Premonición del vacío
UBI SUNT
Un mundo que ya no conozco.
¿Dónde están los maestros de las piedras,
aquellos que domaron los colores?
¿Dónde están, dime, no los príncipes
ni las águilas de imperios ya caídos,
sino el que quiso quebrar a la palabra,
el que hundió sus manos
en la música del agua?
Tal vez en las alturas
o en el infierno mismo.
Yo sé que no conozco al mundo en su derrota.
SEFERIS
Una palabra
sola
abrirá el espacio
del mar
o de los cielos:
Hipnos,
sueño,
hipnos.
Como un rayo que sorprende
y un solemne trueno
rompiendo los infiernos.
Como la voz secreta
del poema oscuro
solo,
mendicante.
Como la superficie fría
de muertos hoy presentes
en la memoria huida,
en el pasado inquieto.
De las palabras
una
y
un poeta
cierto:
Hipnos,
sueño,
hipnos.
Después ya se adivina
el llanto de las olas.
(A Víctor Lobos)
TIEMPO
(Océano Pacífico)
Lo que pudo ser no fue
y no busquemos al azar
un par de piedras torpes
que ajen infinitos.
Lo que ya hizo el amor
en buena parte está escrito
y lo que hizo la muerte
no necesita explicarse.
Ayer y hoy
y aún
ese mañana
están ahora juntos
como estaban en el tiempo.
No hay oráculos ni voces:
el mar lo cubre todo
y lo que es hoy
y era y es
mañana
serán parte del momento
del ayer muy vivo entonces.
O de este hoy y ese hoy
ahora y nunca,
este hoy, perenne,
muerto.
(A Mladen Machiedo)
PREMONICIÓN DEL VACÍO
El espacio de la muerte
cabe entero en una mano,
en un cráneo solitario
y en el llanto de los niños.
Espera, como siempre,
al arlequín de turno,
al tubérculo marchito,
al odio de los dados.
La ropa de los muertos
es aquel espacio mismo
donde el nacimiento es carne
de una flecha que desgarra.
La sangre del más puro
y la sangre del inmundo
se mezclan en la misma
abyecta sopa helada.
Así el espacio avanza
cada día un poco
y se quiebra la balanza
y se anulan tempestades.
Yo siento el viento frío
en el cuerpo y la cabeza.
BEETHOVEN
Todo se suspende. El cielo se detiene,
los pájaros entonan su música perfecta.
El hombre se detiene. El hombre en el suspenso
de sus oídos sordos, de su mirada inquieta.
No existe crueldad con más inquina
que imaginar un canto de pájaros en Viena.
UN HOMBRE SANTO
Un caballo llora
al sur de los espejos,
cruje el mar, la tarde
solemnemente fría.
El hábito molesta,
la piel estalla en gotas
de un sudor espeso,
fétido e insomne.
Los perros se golpean.
se muerden, agonizan,
los gatos se degüellan
y beben sus orines.
El hábito maldice
al cuerpo y su delito:
Un niño rompe en llanto.
LYON
(Klaus Barbie y Nicaragua, al mismo tiempo)
Las cuerdas de ese piano
ahogaron la belleza
de una pieza de Liszt
o un acorde de Bach.
En otra parte,
los niños de Managua
descalzos,
o los niños muertos de Lyon
muerden la agonía en su hermosura
con hambre,
con esa extraña valentía
aquella a la que nunca,
nunca más regresarán.
-Del libro inédito Premonición del vacío, 2019.