Última metáfora sobre la realidad
Última metáfora sobre la realidad
La realidad es un mazo
de cartas de Tarot
dispuestas en hilera
boca abajo
aguardando la mano
que destape finalmente
su verdad.
Pero no hay que elegir
una cantidad preestablecida
de cartas al azar
y ordenarlas según
tiradas ancestrales
que algún otro
muy lejos de mí — o de vos
previó para leer
nuestro destino.
No.
Lo que hay que hacer
es darlas vuelta
a todas
desparramarlas
en un caos alborozado sobre el paño
y mirarlas fijamente
— fijamente
hasta que cada figura
se alce de su lecho de cartón
y comience a despertar
en una danza propia.
Que muestren
todas su verdad
en la precisión
de cada movimiento
y podamos ver así
las figuras combinarse
también con el paño, con el aire,
con la mano que ahora elige
ciertas cartas
— viendo lo que elige
y entonces
no es el azar sino
la necesidad
precisa de cada movimiento
la que nos fabrica
en su combinatoria
mágica y real
la actualidad de un destino
convincente.
Realidad
Esa sensación
de entrar en el vacío
al despertar de un sueño
entre las sábanas de siempre
adentro de tan sólo nuestro cuerpo
y encontrarse
la mañana pelada de encanto;
despegar los ojos
en la aridez
de la luz que atraviesa la ventana
— la vigilia
ese vacío.
Esa sensación
de lámina sutil
celofán de nada,
que todas las mañanas nos envuelve
— aísla un sí,
compacta un interior
cada mañana contra el límite del cuerpo —
finísima frontera
que nos hunde hacia adentro
nos distingue
del mundo y se extiende
igual que un horizonte
— infinitamente leve al infinito
todo se vuelve
inalcanzable.
Eso. Un celofán
de nada nos divide
la vida en interiores — cada quien
adentro de su sí
—empaquetado—
moviéndose en la grilla cotidiana
del medio al que llamamos
realidad.
Hoy
a la tarde estaba sola
en mi departamento
y decidí salir
al encuentro del último rayo
de luz de otoño. En la vereda
sentí el calor
del sol atravesar la lana de la ropa
que avanzó hasta tocarme
el centro del hueso.
Al instante supe
que el rayo
que se hundía adentro mío
era un camino en reversa
por el cual podía yo
salir al universo. Podía hacer correr
por la luz y el calor
de ese rayo que fluía
mi pensamiento
mi amor
mi fuerza de vivir
y las palabras.
Todo estaba conectado.
La realidad
era un sostén interminable
desde el cual
podía convocar
sin pudor
todas las cosas.
Just kids
Los hombres que amé
se me mueven adentro:
en todos estos años
armaron
una suerte de ejército.
Ningún Capitán
está al frente,
sin embargo
cada tanto se alza uno
por encima del resto
como un fuego y
dirige directo
la multitud
a su fondo de sombra.
El lunes pasado soñé
con uno de ellos
en el sueño los dos
nos encontrábamos
fugaces
en la naturaleza.
El miércoles
a la tardecita
estaba ahí afuera
— en la esquina parada
ya lista a cruzar cuando de pronto
— igual que en el sueño
él mismo irrumpió
realmente ante mi cara. Iba en bici
y un veloz
gesto, su antigua
hermosa y conocida
sonrisa de hola y chau
pasó por mi lado.
Al día siguiente el cielo
se hizo de vuelta
celeste
después de semanas
tristes,
lluviosas de gris.
Esto que cuento es
verídico y simple.
El amor
se vuelve natural
con los años en medio.
Un beso de película
Entre todos los besos que tuve
tuve un solo
beso de película. Antes de tenerlo
creía que otros besos
lo habían sido, pero no. Un beso
de película
cuando se tiene
se reconoce al instante. Hace que el cuerpo
encaje perfecto
en el molde centenario
que los besos atrapados en fílmico
entregaron en serie
a los sueños de las chicas.
Este beso
de película empezó
con un tironeo
de fuerzas para verse, hasta que él dijo
en medio de la noche: “vení,
tomate un taxi
a casa”.
Siguió el portazo
al bajar del taxi, el cruce veloz
de la avenida y mis dedos
tocando el timbre
con los pies en el umbral.
No hubo tiempo
de espera
solté el timbre y la puerta
se abrió de golpe en lo oscuro,
unos brazos
de huesos inmensos
atraparon mi cintura y me apretaron
contra un torso en penumbra —
me arqueé
todo lo que pude, dejando el peso
caer sobre esos brazos
fuertes y estiré
los míos dulcemente hasta enterrar
los dedos en su pelo —
su cabeza
descendió hasta mi cara y su boca
se enterró adentro mío
y un brazo
bajó por toda
la cadera y otro brazo
subió en vertical dando respaldo
a mi columna con la palma
abierta en los omóplatos y así
me subió en un arrebato
escaleras arriba.
No sé si usé los pies
o se fueron por el aire — qué más da.
Todo
lo que pasó después pasó
como pasan estas cosas.
A la mañana siguiente
yo sabía
que estaba terminado. Lo supe iluminada
por el amanecer
en la ventana abierta
del primer piso
que daba a la avenida.
Entre el sonido pausado
del tráfico que empieza y la luz
oblicua
sobre mi rostro en el sillón
mirando perdida
hacia la nada, sabía que daba
un perfil impecable a una cámara invisible
quizá
la de sus ojos que al paso
juntaban los bártulos
de trabajo en el set — Él
estaba en esos días
haciendo de verdad
una película y soñábamos
los dos con películas — soñábamos sueños
guionados,
de un lado y del otro
del lente
— la vida en esos días
era un paraíso
barroco
de luces cruzadas.
Después
como me gusta
quemar como una estrella — partí
dramatizando
un breve melodrama — alcé
por escrito mi mano
en la frente y lloré
sabe dios qué antigua
catástrofe.
Fue inútil. Los dos
nos queríamos igual y terminamos
amigos.
Él ahora
tiene una vida en Berlín y
cada tanto
como un merecido
obituario al deseo y también
como un simple gesto de cariño
nos damos un like
en las redes sociales.
Overreaction
Van a volar los techos por el aire — te lo advierto
percibo el malestar
vibrando desde lejos
en su onda expansiva. Su epicentro
afecta mi cuerpo mucho antes
de que los sensores
sísmicos
de la conciencia alerten
el resquebrajamiento
de todo.
Van a volar
los techos por el aire cuando aún
nadie entienda
—ni yo—
qué está pasando
qué es este huracán montado en furia
que rompe
cartas borra archivos
fotos
quiebra citas
arma escándalos se sale
de la redes sociales y escribe
mensajes de socorro a todas
las amigas además
de escribirte a vos
un ultimátum.
No puedo evitarlo, es así
van a volar los techos por el aire
yo soy genuinamente
punk.
Volquete de flores
Ya no arrojo más
sobre amores perdidos
a manera de
postludio
un volquete de flores.
Alguna vez
fue mi gran estratagema
de escape: ellos
entraban de lleno en el barro
de las confusiones y yo
les tiraba encima
toneladas vegetales
de pétalos suaves
hojitas y tallos
a veces, espinosos,
urticantes, pero siempre
bañados de fragancia buena, tan
buena que en esa cantidad
irritaba
las fosas
nasales, la garganta
se llenaba de asperezas y mientras ellos
escupían
pistilos y estambres,
atenazados por la gravedad
aplastante de la
vegetación
encima de sus cuerpos
y trataban de nadar
hacia arriba, hacia el aire yo
corría y corría y corría
para ganar tiempo,
para asegurarme de
no ser ya más seguida por nadie y liberarme al fin
—una vez más—
del lodo angustiante
y confuso
del amor, yo
corría y corría y corría
a la soledad.
Ahora
las cosas han cambiado, ahora
prefiero simplemente
escaparme
diciendo la verdad.
Tura Shakti
¿Es posible
militar el deseo?
¿practicar
la escucha en la mitad
del estruendoso desierto?
hay
una carrera en el vacío
Tura Shakti
al volante pide pista
— pide
espacio
para poder derrapar
tranquila
ampliamente derrapar
feroz
como ella quiere
en las interminables banquinas
que ofrece generoso
el desierto
Kali
Shakti del Shiva masculino
contra él
arma una guerra
— pica en punta
hace rugir
los motores que alimentan
los giros en falso de su espléndida
maquinaria de acero
Tura
rompe todo
Shakti
criatura que compite
— indomable
de destrucción
aprovecha
la curva
— se cierra
en curva encajona
al adversario
le quita la ventaja
¿Quién podría
emparejarla?
Alcanzar
su sublime delantera
y sostener
la paridad
¿Quién podría?
ambos
picando en punta
pisando
a fondo hasta el límite
de fundir de
romper todo
¿Quién
es capaz de acompañarla
en semejante empresa de fuego y
destrucción?
¿y después?
Al pasar la frontera
que es la línea
de llegada
¿cómo resignar
toda la preciada adrenalina
que moja
en la velocidad?
¿Quién podría
sostenerla?
_________
– María Cecilia Perna
Monroe
Tanta Ceniza Editora
Neuquén, Argentina, 2019
https://tantacenizaeditora.com.ar/#!/-inicio/?ancla=