Ecuatorial: Un arcoíris bajo las tumbas
Por Miguel Ángel Zapata
Aparte del indudable efecto estético y revolucionario que había producido la obra de Guillaume Apollinaire en la primera década del siglo veinte, la poesía de Vicente Huidobro comenzaba apostando por una palabra nueva en el espacio y en el tiempo. Era la voz contundente de un poeta hispanoamericano viviendo en Europa, y al tanto de los movimientos artísticos y literarios que ocurrían en ese entonces. La vanguardia comenzaba como una ola que lo arrasaba todo, y traía nuevas ideas y un rechazo al pasado inmediato. Era una bandera en contra de lo aparentemente inútil, un espejo renovado para remirar el mundo. Dentro de esa corriente, Huidobro escribe desde el asombro, e inaugura con eficacia la nueva poética vanguardista en lengua castellana.
La vanguardia crea una esfera de experimentaciones a todo nivel, un oasis de imágenes, juegos peligrosos pero necesarios. Juegos, que, al fin y al cabo, se fundaban en una experiencia vital y una nueva visión del mundo. El resultado sería la compleja amalgama entre arte y poesía: cubismo y cosmopolitismo. Un choque fructífero entre el trazo y la palabra, pero siempre yendo contra la corriente y la tradición. Es una revolución de sabotaje a todo lo preestablecido, a lo que vendrá después del terror de la guerra y la destrucción definitiva del tabú. Antes del estallido, Rubén Darío, durante su primera estancia en el Modernismo, había iniciado un diálogo con la tradición parnasiana y simbolista francesa, pero afinando la escritura con un ritmo particular, una respiración netamente hispanoamericana. Darío pasó luego del exotismo modernista de Azul… (1888) a una poesía más centrada en el devenir del tiempo y el espíritu humano. El Modernismo creó una primera revolución literaria en el ámbito hispánico. Aun así, este movimiento no fue una copia exagerada de las escuelas europeas sino una fusión de las características más esenciales de los parnasianos franceses con la propia realidad hispanoamericana. Darío abrió las ventanas de la poesia en lengua castellana, y la llevó a dialogar al plano internacional. Posteriormente, Vicente Huidobro fue el ejecutor del segundo gran cambio en la poesia hispanoamericana: rigurosa práctica del espaciamiento del poema, alteridad en la forma, y un cambio radical en la visión de las ciudades europeas. Como ha indicado Mihai Grunfeld “la voz poética, como un pequeño Dios cosmopolita y creacionista, domina todo el globo y lo moldea según su voluntad, expresando así una emoción lirica global, universalista”. Huidobro no hablaba de su país natal Chile, sino que se adhería al mundo y lo hacía propio. Viajero empedernido, Huidobro demuestra que el viaje en la poesia es fundamental para entender el movimiento del universo. Octavio Paz nos recuerda que a fines de 1916 el joven poeta chileno Vicente Huidobro llega a París y poco después, en 1918 y en Madrid, publica Ecuatorial y Poemas árticos. Con esos libros comienza la vanguardia en castellano.
En efecto, es sabido que Huidobro en su estancia parisina frecuentaba a vanguardistas del nivel de Pierre Reverdy, Tristán Tzara, Paul Derméc, y Guillaume Apollinaire. También fue invitado a colaborar en la revista Nord-Sud durante 1917-1918, donde publicó sus primeros poemas en francés. Ecuatorial está dedicado al pintor Pablo Picasso.
El tiempo ha demostrado que la poesía está hecha de cambios radicales y el derrumbamiento de muros aparentemente indestructibles. Al final, el muro cae, los ríos corren por otros cauces, y vuelve a comenzar la fiesta de la palabra. Después volvemos a levantar un muro y otro río nos inunda. Y el río y el muro se convierten en el futuro temporal. La poesía puede representar la dicha fugaz, o la lucha contra la muerte. No te fíes del incierto mañana escribía Horacio. Y después de siglos Huidobro escribe sobre el fin de los tiempos en Ecuatorial: “El niño sonrosado de las alas desnudas/ Vendrá con el clarín entre los dedos/ El clarín aun fresco que anuncia/ El fin del Universo”.
Ecuatorial se dispersa por el mundo para interpretar la marca temeraria del tiempo. A través de versos largos, mayúsculas caprichosas, y un terco espaciamiento, da cuenta de que lo que sobrevive ante la muerte es el poema. El cielo es una metáfora de fuego, y las calles por donde caminan los viandantes, una cárcel permanente. El poeta mira el cielo en llamas, y transita por la tierra hirviendo como un volcán. El poema viaja cruzando mares y ciudades llenas de humo negro. El poema salta el muro de la indiferencia, lucha contra la derrota y se asombra con la vida. EL mundo partido por la mitad, sobrevive.
Huidobro, como Whitman y Rimbaud, es un poeta visionario. Si Zona (1913) de Apollinaire es una muestra del desgarramiento de la ciudad y su entorno, Ecuatorial, en cambio, es el desgarramiento del lenguaje y del ser humano en el universo. Su soledad se siente en cada estrella, es un obús que estalla. La poesía revienta en cada viaje, es un movimiento simultáneo de la palabra frente al Mundo.
Si la vanguardia representa un cambio y un feroz rechazo al pasado, Ecuatorial recrea un espacio en continuo movimiento: aterriza como un aeroplano en el presente aterrorizado y anuncia un escape espiritual. Aquí no se trata solamente del espaciamiento de las palabras, o las mayúsculas frecuentes, sino el anuncio de una nueva forma de escribir poesía en lengua castellana. La forma no es una estrella solitaria, o la única luz del poema. También el tiempo y el dolor están presentes en el centro de la vida, y el poema deja una muestra de ese transcurrir. Ecuatorial no es una mera experimentación, sino una búsqueda, triunfo, fracaso, vida y la muerte dentro de la poesía. La muerte, los sueños, la guerra, y los nuevos augurios del desastre están presentes desde el principio hasta el final.
Ecuatorial y sus esferas anuncia lo que será luego Altazor (1931), uno de los poemas más radicales de nuestros tiempos. Ecuatorial es una mezcla del cubismo y dadaísmo en medidas mesuradas, llevadas a la palabra poética. Es un poema que anuncia el devenir, la poesía que se iba a escribir en los años venideros. La aurora ha llegado.
Nueva York, mayo, 2020