

La fundación Vicente Huidobro se suma a los festejos por los ochenta años del nacimiento del destacado poeta y traductor italiano.
Poemas de El don de la noche
Las sílabas sonoras
A veces me pregunto si mi muerte
llamará la atención en este mundo
o acaso correré la misma suerte
de tantos otros que ya están durmiendo
en cajas que el olvido ha sepultado.
O si alguien en mi casa va a acordarse
del sitio que en la mesa yo ocupaba
y en el estudio sentirán los libros
que sus lomos mi mano no acaricia.
Condenados al fuego, pensaré
que no moví ni un dedo en su defensa.
Pero saldré de las moradas gélidas
templando el aterido corazón
con la llama de sílabas sonoras.
Las únicas palabras
Quisiera escribir versos muy audaces
que me diesen un aire de moderno.
Pero parecerían algo falsos
e impropios de la edad que ya tenemos.
Los poemas eróticos exigen
que haya dos cuerpos jóvenes y bellos.
No es éste nuestro caso. La piel cede,
y existen además otros problemas.
¿Tú qué crees? ¿Me aventuro a usar palabras
como túrgido, erecto, penetrar?
¿No se van a reír mis enemigos?
Lo dejaré correr. Esto es lo único
que te puedo decir: ¡Cómo me gustan
tus ojos verdes y tu linda cara!
Nuestra casa
Tú y yo vivimos en el piso inmenso
ya sin hijos y libres del tormento
de que llegue el dinero a fin de mes,
sin sustos ni sorpresas enojosas.
Tú en tus quehaceres sola en la salita,
yo con mis españoles en mi estudio.
Ya no tienen espinas nuestras rosas,
sólo los dos y cada vez más solos.
Hace años que sólo nos reunimos
a la hora del almuerzo y de la cena,
y esperamos ansiosos el momento
de acostarnos, cada uno en su rincón.
Para casos urgentes de importancia
podemos recurrir al celular.
Hielo
Con el paso del tiempo regañamos
más a menudo aún, y por bobadas.
Con la mirada baja ambos sentimos
al otro como extraño, amurallados
en rencor y mutismo. Si más tarde
llegamos a rozarnos por error,
en las venas la sangre se nos hiela,
petrificados ya por el terror
de una mala pasada de la noche
que en sueños puede hacernos abrazar.
Al borde de la cama, en equilibrio,
esperamos el alba, suspirando
aliviados, rezando porque el hielo
de estos cuerpos jamás llegue a fundirse.
Mi única virtud
Después de trabajar el día entero
taladrando y poniendo las cortinas,
librándote de mí me has ordenado
que me vaya a la cama. Ya es manía
ofensiva salirte con la tuya
a toda costa. Tienes tanto yo
que ni a modo de finta se te ocurre
hacerme concesiones ilusorias.
Ya con un pie en la cama me has gritado:
Antes lávate, ensuciarás las sábanas
con todo ese sudor que lleva el cuerpo.
Obedecer es mi única virtud.
Incluso en las cuestiones del amor
el día y la hora los decides tú.
Justa venganza
Si llegamos los dos a noventa años,
yo medio dislocado y alelado,
y tú sana del cuerpo y de la mente,
derecha como un huso, ello se debe,
me dirás con orgullo, a tantas horas
de gimnasio y a largas caminatas,
mientras yo alimentaba el alma mía
con poesía y demás estupideces,
te pregunto, si juntos alcanzamos,
yo hecho migas y tú como una rosa,
los noventa malditos en cuestión,
si por no haber seguido tus consejos
de mí te tomarás justa venganza,
encantada de todos mis achaques.
La sorpresa
Finalmente me has dado una sorpresa.
Te habías acostado, yo leía
un tebeo de Crépax. En la casa
reinaba la quietud. Era un placer
lo irreal del silencio; en el jardín
contemplaba el temblor de las estrellas
con los ojos atónitos de un niño.
No recordaba noches tan hermosas.
Voy de puntillas a la oscura alcoba
llena de olor a tu cuerpo desnudo.
Con el dedo te rozo el blando pecho.
Has abierto los ojos. Tu constancia
vuelve a encender mi fuego. Pero sudo
para hacer nuevo nuestro antiguo rito.
Nuestro amor
Di, ¿qué recuerdo nuestro quedará
cuando estemos ya muertos y enterrados?
Que no crean jamás que fuimos héroes,
y no hagamos leyendas de nosotros.
Que quede claro. No obstante, ojalá
una cuestión sea indudable al menos:
nos amamos. Lo digo en voz muy alta
ante Dios y ante el mundo, aunque hace un rato
te quería mandar a hacer puñetas.
Pero eso es lo normal cuando se quiere.
El amor es dulzura y es insultos.
Es victorias e infames rendiciones.
Puede hacernos palomas o bien hienas.
Nos hunde con las alas ya extendidas.
Hard-core
En Familia Cristiana un sacerdote
sugiere a las parejas ya mayores
las películas hard, que son idiotas
y consisten en un coito tras otro.
Escenas que reavivan el amor
rompiendo la costumbre de los gestos.
El pudor es ridículo a esta edad.
Nos duchamos y, rápido, a la cama.
Pongo el televisor sobre el carrito.
Lo enciendo, dan Yegua borracha en celo.
Un frenesí de vulvas y de falos.
Bajo la colcha, lento, se levanta.
Si fuera el semental y tú la yegua…
Pero roncas feliz y boquiabierta.
Via Agostinone
Con despreocupación vas a la playa
por la calle de negros y fulanas,
sin pareo y con muchos contoneos,
contenta de ser tan independiente,
tras disputas y paces negociadas.
Te podrían tomar por una zorra.
Se supone a los negros bien dotados.
Pero te importa un bledo correr riesgos.
Protesto y tú no me haces ningún caso.
Es la emancipación de las mujeres.
Ya soy un carcamal. No entiendo nada.
A mi edad tener celos es de tontos.
Pero te encerraría con seis llaves
y además cinturón de castidad.
La depilación
En el baño los dos cuerpos desnudos.
No me quejo si para depilarte
quieres usar mi brocha y mi cuchilla.
Y te pongas mi crema de afeitar.
Aunque tu posición sí que me asusta,
en el bidé, con los pechos colgando
y el trasero que asoma. Yo quisiera
que te apartaras, pero no te mueves.
Queda un espacio estrecho, y es forzoso
que te roce las nalgas con el pene.
Pero se porta bien el pobrecillo.
Te sigues afeitando, imperturbable.
La verdad es que te estorba mi presencia.
¿No será que ya vamos siendo viejos?
Cada vez que te vas
cada vez que te vas hasta cansarme
me repites las cosas consabidas
apaga la luz abre el frigorífico
barre todos los cuartos cierra bien
el gas de la bombona de butano
y baja las persianas deja sólo
por el olor abierta la del baño
todo en endecasílabos perfectos
amor mío aunque tú no te des cuenta
harías bien arrinconando aparte
tus continuos y estúpidos temores
porque tu casa cuando estás ausente
florece como el campo en primavera
abro las puertas y se instalan pájaros
y la luz jugueteando con el polvo
crea en los muebles bellos arabescos
sigue ya mi consejo deja incluso
tu cama algo deshecha y a la poesía
dedícale más tiempo tú que tienes
un sentido tan alto de la rima
Con la calefacción aún apagada
Leer antes algunos versos juntos
y encontrarnos desnudos por milagro
con las mantas al aire no distingo
si tiemblo por el frío o es la emoción
de volverte a abrazar ya no esperaba
esta mañana triste de noviembre
con la calefacción aún apagada.
Libidinoso amor
libidinoso amor que hoy me arrastras
a quebrantar los vínculos y a orillas
desconocidas escapar contigo
muy lejos de mi hogar tan confortable
y me prometes noches fabulosas
con un guiño mostrándome una estampa
de tu Baffo ya sé lo que me pierdo
mas no puedo seguirte porque al punto
añoraría aquel mundo que ahora digo
detestar aunque ello no sea cierto
pues no podría vivir ya sin mis libros
ni esa espalda en mi cama cada noche
que me caliente los cansados huesos
La paz de los sentidos
por la rendija abierta en el postigo
entra un hilo de sol en nuestro cuarto
se enciende por la mata de tu sexo
en penumbra los dos cuerpos desnudos
bajas del lecho te pones las bragas
y un vestido de leves florecillas
transparentando tus maduros senos
que me parece como si volvieran
a la turgencia de sus veinte años
bajo el juego sapiente de las manos
y mientras vuelves a ordenarlo todo
–huelga decir cuán eficiente eres–
me demoro en la cama aún un buen rato
el amor a mi edad puede hacer daño
y me aflige el pensar que con el tiempo
el temor a morir de amor ya no
me asaltará cuando también yo tenga
la estúpida cordura de los viejos
y llegue ya a la paz de los sentidos
Emilio Coco, nacido en San Marco in Lamis (Foggia, 1940), es hispanista, traductor y editor. Entre sus obras destacan: Antologia della poesia basca (Crocetti, Milán, 1994), tres volúmenes de Teatro spagnolo contemporaneo (Edizioni dell’Orso, Alessandria, 1998-2004), El fuego y las brasas. Poesía italiana contemporánea (Sial, Madrid, 2001), Los poetas vengan a los niños (Sial, Madrid, 2002), Poeti spagnoli contemporanei (Edizioni dell’Orso, Alessandria, 2008), Jardines secretos (Sial, Madrid, 2008), Antologia della poesia messicana contemporanea (Sentieri Meridiani, Foggia, 2009), La parola antica (Nove poeti indigeni messicani) (Edizioni dell’Orso, 2010) Como poeta ha publicado: Profanazioni (Levante, Bari, 1990), Le parole di sempre (Amadeus, Cittadella, 1994), La memoria del vuelo (Sial, Madrid, 2002), Fingere la vita (Caramanica editore, Marina di Minturno, 2004), Contra desilusiones y tormentas (Ediciones Fósforo, Ciudad de México, 2007), Il tardo amore (LietoColle, Falloppio, 2008, traducido al español, al gallego y al portugués, Premio Caput Gauri, 2008), Il dono della notte (Passigli, Florencia, 2009, Finalista Premio Pontedilegno Poesia, Premio Alessandro Ricci-Città di Garessio, Premio Città di Adelfia, Premio Metauro, Premio della Giuria “Alda Merini”), El don de la noche y otros poemas (“Temblor de Cielo”, La Otra, Ciudad de México, 2011) y algunas plaquettes. Entre las muchas distinciones y premios que ha recibido sobresalen el Premio de ensayo y traducción Annibal Caro y el Premio Proa a la trayectoria poética. En 2003 el rey de España Juan Carlos I le otorgó la encomienda con placa de la orden civil de Alfonso X el Sabio. En 2010 recibió la condecoración “Alejo Zuloaga” de la Universidad de Carabobo en Venezuela. En 2011 el Colegio de México le concede una medalla de plata por sus trabajo de traductor de autores mexicanos. Ha participado en muchos festivales de poesía en España, Francia, Turquía, Argentina, Venezuela Nicaragua, Colombia y México. Ha sido traducido al español, portugués, gallego, francés, húngaro, lituano, turco y corso.