Medianoche
Poesía armenia contemporánea
(Traducción al español de Alice Ter-Ghevondian
Versión poética de Ana Arzoumanian)
MEDIANOCHE
Y el plenilunio sube al escenario de porcelana
hábil titiritero, mueve dedos, tira hilos…
Y suben las aguas encantadas, los miembros ágiles, los sonámbulos, los hocicos…
Arriba, más arriba que la arena, que la mujer, que los techos y los puentes,
Que hoteles y trenes…
Pero yo, yo no puedo ni siquiera levantar los brazos….
Pero yo, yo no puedo ni siquiera levantar la mirada…
Yo no puedo levantar la palabra de la palabra.
Caminé hasta el quiebre de la rosa, su última espina me pinchó el corazón.
Me acerqué hasta la esencia del pinar – envidiables árboles, adormecidos en el orgasmo verde –en los conos caídos me resbalé.
En el hielo bailé la danza de la muerte, pero en la bandeja me sirvieron un repollo.
Yo le di el oro al cambista, él me ofreció papeles multicolores,
coseré un vestido para mí con esos papeles.
Miré y vi que estoy llorando.
Miré y vi que estoy triste.
Cierro los ojos – es triste, abrí los ojos – es triste, me di vuelta– es triste,
encenderé cinco fósforos – es triste, debajo de la ventana, en la calle la Maret
regatea con firmeza, abro el libro – el ciervo blanco salta por toda la hoja,
se enredan los cuernos frondosos entre las renglones, el tordo
saltó de rama en rama, esperó para ver si pasa algo, el jabalí
corrió dos renglones en el claro, pisoteó el balanceo de la hierba,
dijeron las luciérnagas: hágase la luz, el búho y el topo
se quedaron atónitos, se agitó la luz de mi vela (en la oscuridad la Maret todavía regatea),
el picapedrero dijo : takh–takh, el aguzanieves – ¿no es estúpido? – no le cree,
el tordo saltó de renglón en renglón, esperó para ver si cambia algo,
el ciervo agitó la cabeza, sacó su cuerno por debajo de los renglones,
el jabalí pisó un fósforo más, – miren, qué importancia se da
el lirón asomó la cabeza – y sí, siempre el mismo maleducado, se hace ver
medio renglón se pasó la gacela – lejos de los ojos del unicornio,
el tordo esperó de nuevo,
vio que nada cambia, y saltó a la rama siguiente…Y de golpe –
yo tosí, Pan me vio, se acercó, alegre, me acarició el pelo, toca para mí
la flauta, se ondularon mis cortinas suavemente
(afuera la Maret todavía regatea),
las ninfas me dieron adornos, carmín y antimonio
un perfume fuerte, me regalaron hechizo de amor,
sobre mis cabellos pusieron un velo de seda, cómodos para los pies
me calzaron lindas sandalias, ataron una piedra azul contra el mal ojo
a mi brazo, me llevaron a la orilla del río, dijeron : mira, no te duermas
mira atentamente…
Llegó el agua negra – no entré,
el agua gris llegó – no entré,
el agua oxidada llegó – no entré,
llegó el agua dorada – me lavé el pelo,
el agua de leche llegó – me lavé la cara,
llegó el agua de rosas – me lavé el cuerpo,
cuando llegó el agua transparente, salté al río, jugué con una sirena
canté en el río, salpiqué con agua (debajo de la ventana la Maret gritó
“¿quién, carajo, echa esta agua sucia?”), el viento se llevó mi pañuelo, el agua
se llevó mis sandalias, sin cubrir la cabeza y descalza – rodé en la hierba
les gusté a las ninfas, me acariciaron, se estrecharon contra mi cara,
lamieron mi ombligo, apretaron sus pezones tiernos contra los míos suavemente
enredaron sus muslos entre los míos, con la lengua trabada
cosquillearon, me aflojaron, gelatina floja –
me extendí en la hierba… De golpe me di cuenta, que ya tengo
cosas para contar, enderecé el espinazo, me oscilé igual a una caña – ahora me convertí
en una caña hablante… ¡bum! – debajo de la ventana a la Maret le dieron una bofetada.
“¡Perra inútil, dónde metes los dólares! ”, Pan sopló, y las
páginas se revolvieron, y de esa manera
me quedé como el centauro – medio caña medio Violet, – ¿de
qué flauta estaríamos hablando?
Cerré el libro – es triste. Cerré la ventana – es triste.
No hablo bien la lengua de la caña,
Violet no viene muy a menudo,
pero, de algún modo contaré mi vida,
ay, las maretes, lloren desconsoladas,
sobre mí y mi suerte.
A medianoche se murió mi dedo.
Me senté en el umbral
y lloré por mi dedo
y lloré – en general.
Mi padre me violó,
mi madre vendió mi anillo,
mi hermano me llamó bruja,
mis hermanas se burlaron de mí,
mi amante me embarazó
y me dejó en la noche oscura,
vino mi extraño vecino
y escupió en mi cara,
mis tíos con alfileres
pincharon todo mi cuerpo,
y, en barril con clavos
me rodaron desde arriba,
un ataúd cómodo de roble
me regalaron mis sobrinos,
mi amiga se llevó rápidamente a su cama
a mi novio,
mi hijo, el mayor, en el casino
perdió a su mamá,
en los sótanos mi hija coja
satisface a los choferes…
Y para colmo –
a medianoche se murió mi dedo.
Ay, las maretes, lloren fuerte,
den a mi dedo un descanso de alma.
No hablé ni reí durante siete años,
durante siete años estuve hilando,
durante siete años tejía telas,
durante siete años cocía camisas,
pero ni un solo cisne se convirtió en hermano,
y el príncipe no me conoce,
no me mira a los ojos, ni a mis cabellos,
solo verifica el tamaño de mi zapato.
En las cenizas, en las cenizas,
en las cenizas me esconderé de él.
Pero yo,
yo he visto, cómo la rosa cierra los ojos, extiende el cuerpo,
pone su cabecita
en el altar del alto cielo murmurándome: ponte en mi lugar
Pero yo,
yo he visto, con qué fuerte ímpetu brotó la sangre del arco del hombre
y me bañó – gusanos multicolores me envolvieron.
Pero yo,
yo cuántas veces salí y volví en medio del invierno con ropas de papel,
pero lo que buscaba – siempre está debajo del hielo, mi ojo lo
ve, mi mano no lo alcanza,
mi ojo lo ve, mi labio no lo toca, mi ojo lo ve, no lo huelo, mi ojo lo ve.
Pero yo – campanilla en el pie, como leprosa, cuántas veces –
dzin-dzin – aléjense, niños sanos, dzin–dzin – contornean,
las chicas ricas, dzin – dzin – no miren, varones guapos, dzin – dzin los no estropeados, dzin – dzin – los no defectuosos, dzin – dzin – los no agusanados, dzin – dzin – los no intoxicados, dzin – dzin – los cándidos…
Cuántas veces yo me escondí del campanilleo del mal mensajero… Pero sordamente
una abeja de vuelo rápido, vuela alrededor
acercándose por todos lados, me cerca con la trompa de amor,
va a recoger néctar de mis heridas…
Pero yo, por fin, cuando venga la decimocuarta noche, me acostaré en la gota
de agua, mi corazón – un cebo rojo; me apoyaré en mi flexible,
recta columna
y un escarbadientes entre mis dientes – lalá, lalalá – más allá del incidente…
cuando suba la luna plena, takhk – subirá mi pene ágil, arriba,
más arriba que la arena, la rosa, la ceniza, la bandera,
la palabra, el cambista,
la tragedia, la farsa, mi padre, mi madre, el deporte, las matemáticas,
el mandamiento, la maldición…
Arriba, más arriba que esta entera, toda esta gelatina floja.
-Contra la orfandad
14 poetas armenios contemporáneos
Colección: Ladrones del tiempo
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