Kimberly Blaeser

Reescribes tu vida

 

 

(Traducción al español de Katherine M. Hedeen
y Víctor Rodríguez Núñez)

 

 

Reescribes tu vida

no solo la parte
que más importa

sino esas escenas inquietantes
que hacen que la rabia y el pánico suban a la garganta
con las discusiones domésticas de extraños.
Las mismas
que hacen que mi pulso lata en los oídos
para ahogar la voz de alcohol y sacarina
de la mujer a dos cubículos de distancia.

Borras, reemplazas
los anhelos que surgieron de la necesidad
las causas
de tu locura por los abrigos
las causas
de la bañadera en el patio de mis padres
las causas
de todos los viejos patrones que ahora chocan para renovarse
de las idiosincrasias
y otras pequeñas torturas.

Los niños que éramos
somos.

Agrego

un niño de ojos achinados
a esas
almas magulladas
cuyas vidas
reescribo
en mis días más azules
y entre mis momentos más felices
cierto aspecto que parece físico
surge
con el anhelo
de reparar
el pasado.

El dolor en los huesos son memorias me dicen.
El rasgar y coser de nuestra carne
no el desgaste físico de la vejez
las esperanzas en verdad pequeñas pero imposibles
soñadas sin pausa
en salones de billar llenos de humo
en apartamentos de un solo cuarto y agua fría
los sueños de brazos salpicados con grasa
que toman dictado
las piernas cruzadas sobre los tobillos
apenas por encima de unos zapatos de tacón alto de charol.

El pequeño jalón de nuestras voces
que lavamos con agua gratis
en podios públicos y salones de banquete
es el jalón de la reserva de felicidad
de estudiar en la escuela para avergonzarse
son las bolas de colores
que nuestros hijos tiraban en los patios escolares enlodados
y después lavaban y alineaban para secar
es la nieve fresca de invierno servida con crema y azúcar
las películas de a cinco centavos
y el hurra por el cuatro de julio.

Ya son tus memorias también
que erizan la carne de mis brazos y piernas
y quizás con el tiempo podamos borrar
esa otra vida con esta,
pero nunca lo suficiente para oscurecerla
solo para hacer un nuevo patrón
un nuevo diseño
a lo mejor inadecuado lamentablemente
de acuerdo con todo lo que pasó
—pero bello como solo puede ser el dolor amado.

Y así escribo tu vida de un extremo a otro
con la mía.
Escribo con el amor
que viene de mi propia pena
y entonces, por supuesto,
escribo tu cara de un extremo a otro de mi dolor.

 

 

Donde estaba ese día

No eran solamente las cochinillas
de grises patas innumerables haciendo trampa
como siempre
cerrándose
contrayéndose en una pequeña masa redonda
como una imagen del círculo original.
Tampoco era solo la tortuga
que se volvió nítidamente la mitad de la esfera terráquea.

En parte era ese día en que me detuve a la orilla del arroyo
y me fijé en los raros bultos sobre un tronco flotante
y cómo parecían que me miraban
y cómo eran realmente pequeñas cabezas con ojos saltones
y cómo cuando regresé media hora más tarde
esos bultos se habían reacomodado sobre ese tronco.

En parte eran las mariposas que se corporizaban
en las flores recién abiertas
y los venados que entraban y salían del boscaje
al mismo tiempo totalmente quietos
cuya forma en un momento era invisible
y en el otro se definía
como la imagen en ese juego de unir los puntos.

Eran los insectos palo el camaleón
las serpientes que se volvían ramas
la zarigüeya muerta que de pronto revivía.
Y era yo que en un momento veía tan claro
y en otro tropezaba ciega
que me hicieron creer que todos buscamos nuestro lugar
en la gran esfera de la creación
que me hicieron saber que había una manera
de abrigarme con el mundo
de pintarme de tierra y aire y agua
y así volverme indistinguible
para ajustar mi respiración con el uno
para latir con el misterio
para estar quieta y fieramente viva a la vez
para estar extrañamente ausente de mí misma
y sin embargo sentirme grande como toda creación
para conocer
para encontrar e identificarme
mientras el encanto durara
para aprender a mantenerlo cada vez un poco más.

Allí estaba yo ese día.
Te miré desde la pérgola
sin pestañar
mientras me buscabas
y entonces regresaste al hogar
pensando encontrarme en otra parte
aunque estaba dondequiera que buscaras.
Sabía ya que eran ciertas las historias de Jerónimo
y que en verdad se había vuelto piedra
mientras pasaba la caballería
lo confundía con parte de la montaña
cuando en realidad se había vuelto la montaña entera
y todo el aire que respiraba
y hasta el polvo bajo los cascos de los caballos.

Y camino y trato de encontrar el lugar donde estaba ese día
pero llegar parece mucho más difícil ahora.
Me siento cargada, mi espíritu pesa
y creo que debo soltar algo
como los animales mudan el pelo o la piel
pierden cada año hasta la cornamenta
mientras yo lo guardo todo.
Y creo que debo cambiar de coloración
como el conejo la perdiz blanca la comadreja.
Y creo que debo tejer un capullo
tener alas y aprender a volar.
Y creo que debo invernar y ayunar
comer mi propio exceso durante una temporada
y entonces quizás emerger
del lugar donde estaba ese día
y quedarme más tiempo esta vez.

Y camino y observo las criaturas:
las ranas de árbol que son parte y no del tronco
las piedras en mi camino que se convierten en saltamontes y vuelan
las arañas que se quedan suspendidas ante mí
y entonces desparecen en la neblina o el aire
y me da consuelo
saber que todos
estamos en este rompecabezas juntos
saber que todos aprendemos
a mantener el encanto
un poco más cada vez.

 

 

Recita los nombres de todos los indígenas suicidados

I.

Hazlo entre dientes dijo él
ese tipo de mi pueblo.
Al explicarme un detalle
del canto.
Hasta que los huesitos detrás
de la oreja
latan.
Y el aire gire
en torno
a tu lengua.
Hasta que las palabras
se tornen
pequeños proyectiles.
Expulsadas
de tu pecho
vivas.

 

II.

El hijo de su tío
esposado
molido a golpes.
El mentón rígido
que tiembla
bajo las capas de sangre.
Su hermana menor
de trenza
hasta la espalda
que trastabilla
con la cruda
después de emborracharse por primera vez.
En esos momentos
nada hizo.
Se quedó sin esas palabras.

 

III.

Talla fósforos
tamborilea
canturria con las yemas de los dedos.
Enciende lámparas de mechas humeantes
que huelen a historias.
Baraja las cartas
y juega
envejeciendo
mano
tras mano.
Nos reunimos aquí
en su casa
apostamos a los recuerdos.
Hasta que el fantasma de alguien
empieza a cantar
y esta temporada
por fin
aprendemos a entrar en el coro.

 

IV.

Los obituarios
se leen como listas tribales
dice él
y guarda su dinero para el arroz.
Las coronas
cuestan más cada año.
Demasiados mueren
de la falta de lengua.
Demasiados demasiado jóvenes
demasiado indígenas o muy poco.

Gashkendam.
Él está solo.
Tantos silenciados
como las canciones.
Quédate sorda si hace falta dijo él
pero sigue cantando tu nombre
tu vida
sigue cantando
tu nombre
tu vida.
Nagamon.
Canta.

 

V.

Así que déjenme
cantar
para cada uno
de ustedes
los nombres
de todos
los indígenas
suicidados.

 

 

 

En esa redonda nación de sangre
14 poetas indígenas norteamericanos
Traducción al español de Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez
Colección Ladrones del tiempo
Uniediciones

 

En esa redonda nación

Kimberly Blaeser (1955). Es de ascendencia Anishinaabe, miembro de la tribu Chippewa, y se crió en la Reserva White Earth, al noroeste de Minnesota. Recibi ... LEER MÁS DEL AUTOR