Ulises Paniagua

El poema es el tigre

 

 

 

Poema uno

 

Soy un inútil que apenas sabe girar una tuerca,

colocar una roldana, correr un pasador.

Un atado de letras;

este fantasma tieso que deambula por la casa

rebotando en el lavabo, hinchado de sueño.

 

Indocto en las funciones del carburador,

el arranque, la balata. Ajeno al misterio

que se punza con las manos, palpando

entre diástoles y sístoles que rabian

desde un motor remiso.

Torpe, simple: ese soy.

 

Nunca pude reparar

el grifo de la tarja,

develar la terquedad del manual complejo

ni prevenir, a la brava familia,

aquella tarde en que la abuela murió.

 

No sé cuánto cuesta

el auto de mis sueños.

Ni siquiera sé si sueño con autos.

Así de fracasado soy.

 

Pero dentro, en el espacio custodiado

por mis propios grifos,

en los raros mecanismos que gobierna el deseo;

allí, donde prospera la palabra, el epígrafe, un acento;

donde la vida germina desde el paso

imperioso de una frase; desde el umbral

en que los libros construyen ciudades; mundo.

Dentro,

muy adentro, a veces juego a ser Dios.

 

Y en esos días, en esas horas,

no me importa en lo absoluto

declararme un inútil

que apenas puede girar una tuerca.

 

 

 

 

Sintagma y molécula

 

Se nombra en el destruir, / en el romper lo roto,

como el mago de la cirugía / que destazara un sapo para armar

con sus fibras y nervios / un caballo enano

Eduardo Lizalde

 

El ojo significa hombre y significa fuente

-en el cerca y en el junto-

Entre ellos una piel finísima insinúa bruma

provocación    candil ciego    epidermis de sintagma

 

¿Qué hace el contacto de una palabra      o molécula?

¿Qué consiguen anidar los oxigenados labios

sobre la textura del hidrógeno deseoso?

 

En el orgasmo de la materia es posible lo que existe

Pero                      ¿y el sueño?

¿es palpable el acercamiento de lo todo y lo nada en el sueño?

 

Como puente inasible bordeamos vacío

el tacto de lo que espera desaparece en la médula

aquello que se inscribe en la espalda del espejo

 

Pero                  ¿y el sueño?

¿Es esa masa arcillosa           esa arcilla masosa

que linda entre lo que es      y lo que viene de regreso?

 

La muerte hermana con el reino de los párpados abajo

justo allí

vértice sublime de acertijo

 

Somos lo sí     lo nunca    la velada interrogante

que va tragando a su paso    los campos    los animales y el arado

el vuelo trasatlántico en ojo de la tempestad

 

Pero              ¿y la muerte?

Pero              ¿y el sueño?

Pero             ¿lo que espera detrás de lo callado?

 

Ciento veinticinco millones de respuestas tiradas al aire

páginas en blanco invadiendo de la calle la aspereza

el ladrante que jamás alcanzará frescor en concierto de sicomoros

maullido del gato vecino     la histeria de los apocalípticos

 

Pero             ¿y el misterio?

¿Misterio?

 

Para qué quiero misterio cuando palpo apenas

la sonoridad del aire

los 0.5 milímetros más allá

de estas venas tan deseosas de descubrimiento

 

 

 

 

El umbral y la caricia

 

Lo que se deja en el lenguaje de la llama y la caricia

no es el áspero color a humedad de la entretela

no es la savia de la figura, el recorte de una presencia

el enlace de dos vientres, la persecución desenfadada

ni el vahído, el acercamiento.

 

Lo que se deja en el lenguaje de los que aman

-cuando en el umbral se aman-

es alba intuición, ese algo, cualquier algo

fragata en hundimiento a la cual asirse con enardecidas zarpas:

lo que semeja al color, a la presencia, a ese vahído.

 

Un letargo atemporal que florece

que no se palpa con la memoria ni las yemas de lo mirado.

Eso es lo que queda:

el arrullo de luz, el perfume de un halo, la púrpura oscilación en la cuerda.

 

 

 

 

El poema es el tigre

 

El poema es el tigre

ese tigre que enluta el hielo

más allá de sangrientos pulmones

hinchados de metáforas

 

El poema es el tigre que tritura las imágenes del aire

Es ese goce de fauces entre lumínicos o romos versos

 

El poema son las zarpas sobre el musgo

el salto entre abrojos

el rugido que repite el eco figurado

 

Es hígado de lo que quiere pero no alcanza

La mirada que toca la noche y se extiende hacia su centro

Lo imposible en su agitada existencia

 

El umbral               lo turbio presente

La intuición           aquello que no se menciona en la albura

 

El poema es el tigre blanco que se interna en la entraña de la nieve.

 

 

 

 

Breve tratado de un objeto

 

Ahí está el objeto. No se sabe pensado por mí.

No existe para la especie humana si yo no lo percibo,

Si no lo nombro,

o lo pienso o alguien más lo piensa, no existe.

 

Sin embargo, existe aunque no lo vea

No necesita de mí para estar. No necesita de nadie

 

Es posible que esté sin estar. Es posible.

Es sólo que no está para mí. No está para el mundo.

Para nuestro mundo. Pero está.

 

Ay, pequeño objeto, ignorado hermano

Cuánto nos queda por aprender acerca

de lo que existe

y de lo que imaginamos que existe.

Por lo pronto, sigo mi camino

Hago como que hago

que no te vi.

 

 

 

 

Lo que amo

 

Todo lo que amo el tiempo lo destruye:

los pequeños guiños

los antiguos nombres

los sellados labios

los tropeles de infancia

los besos, los murmullos,

los te odio, y el deseo

la persistencia del deseo

 

Todo lo que amo el tiempo lo destruye

No deja gota

partícula de partícula de átomo

 

Es tanta la miseria de lo triste

Carajo

Tanta miseria

 

Aún con ello

no odio al tiempo

Es natural

los días se marchitan:

se vive, se respira, se olvida

Luego se muere

 

No hay rencores

Todo lo que amo el tiempo lo destruye.

Ulises Paniagua (México, 1976). Narrador, poeta y dramaturgo. Ganador del Concurso Internacional de Cuento de la Fundación Gabriel García Márquez, en Co ... LEER MÁS DEL AUTOR