El espejo del vestíbulo
(Traducción al español de Cayetano Cantú)
EN LA NOCHE
De todas formas, no hubiera durado.
La experiencia de los años me lo ha demostrado.
El destino puso un fin abrupto.
Fue breve ese tiempo
pero qué fuertes sus perfumes
y en qué cama espléndida estuvimos.
Y qué sensualidad dimos a nuestros cuerpos.
Un eco de los días sensuales volvió,
algo del fuego juvenil que compartimos.
Tomé de nuevo una carta entre mis manos,
y leí y releí hasta que la luz se fue.
Melancólico salí al balcón
para cambiar mis pensamientos, por lo menos,
viendo la ciudad que amaba;
un poco de movimiento en las calles y en las tiendas.
RECUERDA, CUERPO
Recuerda, cuerpo, cuánto te amaron;
no sólo las camas que tuviste,
sino también los deseos que brillaron abiertamente
en los ojos que te vieron;
las voces temblorosas, que algún obstáculo frustró.
Ahora que todos están en el pasado,
parece como si en realidad te hubieras
entregado a esos deseos.
Cómo deslumbraban.
Recuerda los ojos que te vieron,
las voces que temblaron por ti.
Recuerda, cuerpo.
EL FIN DE NERÓN
Nerón no se alarmó cuando oyó
la profecía del oráculo de Delfos:
“Teme a los setenta y tres años.”
Tenía mucho tiempo aún para divertirse,
tiene treinta años, y el término que el Dios le da,
es suficiente para prepararse
a los peligros que vengan.
Ahora, un poco cansado, regresará a Roma,
deliciosamente cansado de su viaje,
que fue de días y días de placer
en teatros, jardines, gimnasios;
noches en ciudades aqueas;
sobre todo el gozo de los cuerpos desnudos…
Esto pensaba Nerón, mientras en España,
Galba en secreto reúne y entrena su ejército,
ese viejo de setenta y tres años.
COMPRENSIÓN
Qué claro veo ahora el sentido
de mi juventud, de mi vida sensual.
Qué falso arrepentimiento, qué inútil…
Pero no conocía su valor entonces.
Y en lo profundo de mi vida disoluta,
se formaron las intenciones de mi poesía,
los límites de mi arte aparecieron;
por eso ni los arrepentimientos fueron duraderos.
Y los deseos de contenerme, de cambiar,
nunca duraron más de dos semanas.
SU PRINCIPIO
Se ha consumado su desviado placer sensual.
Se levantan y apresuradamente se visten, sin hablar.
Furtivos, abandonan la casa por distintos rumbos,
y mientras caminan algo inquietos en la calle,
parece como si se sospechara
en qué lecho estuvieron hace poco.
Pero cuánto ha ganado la vida del artista.
Mañana, pasado mañana, años más tarde,
escribirá versos vigorosos
que aquí tuvieron su principio.
EN ALEJANDRÍA 31 A. C.
Desde su pequeña aldea, cercana a los suburbios,
cubierto aún por el polvo del camino;
llega el mercader: “Goma, incienso,
el mejor aceite de oliva, perfumes para el pelo.’
Va pregonando por las calles;
pero acaso el tumulto, la música,
¿permite que sea oído?
La multitud lo empuja, lo arrastra;
y en su estupor pregunta:
“¿Qué es esta locura?”,
uno de ellos le arroja
otra gran mentira palaciega:
“Que en Grecia, Antonio, la victoria obtuvo.”
EL ESPEJO DEL VESTÍBULO
En el recibidor de esta mansión
había un gran espejo antiguo,
adquirido por lo menos hace cien años.
Un joven de extremada belleza,
ayudante de sastre
(atleta aficionado los domingos),
estaba frente a él con un paquete
el cual entregó a alguien de la casa,
quien lo tomó y fue a conseguir el recibo.
El ayudante de sastre se quedó solo
por unos momentos; y mientras esperaba,
se acercó al espejo, se arregló la corbata,
observándose de cerca.
Unos minutos después trajeron el recibo;
lo tomó y salió.
Pero el viejo espejo que tantos objetos
y caras había visto durante sus largos años de vida,
esta vez estaba extasiado, se sentía orgulloso
de haber retenido por unos instantes
la imagen de la belleza pura.
REGRESA
Regresa con frecuencia y tómame,
amada sensación; regresa y tómame.
Cuando despierte el recuerdo en mi cuerpo,
y el antiguo deseo me recorra la sangre;
cuando los labios y la piel recuerden
y sienta aquellas manos que aún me tocan,
regresa con frecuencia, y tómame en la noche
cuando los labios y la piel recuerdan.