Mapa de Quirilluca
Desde la niebla, Quirilluca
-Vamos! Extrema el grito, atraviesa la nube. Es el pescador.
Ahí, una manzana confunde el viaje,
ahí el viento otra vez impide
y Quirilluca no detiene el cielo.
-Vamos, aúlla el pescador.
Pero, el abismo desciende en el mar último.
Pero, no responde el eco la superación de lo terrestre.
Acuosa la plenitud del hombre rodea el cuello de la mujer:
levanta el dedo índice encima de su frente,
revisa la pestaña inquieta , acomoda el seno dormido para cantar la victoria del oleaje.
-No soy quien escribo: me lanzan signos:
me surge el ojo del barco en medio de la ira clandestina .
-No escribo: me lanzan marejadas : crustáceos me retuercen,
revisan este muñón desesperado en medio de la ira derrotada.
Hubo cuerpos entrelazados, ojos, hiedra, tierra, espuma en el silencio.
Hubo tarde agitada, hubo patria, cercana, nupcial.
Hubo banderas y una tristeza situada.
-Vamos, persiste el hombre en el mar.
-Vamos, ruega su boca.
No habrá retorno cuando el roquerío esculpa su puerta en el párpado del acantilado
y duerma el pescador en su orilla.
No habrá retorno cuando el trazo albergue aromos detenidos
y el tiempo recuerde tu mesa.
No habrá retorno cuando el viento diseñe tu signo en el pez inquieto,
menos un navío para brazos dilatados.
Se confundirá el anhelo con la saliva en tu hora
cuando la arena sea niebla
cuando se aquiete el sol eterno .
Se confundirá la premura de la red con mi mano temblorosa
cuando la piedra inicial recoja mi paisaje
cuando el tiempo lance el corazón sobre la roca.
Incolora el agua en su navío. Quirilluca, la boca en este mapa.
La leña empobrecida
Entre esta mujer y la otra mujer
la húmeda leña empobrecida es apenas una cosa cotidiana
apenas la posible lengua que las toca
mientras
fisgonean la línea del zorzal en el vuelo certero del machete:
De allá para acá,
los niños tuyos , los míos,
la boca suya , el árbol dormido,
la mano inquieta, un mísero tarro con hojas de eucalipto.
Verdugas del fuego que vendrá.
Sus lenguas ya atardecieron en el lucero agazapado
arrancando la última madera de este extraño paraíso.
La médula conífera resbala
y el amanecer de mocos también resbala en la boca áspera del niño
y dos grandes bolas de resina
revientan lejos del mar.
La leña no romperá el frío ni secará la desidia del chisme,
apenas resolverá la urgencia del tarro encima del apretado fogón,
menos quemará el asco,
ni el zorzal con su filo doloroso verificará la sombra del territorio herido.
Estas leñas muerden la secuencia del huracán urgente.
El ámbar se pega a la tierra del fuego prometido
y las chismosas- aún allí- moldean la bola,
aún no escuchan la queja transparente.
La lengua de esta leña cortará el frío y la línea última del cerro.
Diagonal el humo cruzará sus ombligos
para que ellas observen tristes,
juntarán resina en tarros oxidados,
depondrán sociologías para mañana
y dará ganas de abofetear el asco, la muerte,
mientras la tiña suceda en la córnea crepuscular.
Descenderá la médula conífera
para ser un golpe más en el amanecer de mocos y frío
encima de esta arquitectura primitiva
cuando esta extravagancia palpe apenas la actitud simple del ámbar
y la pobreza sea más que tu nombre .
Húmeda la leña empobrecida resguardará
el vuelo cotidiano en la línea filosa del zorzal.
No venga la sangre silenciosa
esta hora apenas ha sido en esta casa
no hay hábito, murmullo bajo el damasco
no venga el vacío antes de la puerta
la mancha en el cemento dormido antes del roce.
No venga el vacío encima de la lengua
no apresure el verde grito
no regrese esa misma gota
no levante mi párpado, yo ya me he ido.
No venga la sangre por detrás y añada rojo al último silencio.
Fijará una dirección peculiar la madrugada para cerros, destinos.
Todo será tibio, una mano dormida en la tierra del patio
la piel indecente en el inicio de la ventana
la diagonal del huracán en tu pie descalzo
cuando ignoremos la puerta cerrada.
No venga otra vez más sangre, mira:
el techo plano sin pájaros,
el sol acostado encima del odio,
la directriz inacabada del relámpago ,
mi mano en nuestro naranjo .
No venga la sangre silenciosa a fingir el umbral destartalado,
la olla infinita, el resguardo del buscador encima del tronco .
La casa huyó. Yo huí en ella.
Echamos al agua un puñado de arena
y dejamos el viento.
Los mapas cantan la noche
La cicuta
la selva
el grillo
la niebla
nada gira como la amapola lanzada a la sangre, mapa arrugado.
En medio de las sombras
las bocas murmuran
cercando la lujuria de los caídos.
Nada de sangre en el camino bestial de hombres entumidos,
ni de madres antiguas.
En las mareas dormidas los pájaros no llegan,
ni los barcos destruidos disipan espumas con nombres extranjeros.
Los mapas hundieron la diagonal,
cantaron sonatas la noche,
conspiraron el amor en el vientre del tronco brumoso,
circundaron el vestigio inacabado de la penumbra para amordazar .
Bestias simularon quijadas cuando el miedo disipó la estrella en el nido.
Bestias abrieron el corazón volcánico, enredaron todas las nubes en sus manos.
Bestias revisaron el mapa, cercaron el mar.
Bestias encima del cerro, el primer día, el primer camino.
Y siempre hubo un mapa,
una caligrafía ordenando el corazón,
este viento, este mar.
Será la niebla humana, la calle, el beso enrabiado en el mapa secreto.
Será súbita la sublevación en el humo de jóvenes,
será jocoso el pelo con su viento y la coordenada de venus, será.
Será un brillo en el pasto,
la casa estrecha o amplia o el gato malhumorado,
allá
el signo que esperamos.
Bestias vinieron en medio del tiempo. Aún revisan la ternura nocturna.
El mapa,
su arruga,
el corazón,
en medio de la fuga.
No hay norte, ni estrechez.
Ay, de los guerreros.
Un mapa arrugado en el mar vaticina el beso.
Un mapa arrugado vaticina la sangre.
Será la traición del corazón herido, el tiempo asustado,
la memoria equívoca fustigando la intemperie.
Será otra traición mil veces para arrancar el corazón del mapa con su diagonal y venus allá arriba.
Será el camino de los hombres,
los vientres redondos,
las lágrimas,
mil años terrestres, el fósil sideral,
la circunferencia anunciada rozando apenas
un simple golpe en la puerta de una vida cualquiera .
Acá la nieve en el dedo despierta el rasgo anticipado, pero Gallico retorna.
Y otro papel.
Y otra naranja.
Un cerro, un olivo.
Mi hermano musitó algo mientras las estrellas abrían fuego.
Las bestias lo abrazaron.
Plétora la distancia de las gaviotas husmea el mapa.
No se duerme esta tarde, dijo el arriero.
No se fornica esta mañana, dijo el hombre.
No se descansa en el umbral de la muerte, hablan los dioses.
Fotografía II
Entre la red y el ojo vencido de la albacora
la ley heliocéntrica del hambre .
La misión acuosa de la mesa se prepara, pero la roca conversa inquieta.
Azul la mar detesta el apodo de los cobardes
azul también la nube allá encima
azul la letra del musgo pegado en el nombre
todo azul
en el destino secuencial,
todo inmóvil en el sonido irrefutable del sol resbalando húmedo encima del tiempo.
La roca presagia el viento norte,
el astro silente regresa desde la tempestad .
Aquí comienza la miseria.