Thomas Harris

Zonas de peligro

 

 

 

ZONAS DE PELIGRO

Así como largas y angostas fajas de barro
Así como largas y angostas fajas de noche
Así como largas y angostas fajas de musgo rojo
bajo la piel.

Las zonas de peligro son ininteligibles. O las
prefigura un rojo disco de metal,
símbolo de un sol mohoso al fondo de una calle desmembrada
meado por los perros.

Las zonas de peligro son inevitables; te rodean
el cuerpo en silencio,
en silencio te lamen la oreja,
en secreto te revuelven el ojo,
sin el menor ruido te besan el culo
y los escasos letreros de neón ocultan su única identidad:
CAMPOS DE EXTERMINIO.

 

 

OROMPELLO I

Un disco pare es un ojo; una sangrienta córnea de latón.
Orompello es un puro símbolo echado sobre la ciudad.
Y las putas no tienen la culpa. Sólo cumplían con su deber.
El otro día nomás esperaba micro en la esquina del
baldío y oí una voz que me decía: “Ven y mira”.
Miré, y no había más que un caballo amarillo al tranco
por sobre la calle adoquinada.
Y un espejismo las putas vestidas de ropas blancas,
y un espejismo los eriazos floreciendo.
Repito, mientras esperaba micro en la esquina del baldío.
No me van a venir ahora con que Orompello es un puro símbolo
echado sobre la ciudad
y las casas siete casas con puertas de oro
y las putas siete putas vestidas con ropas blancas.

 

 

MAR DE LOS PECES ROJOS

Me pararon al frente, me dijeron
Habla
Y hablé.
Me pararon al frente, me dijeron
Desnúdate
Y me desnudé.
Me pararon al frente, me dijeron
Órnate
Y me incrusté oropel, pedrerías,
Oro falso
En el cuero.
(Aplausos)
No sufrí apremios físicos, debo decirlo,
Pero me rodeaba la muerte.
La noche, esa noche, era primordial.
Había calles angostas,
Pasos, gritos,
Cuerpos.
Los puntos cardinales estaban perdidos.
Yo estaba perdido, en un sueño, en una película.
La noche en Rumble Fisch.
El mundo era un círculo en blanco y negro
Despoblado por fantasmas
Habitado por dos peces rojos
Devorado por su reflejo
A falta de víctima.
Todo esto era circular y referido por la muerte;
El mundo era circular, en blanco y negro, habitado
Por dos peces rojos devorando su reflejo.
Todo transcurría en el teatro o en el cine.
Todo transcurría en la calle o en un sueño.
Los puntos cardinales se habían perdido
Y el vértigo de la velocidad entraba por los ojos,
Por los poros,
Yo estaba poseído por efectos especiales.
La ciudad era un mar en penumbras,
Blanco y negro,
Dos peces rojos
Devoraban sus reflejos.
Yo era un pez, Almirante, y la muerte,
Otro pez.

 

 

LA CALLE ÚLTIMA

Nosotros tenemos una visión pegada a las pupilas
que data de nuestro primer año de vida
en este barrio sudamericano:
como en la novela de Genet, todos los días,
una carroza de pompas fúnebres atraviesa frente al
frontis desquiciado del Yugo Bar.
El Yugo Bar es una esquina miserable, amarilla y triste de Prat.
Vemos, todos los días, una carroza de pompas fúnebres
descender lentamente por Prat.
Pero no sabemos si son datos de la conciencia o restos
del sueño que permanecieron engañosos hasta las
primeras luces del día.
Nosotros tenemos una visión pegada a las pupilas:
vemos cada hora, una carroza de pompas fúnebres
descender lentamente por Prat;
puede explicarse por ser Prat la calle de Concepción
que conduce al Cementerio General.
Nosotros tenemos una visión pegada a las pupilas
que data de nuestro primer minuto de vida en este barrio
sudamericano; como en la novela de Genet,
todos los días, minuto a minuto,
se verá una carroza de pompas fúnebres descender por Prat,
la última calle de Concepción,
la que conduce al vacío.

 

 

MAR DEL DESEO

Una lluvia de peces caía sobre el Reino de la Muerte,
al sur del mundo;
él iba oscuro, magro, sin sombra, buscando un cuerpo;
cuando la mirada,
como mariposa nocturna negra,
se le posaba sobre un cuerpo, brillaba,
como si viera el oro;
pero oro no había,
noche había, muchas noches
y la muerte deslizándose por esas
noches,
él iba a tumbos,
se varaba en las esquinas,
babeaba, le pintaban de rojo el cuerpo los semáforos entre la
niebla
sinuosa,
espesa,
se sentía como un perro,
la lluvia lo llenaba por dentro como sangre,
la lluvia se le empozaba en los bajos fondos del alma;
iba así,
turbio,
pensando en los dorados destellos del amor,
pero amor no había
signos había
premoniciones,
advertencias,
todo su derrotero de calles era una advertencia,
sobre la tierra,
el polvo,
el humo,
la sombra,
nada;
así, yendo como un perro, llegó a los límites de la
ciudad, brumosos;
en una punta de tierra halló dos maderos muy
grandes,
uno más largo que el otro,
y el uno sobre el otro hechos una cruz:
-Di lo que deseas -dijo una voz en off.
-Maese, sólo deseo tu poder.

 

 

LAS UTOPÍAS SON PUTAS DE MIEDO

No a las damas, amor, nos habían dicho,
cuando una noche al centro del valle,
en un sueño de perro,
se nos apareció el amor perfecto;
calzaba sandalias rojas de plástico transparente,
toda ella iba mojada,
el pelo libre
de caer
sobre la túnica magenta que se le pegaba a las tetitas
de perra joven;
olía a sal,
a transparencia,
a imaginación,
a hornacinas,
a trébol de cuatro hojas;
dos aros de oro puro terminados en una perla pequeñita
y perfecta
la perforaban por los lóbulos;
nosotros hicimos una cola, una larga e inacabable cola
donde ninguno acabó nunca;
yo le mamaba los pezones
por sobre la bambula magenta
de la túnica;
al final, la sentíamos adentro, por aquí,
en el bajo vientre, toquen,
nadando como un pez fosforescente
en una redoma demasiado pequeña para sus ganas;
pero
nosotros sabíamos que las utopías son putas de miedo,
algo había que hacer para ahuyentarla.
-No tenemos patria, ciudadana, le gemimos,
-somos Nadie gritando Nadie nos ataca.
-ámenme un poquito más -susurró la puta-
hasta que acaben en mis sábanas;
pero nosotros sabíamos que eso era un paso más hacia
la muerte,
oscura esta muerte y lenta,
la india cruel se nos iba abriendo
como fauce,
la muy magenta,
la pringosa,
fétida a sal, oro,
a transparencia,
a horno,
a trébol de cuatro ojos penetrantes, quemados:
-ámenme un poquito más- gruñía,
mientras la noche no acababa,
la noche nunca acababa.

 

 

MAR DEL DOLORIDO SENTIR

Me cosieron la boca y los ojos
Me inocularon coca-cola por las venas
Todo transcurre en una película mexicana
What’s your name me preguntó alguien
Desde alguna parte
Ahora yo no puedo seguir hablando por todos
Ustedes se esfumaron tras ese halo de luz
Los demás desaparecieron en ceniza
Se obliteraron en humo o lluvia de la ciudad
A mí me arrastraron por un pasillo angosto y húmedo
Como vientre
Rojo
(la intensidad del color filtraba la venda)
olía a pierna humana
como en el corredor de Lautréamont
¿sugar mister? Me preguntaban ocultos
por la radio tocaban un corrido
perros ladraban
la música se me aplasta en los oídos
por ahí puedo sentir bien
por acá no
el corrido comienza a arderme en los oídos
los hombres sacan pistolas
a mí me trataron como a todo prisionero de guerra
olvidando los tratados y la piedad
el pasillo se adensaba hasta el mismo color
del miedo
ahora el espacio y las sensaciones eran intensidad pura
energía pura
mi cuerpo se confundía con el pasillo y mi pensamiento
con mi cuerpo
un perro negro metía y sacaba la lengua
muy rosada
la sangre me chispeaba en las venas
(me habían inoculado coca-cola)
el pasillo se hacía verde-azul-dorado tras la venda
todo iba siendo brillo y color y ardor
I HAVE THE POWER
pensé entonces
y desembocamos, como si fuera un coito, desembocamos:
aparecí en la calle Pedro León Gallo; había baldíos,
por todas partes, fierros viejos, rieles, huellas,
niños en desnutrición:
a la izquierda de mi cuerpo, de mi dolorido sentir,
había un túnel, rojo,
gruta, vulva, socavón o cueva
las nubes descendían al nivel de mi cara,
un perro negro metía y sacaba la lengua,
amanecía en Concepción.

Thomas Harris Nació en La Serena, en 1956. Es profesor de Español por la Universidad de Concepción. Ha impartido docencia de literatura y lenguaje en d ... LEER MÁS DEL AUTOR