distingue al que vive del que muere,
al que sólo respira, sin moverse casi,
del que agota sus caminos andando?
Allen Ginsberg lo sabía
dictó mi sentencia
me dijo “ya estás lista”
y yo
que volvía del Asia
donde había visto tantos dioses
le creí.
Prendí unas velas
estiré mi cuerpo en la sábana
y cerré mis ojos
para siempre.
Así debió ser quizás
mi último día
(así quiero que sea
cuando despierte).