Jorge Paolantonio

Siete Palmeras

 

 

El justo florecerá como palmera
Salmo 92:12

 

 

Introitus

 

Cada mediodía,

con o sin sol,

y toda noche sin lluvia

los galgos enrique y yo

solemos ejecutar

una  rutina de grises y verde.

Un día cualquiera nos topamos

con siete palmeras, instantáneamente altas,

arrancadas de raíz, trasplantadas,

sostenidas por tensores.

Son siete, debidamente registradas

por el alcalde de esta ciudad.

Ahora ellas siete y nosotros

somos una gran flor.

 

 

 

 

Catequesis                                                           

 

La casa que yo digo

bostezaba  jazmines

a mi paso

nacía exacta

en el patio de atrás del mundo

y una palmera

alta como Dios

elevaba     los rosarios     las sonrisas

los dientes amarillos

de la señora Eusebia

[Dios te salve

del ámbar de sus cuentas

de los escapularios jadeantes

de la proa de su hamaca

asomándose

en las tardes de doctrina]

 

ella  estaba

recta como la palmera

insoslayable como la eternidad

sentada  en  el  trono

de su mirada acusadora

odiándonos

rezándonos sin glorias ni penas

 

la sepultaron viva

las paredes de mi infancia

 

 

 

 

un bosque de silencio

un bosque de silencio creció en los viejos patios                                                
Carlos Mastronardi

 

I

 

estábamos en el rumbo de los paisajes lentos                                                                                         

y mujeres con un yugo a sus espaldas

 

 yo vengo de sus ojos

de su mirada encendida por los pimentones

sus cazuelas de labio picoso

su paso cansino

 

la Ludovina perfumaba Guayamba

con coplitas de pura picadía

pero dejaba en casa

 el  corazón sangrando

por la niña quebrada en convulsiones

y manotazos de ajenjo en el brasero

agudo  el canto

vibrando en la chirlera de su caja

agudo el canto

y atrás

una  voz queda y oscura

 

yo vengo de su abrazo.

 

 

II

 

cada vez algo se va de mí

disgregado   desleído  en todas ellas

que nacieron

sabiendo las mañanas claras

las tardes procesionales

las noches para elegir estrellas

 

algo se aleja

de toda luz visible

donde se abisma la ceguera

y crece la certeza

que estuvimos de paso

y siendo tantos

éramos solo

aquella dulzura creada por ellas

para entender la dicha.

 

 

 

 

corola de la existencia

 

allí en cuclillas

bajorrelieves abarrotados

preguntándonos

porqué tantos perros

al final de la noche y si

aquellos que nos amaron

sabrán dónde

fueron a para nuestros huesos

disimulados para siempre

entre manuscritos

y alfileres en los labios

 

estará mi padre

hilando su guirnalda

bajo la vieja parra

para que pase  su pescador de palabras

– títere descabezado

que no pudo trepar hasta sus ojos.

 

y una sangre de corazón acongojado

tiznando el verso

 

estará mi madre                                                                        

coloreando lirios frente a la ventana

buscando sus ojos en los míos

para decirme

que no hay cielo o infierno

que asegure mi verso

que no me vaya dócilmente

 

estará mi prima                                                                         

lejana visionaria de los juegos

besándome

entre los álamos temblones

 

mi hermana estará allí                                                              

cosiéndome a su vestido rojo

para que conozca la alegría

con que mira para siempre

sus hijos y las tierras naturales

el mar que no conoce

los días que nunca pasan

los que sí        los otros

en la insondable distancia

 

 

 

 

¡Ah!  los caballos                                                           

 

¡Ah!  los caballos  que pastan en mis sueños

no quieren otra hierba

que los versos

descartados

de un poeta campesino

 

 

 

 

jamás he rezado                                                             

 

no he dicho ni una sola oración

sin  embargo he pasado tantas veces

una por una      con fe perdida

miles de veces

las cuentas del rosario

que mi madre puso en mis manos

está hecho

con carozos de aceituna

escupidos por mi padre moribundo

 

 

 

 

el día en que lo velaban                                              

 

algunas uvas

decidieron madurar de golpe

perfumar  de torrontés

su partida inesperada

mi madre optó

por bajar de sus tacones

ponerse a las alturas

un infarto de miocardio

y aseverar que ‘así nos va

con la aspirina diaria’

 

 

 

 

lugares

 

1.

Toay, La Pampa (1974)

 

podrás levantarte

ser el lomo de un caballo moro

andarás      galope   fusta

olisquearás el pasto

lavandas pisoteada

y quedarás muerto

al final de una línea de Kavafis.

 

 

2.

Salar de Hombre Muerto,
Andes Argentinos (1974)                                                        

 

diciembre    naranjal amargo

enero      salitre   hueso

es una página en blanco

arenal de calenturas    tiento seco

pañuelo con temblores

y abierta la sandía       rajada

ya todo habrá muerte en el secano

si la lluvia se niega

casi siempre.

 

 

3.

Gare de St. Lazare, Paris  (1980)                                               

 

no cortarás la cinta

atada al viejo roble

canario triste

telón

serán blues

café con leche

después del manotazo

borrarán tu vómito

de señorito confundido.

 

 

4.

Altos de Ancasti, Catamarca (1984)

 

viajarás alrededor del beso

a buscar las uñas del verano

sobre un lecho moreno

donde jadearán los estambres

y no te preguntarás

dónde te sostienes

a la hora en que las piedras

enardezcan el agua

y cambie para siempre

el remolino de tu sexo

 

Jorge Paolantonio (Catamarca, Argentina, 30 de marzo de 1947 / Buenos Aires, 4 de julio de 2019). Poeta, dramaturgo, novelista, desde 1982 hasta su muerte res ... LEER MÁS DEL AUTOR